domingo, 15 de diciembre de 2013

DESVELO (2013)


Mi sueño acaba de interrumpirse por algún ruido que provino de la calle. Ahora, mis los ojos abiertos en la oscuridad atraviesan el espesor indefinido del cielo raso.   Confundido por un instante breve a causa la estela de disparates del sueño que se esfuma, distingo en el cuarto algunos objetos que mi mente tarda apenas segundos en identificar. Me doy cuenta de que acabo de iniciar otro fastidioso lapso de insomnio. Me revuelvo molesto en la cama y maldigo el día que me espera
 ahora, con una hora o dos menos de descanso.

No puedo volver  a conciliar el  sueño;  cada pensamiento jala otro, como los pañuelos atados que un mago saca de su boca. Es como si durante el día esos pensamientos estuvieran diluidos, pero cuando me desvelo, como ahora, se convirtieran en una especie de jarabe espeso, oscuro, y embotaran mi conciencia. Mejor enciendo la lámpara de la mesita de luz.

Para estos casos siempre tengo a mano algún libro en el cajoncito. Estiro  la mano y encuentro una biblia Reina Valera.  Aparto el grueso cuerpo  color rojo de sus hojas delgadas (algunas maltratadas porque a veces suelto el libro al quedarme dormido) y mi vista encuentra al azar:

No tendrás temor de espanto nocturno,
Ni de saeta que vuele de día;
Ni de pestilencia que ande en oscuridad,
Ni de mortandad que en medio del día destruya.

Me quedo pensando un momento en estas palabras. Cuando yazgo en la oscuridad de la madrugada, se abren las compuertas de un mundo de temores que queda soterrado durante el día, cuando tratamos y negociamos con la gente en el imperio de la practicidad, persiguiendo nuestras metas y ambiciones. Pero ahora mismo, me siento como en el medio de una inundación.

Pero, ¿qué fue ese golpe contra la pared que acabo de sentir detrás de la cabecera de mi cama?  Qué raro: la casa de al lado, donde vivía doña Sabina, está deshabitada hace muchos años. ¿Será que sus hijos finalmente se dignaron a aparecer, aunque solo para disponer de la casa de su difunta madre?  Me habría enterado de alguna forma de que tengo nuevos vecinos, pero nunca supe nada al respecto.

La biblia Reina Valera que estoy sosteniendo me obliga a pensar en ella, doña Sabina, la anciana evangelista que vivía sola con su perrita, que giraba en dos patas al son de un canturreo  que la escuchaba hacer y que era así (...). Ella tenia en la terraza de su casa un  jardicito de plantitas crecidas en latas de leche Nido o las cuadradas de aceite. Esas plantitas tenían flores o, simplemente eran aromáticas; creo que una de ellas era de ruda. Mi mamá solía pedirle a esta anciana unas hojitas gruesas de cierta planta que, al apretarse, destilaban unas gotitas para calmar el dolor de oídos. 

¿Hace cuánto que no pensaba en esta mujer solitaria, doña Sabina? Creo que murió sola como había vivido la mayor parte del tiempo mientras fue nuestra vecina. Nunca salía de su casa excepto cuando iba a su culto evangelista los sábados. Entonces se la veía bien vestida, con el cabello trenzado y recogido en un rodete. Lucía su blusa blanca de encaje, su falda bordó de pliegues y unos zapatos humildes. Nadie más en el mundo podía irradiar tanta dignidad como doña Sabina en tales circunstancias. 

Unas pocas veces mi mamá le había pedido a esta señora que nos tuviera a mi hermana y a mí en su casa por unas horas mientras ella tenía que salir a hacer algo. Estar en el jardincito de su terraza, con todas esas latas y otras cosas arrumbadas de tal forma que el espacio parecía un laberinto, era como estar en otro planeta. Yo recién aprendía a leer y relacionaba arbitrariamente  lo que decían las latas con sus ilustraciones y las plantas que crecían en ellas, y después sacaba mis conclusiones. Y ni qué decir de lo maravillados que estábamos mi hermana y yo con la perrita que bailaba. Se llamaba Cuqui. Cuando nos cansábamos de las plantas y de Cuqui, nos escurríamos por los rincones de la casa, en la que flotaba un olor como de naftalina, y levantábamos cualquier objeto para inspeccionarlo. Doña Sabina nos dejaba tranquilos mientras se quedaba en su silla mecedora con su biblia. Fue por ella que tomé una biblia completa en mis manos por primera vez; fue el día en que la levanté de la mecedora mientras ella estaba en la cocina. Al abrirla encontré al azar el nombre RUT en las letras grandes de un título. Pensé que era por la nieta que vivió con ella por un tiempo corto y que la hacía renegar seguido. Esa chica se llamaba así pero le decíamos Ruti. 

Mis ojos vuelven a las páginas de la Reina Valera que estoy sosteniendo, pero por más que paso las innumerables hojas hacia atrás y hacia delante, no puedo encontrar el nombre Rut. Acaso los recuerdos se estén entremezclando como los caprichos de las visiones nocturnas y puedan no haber ocurrido en la realidad.

Pero sí, Rut existió  (o existe en algún lugar). Estuvo en la casa de la viejita el día en que murió Perón. Como ese día no hubo clases, doña Sabina nos cuidó a mi hermana y a mí durante la tarde. Quisimos ver los dibujitos en su prehistórico televisor Panoramic pero en todos los canales mostraban el sepelio. Así que nos quedamos jugando por los rincones de la casa con Rut.
Por un momento, dejé a las dos y entré solo al cuarto de doña Sabina. La encontré sentada como siempre en su mecedora, con sus antejos de marco grueso, sosteniendo su biblia. El cuarto estaba oscuro excepto por la escasa luz que provenía del velador a su lado, exactamente como estoy yo ahora...
    ---Doña Sabina ¿qué está leyendo?
      Pensé que no me había escuchado porque no se inmutó, pero un ruido estrepitoso que debió haber provocado Rut o mi hermana le hizo dar un respingo. 
Asumiendo que era Rut la responsable, gritó:
    ---¡Rut! ¡Ay, esta bandida, pero!
Y luego, volviendo a su biblia, protestó con una voz que parecía sollozar, ---: Esta chica poseída por Satán parece…

Me quedé mirándola, pensando en lo que acababa de decir. Si bien yo tenía una idea vaga de quién era Satán, no entendí por qué había dicho eso. Lo que me fascinaba era que sólo el borde de las delgadísimas hojas su biblia fuera de color rojo. Pero ¿qué decían esas páginas? ¿Por qué doña Sabina estaba siempre enfrascada en su lectura, y las únicas veces en que se la veía bien arreglada llevaba ese libro con ella?  Ya a esa edad me hacía esas preguntas.

En un sueño que tuve una vez --uno en el pasado cercano-- ella alzaba la vista de su Reina Valera y, mirándome a través de aquel armazón aparatoso y negro con sus ojos como de vidrio mojado, me contaba lo sobre lo que leía. Lo que me decía era como una revelación maravillosa, como la pieza que faltaba en un rompecabezas existencial sobre la vida y el mundo. Lo terrible es que el sueño de pronto se cortó y con él se iba todo ese conocimiento que acaba de obtener, por más de que trataba de retenerlo. En momentos como en este desvelo, cuando estoy en esta frontera, vuelven esas inquietudes y los recuerdos; hasta que me despierto del todo o me duermo otra vez.

Vuelvo a sentir un golpe leve en la pared de la cabecera de mi cama. Siento que empiezo a hundirme en ese estado o realidad misteriosa que es el sueño. 
  ¿A dónde iré esta vez? Si pudiera reencontrar a doña Sabina en su mecedora quizás me quiera repetir aquello que me contó y responder a parte otras preguntas. Pero también quisiera decirle que Rut no está poseída por nadie, que es sólo una niña traviesa, como mi hermana. ¡Recién ahora han aparecido sus hijos! ¿Es usted la que golpea la pared a estas horas?  Ay, mis hijos no creen que conocí a Evita cuando ella no era nadie, me repetiría ella. Creo que esos que entraron son ellos. –¡Usted no se meta con nosotros ni con nuestra madre, ella vive sola porque quiere!…. Hola Rut, ¿estos son tus hijos? ---Sí, Eusebio, ¿y vos tenés hijos? ---Sí, están en casa, acá al lado. El mayorcito se parece a mí. Ah, Rut, voy salir por un par de horas, así que le quería pedir a tu abuela que me los cuide un ratito… ---¿Y tu mujer?.. ---No... no sé… Y le voy a pedir esas hojitas que sirven para el oído…---Eusebio, es que mi abuela no va a poder cuidar tus hijozz zz z
















martes, 19 de noviembre de 2013

PERMITAME INTRODUCIRLO A "LA ALDEA DE CUATRO NOMBRES" (2013)






“... me toca ir a votar en una escuela que está
en ese barrio horrible”.

                                                  Un vecino de Pompeya



     Escribí la introducción para esta colección de historias del barrio Charrúa ---o La Aldea de Cuatro Nombres, como lo llamo yo ---  hace ya bastante, pero la mantuve cajoneada porque la explicación del porqué del nombre me había puesto en el embrollo de contar la historia de este barrio. Afortunadamente un amigo que se llama Jorge Vargas lanzó una página web -bcharrua.com.ar- [Esta página web ya no funciona. En su lugar ahora está facebook/barrio.charrua] en la que me ahorra todo ese trabajo. Así que hablaré solamente de las historias que pueden encontrarse en esta página.

    ¿Tiene el barrio en el que vivo algún mérito que justifique que se escriban y publiquen historias (o cuentos si se quiere) acerca de él? ¿Es algún lugar que haya adquirido algún estatus o celebridad por algún motivo? No es Caminito, tampoco es San Telmo, en cuyo caso estaríamos ante un barrio con un importante bagaje histórico/cultural y no un rincón en la Ciudad de Buenos Aires como en este caso. Tampoco es tan diferente de otros barrios en la misma condición. Es tan sólo un lugar, el lugar donde uno ha vivido y crecido, y eso es todo. ¿Y por qué, si uno lo desea, no hacer todo un mundo a partir de meras vivencias cotidianas? Es tan simple como eso.  Los lugares y circunstancias por los que nos ha llevado el curso de nuestras historias, y todos los hechos y las personas que nos han rodeado podrían ser tan importantes y trascendentes como los de aquellos famosos que consumimos de los medios de comunicación. Porque, sí, por supuesto que también usted, querido lector, posee algo único que no posee nadie más, aunque no le parezca, y que es su propio bagaje de recuerdos. ¿Qué le parece salvarlo del olvido y del anonimato? Para eso, no creo que necesite participar de algún reality show, o aprovechar la oportunidad para saludar con la manito detrás de algún movilero de esos programas de televisión que abundan de un tiempo a esta parte. ¿Ha considerado si esos programas o esas celebridades lo representan? Me temo que de barrios como Charrúa, los medios de comunicación dicen solamente las cosas que mucha gente espera escuchar. Entonces, si los multimedios no quieren o no pueden ofrecer lo que no prevé el público ABC1, entonces el producto deberíamos fabricarlo nosotros mismos. 

   Así que tengo la pretensión de presentar esta colección de historias de la Aldea de Cuatro Nombres, contando algunos sucesos o rescatando personajes que han vivido en ella, o usándola simplemente como una escenografía. No estoy seguro de querer llamar cuentos a estas historias; técnicamente podrían serlos aunque en tal caso me estaría arrogando el estatus de escritor cuando no lo soy. Entiendo sin embargo que cualquier persona que se sienta a escribir es de hecho un escritor, sin considerar cómo lo hace o cuán calificado resulta a los ojos de la crítica y de otros escritores. Me he resuelto desconocer esta disquisición y embarcarme en el ejercicio de la creación diletante, sin más límites que los que me ponen mi propia habilidad técnica y literaria.

    Estas historias no son crónicas excepto por menciones puntuales de sucesos que ocurrieron en el barrio (el boletín barrial, el Centro Cultural, el grupo de jóvenes). En algunos casos, partiendo de personas reales aunque cambiando sus nombres y modificando un poco las circunstancias en que se involucraron, obtenemos “historias espejo”. Por supuesto que esto ya se ha hecho anteriormente; tal vez la forma de escribir estas historias se parezcan a lo que ya había hecho Truman Capote. Pero ¡por Dios, no me estoy comparando! 
   Y hay otra cuestión que quisiera también aclarar: no pretendo hacer de esta colección un homenaje sentimental  o una declaración de amor y fidelidad perpetua al barrio Charrúa, aunque me sé romántico y sentimental. Por eso lanzo esta página como quien lanza un mensaje en una botella en el océano de las millones de posibilidades de entretenimiento que ofrece internet.
   
    Ahora, van algunos comentarios sobre algunas de las historias:
  Como dije, no pretendo presentar hechos y personajes históricos (las historias no son crónicas) pero he tomado hechos verídicos y los he maquillado con ideas e invención, por lo cual los nombres han sido cambiados excepto los que figuran en, por ejemplo,  El Tukuy.
     El apodo del personaje de Ayala es real, se trata de un muchacho que vivió en el barrio hasta hace algún tiempo (aclaro, sigue vivo); el resto en esta historia de Ayala es parte leyenda, parte creación.
     Los personajes mencionados en El Fin del Mundo han sido reales, menos el nombre del vecino evangelista, el cual cambié para que no se tome a mal cierta broma. Acabo de agregar al pie la idea original que había escrito en inglés, que por quedar inconclusa había descartado. 
   Indiana Jones y el Amor Perdido… no es más que un compilado de impresiones de gente que no vive en el barrio. Aclaro que opté por reproducir el tipo de opiniones que me parecen más comunes y que felizmente no son las únicas.
   La Ñusta tal vez sea la primera comedia romántica de la colectividad boliviana en Buenos Aires (ya hemos tenido suficiente de las producciones de Adrián Suar, ¿verdad?) que de haber servido para hacer un guión para una película habría sido dirigida por Enrique Carreras (sí, el de las comedias light de Palito Ortega) por su exasperante ingenuidad y por algunos clichés que he puesto deliberadamente. La historia de cómo surge este cuento de casi treinta páginas dividida en cinco partes aparece en la primera de ellas. 
   El que considero que abre la colección se llama En Un Principio. No digo que sea el principio del barrio porque tiene algo de autobiográfico. También son autobiográficas las historias Terrazas, que fue publicada en el periódico Renacer, y ¿Qué Ocurre en La Calle…?  En estas dos últimas los nombres de don Héctor y mi amigo y vecino Gustavo son reales.
   En ¡Pido La Palabra! les digo a los vecinos que si se reconocen en algún personaje que tomen la historia como una especie de homenaje. Yo fui realmente secretario de actas de esa comisión vecinal así que la historia es casi tal cual. Mis amigos no estuvieron de acuerdo con el comentario con el que finalizaba la historia originalmente, en el que yo expresaba un poco mi frustración respecto del barrio, así que eliminé ese final.
    El Loco Lagaña es apenas una estampa de un personaje inolvidable del barrio. Lo hice originalmente en inglés  para una clase de lengua de ese idioma reescribiendo una historia de mi amigo Fredy de 1991. 
     En La Margot, usé la palabra puta en el sentido coloquial de toda la vida. No sé si hoy en día pudiera acarrearme algún problema por discriminación con el INADI, pero aclaro que no he tenido el espíritu de discriminar a nadie. Tampoco es mi intención discriminar a los travestis mencionados en La Noche de la Víspera. Esta historia es una especie de respuesta a un cuento que escribió Gustavo Barco (un vecino del barrio) con temática gay. Lo que escribí yo, me parece, habría sido menos interesante si hubiese sido contada desde la “vereda de los pibes normales”. De este muchacho, Gustavo Barco, recomiendo en forma apremiante su cuento “La Traición a Chaquicito,” que se puede encontrar en bcharrua.com.ar   El mismo bien podría integrar esta colección.
      Dani  y  Domingo son cuasi-ficciones.  Son el resultado de mirar alrededor y ponerse a escribir desordenadamente algo instantáneo. 
      En ¿Quién Pudiera...? imaginen la voz de un niño de ocho años que llega desde mediados de los años '70. Sobre esto debo haber escrito como cinco páginas pero puse sólo unos pocos pasajes que no se pueden reducir.
      Una de las historias me llevó a un futuro imaginario en la tercera década de este siglo: Charrúa 2031, Odisea en el Futuro; en ésta debo reconocer la inspiración que me dio Jorge Vargas  con un comentario que me hizo sobre “un proyecto de turismo cultural, como estrategia para mejorar del barrio”. 

      De manera que pasado, presente y futuro están cubiertos en esta colección. Debería ampliar esta introducción porque en 2013 agregué muchas más historias, algunas bastante extensas y complejas.  
    
    Y ahora sí, finalizando, agradezco a mis amigos Guillermo Mamani, Fernando Ríos y Jorge Vargas por leer las historias y darme sus opiniones; especialmente mi gratitud a Fredy Heredia con quien desde hace años venía intercambiando  y discutiendo cosas que inventamos como si fuésemos graaandes escritores. Por tener qué mostrarle el verano pasado comencé a escribir cosas sobre el barrio sobre el que alguien me dijo una vez que “no daría dos pesos”.

                                                                     
    
                                                                                                                                                Eusebio Natanel  (2013)


domingo, 17 de noviembre de 2013

¿EL SABOR DEL ENCUENTRO? (2013)

Toda esa gente que está en la pantalla,
Que no es como vos, ella o él…
No es toda la gente argentina
Que pretende haber.

Un tablero y fichas de un solo color
No es de damas ni es para ajedrez.
“El Sabor del encuentro” entre ellos,
Y nosotros nada que ver…

No son como yo, no son como vos.
El sabor del encuentro
No te encuentra a vos.
No son como vos, no son como yo
que salga el arco iris
con más de un color.

Si en tu país te sentís extranjera,
Amiga, eso e$ publicidad
Pero con los libros de historia
tendrás tu lugar

Una industria quiebra, da menos ganancia:
la venta de cama solar.
El mundial envuelve un par de semanas
pero gana el color de la realidad.

No son como vos, ni son como yo
El sabor del encuentro
No te busca a vos
No son como vos, no son como yo
Que salga el arco iris
con más de un color.

Amigos queridos, llegados de otro hemisferio:
La diversidad no es misterio,
Aca están nuestros DNI
Si hay sólo un “sabor del encuentro”,
Se buscan un futuro incierto
No somos extraños, 
Ni la realidad es publicidad...

No son como vos...





 4/4 Guitar chords:
verse: C Em Dm
F Dm F G F G

chorus C Em Dm
F C F G

Bridge: Am Em
Dm C7
F G C Am
F Fm G7



Words and Music by Eusebio Natanael
Original version: 1998
Lyrics rewritten in 2013

Esta canción fue compuesta en 1998 en inglés con el tìtulo I Call your Name. La letra original hablaba de una pareja marginal que no se sentía feliz y de la frustraciòn que sentía uno de ellos. Ahora a la misma estructura de acordes le puse otra letra en castellano que me parece más significativa: habla de darse cuenta de que la gente vive inmersa en la hegemonía de un perfil socio-económico en Argentina el cual está representando en la canción por la gente que se muestra en las publicidades de la cerveza Quilmes.  Hay otra alusiòn muy vaga (humorìstica) al texto de  una antigua publicidad de la fragancia femenina Impulse. Es como una canción de protesta pero que no se queda en la simple rebeldía: invita a la reflexión, al debate y, en definitva, plantea la integraciòn de las supuestas minorías que están fuera del “Sabor del Encuentro”. Admito que el texto de la canciòn es unilateral pero se supone que actúa en contra de la corriente.

This song was written in 1998 in English with the title I Call your Name. The original words were about an unhappy, outsider couple and the frustration of one of them. Now I've taken the same chord structure and replaced  the lyrics for others which appear to me more meaningful.  It's about becoming aware of the fact that people live under the hegemony of a well-to-do (looking) social class, portrayed in the song by the people featured in a series of TV advertisements for an Argentinean beer whose trademark is Quilmes. The slogan used by this product is "The meeting's flavour". There is also a vague allusion to another TV advertisement of a fragrance for women, Impulse (trademark), whose text is used humorously. It's a like a protest song but one which is not content with just being rebel: it also invites to reflect on this issue, it may trigger a debate and, ultimately, stand up for the integration of the supposed minorities that lie outside "the meeting's flavour". I admit that the song text is monoglossic but it is intended to counteract the tide.






sábado, 19 de octubre de 2013

ALGUIEN DEBERIA ESCRIBIR ALGO SOBRE JORGE VARGAS. AH POR CIERTO, A TRAVES DE SU PAGINA bcharrua.com.ar ME ENTERO QUE HAY ALGUIEN CON QUIEN COMPETIR: GUSTAVO BARCO (2013)









   --Hola Gustavo. Che, te felicito por tu cuento de “Chaquicito(1)”. Me fijé por casualidad en la página de Jorge, no sabía que estaba actualizada. Y vi tu cuento. Me gustó mucho.
  --Ah, gracias. Yo también leí el tuyo, está bueno. Es laaargo…



  








































(0) Encontré a Gustavo Barco en el pelotero de McDonalds en Pompeya. Estaba con su familia. Yo estaba en un cuartito detrás del pelotero. Ahí vi cuando llegó.
(1) El cuento "La Traición a Chaquicito" de Gustavo está en la página de Jorge (un amigo común del barrio) en bcharrua.com.ar en la sección Cultura/ir al archivo.







sábado, 24 de agosto de 2013

DANI (2013)





       Una niebla fría desdibuja las formas de unos chicos que están sentados debajo de un toldo a la puerta de un negocio de comidas que solo se abre cuando hay un partido en el GasómetroLa avenida Cruz a la izquierda, ya sin las franjas de pasto que arrancaron las obras del Metrobús, parece ahora una pista de carreras de una competencia en la que muchos –incluidos especialmente estos que se juntan debajo del toldo-- no podrán participar.
      El barrio, así como está, es como un refugio. Creo que así lo han visto siempre los de este grupo que nacieron en este barrio y otros de su misma generación. De tanto en tanto unos policías vestidos de verde con armas largas aparecen por el lugar, pero los del toldo saben qué hacer en estos casos. Verlos allí te hace pensar que para ellos nada importa ya. Nada, excepto quizás lo que pudieran conseguir para ellos mientras estén dando vueltas por ahí.
     A uno de éstos, que le dicen Pekerman, se lo llevó la policía, según comentan los vecinos. La última vez que lo vieron deambulando por el barrio fue alrededor de la última navidad, cuando aparecía con cosas que afanaría en las inmediaciones. Lo más común --según decían-- era que le arrebataba las mochilas o las carteras a la gente que viajaba sentada en el último asiento en los colectivos, junto a la puerta de atrás. Al descender la última grada, Pekerman estiraba la mano y en un abrir y cerrar de ojos corría como loco con el botín para perderse en las penumbras intimidantes del barrio.
       Podría decir que yo he aprendido a perderles el miedo. Cuando llego tarde a casa y paso por el toldo, los miro disimuladamente como quien mira todo alrededor. Reconozco a los del grupito, durante un tiempo son más o menos los mismos. Escucho a veces mencionar el nombre Pekerman pero no sé cuál es, si se encuentra ahí entre ellos.  En realidad, los integrantes van cambiando; siempre se suma temporalmente alguno que es desconocido en Charrúa. Si no se los observa con detenimiento no se los distingue: es que se ven todos iguales con esos equipos de gimnasia amplios y la infaltable gorrita de pato, debajo de la cual, las carnes de las mejillas están secas y los pómulos se afilan.
       Pienso en las conversaciones que se dan en mi trabajo sobre la inseguridad. Mis compañeros de clase media viven en lugares que se supone eran mejores hasta que la delincuencia y el miedo llegaron también. Esta gente no duda en decir que la policía debería andar con una ametralladora y cagar a tiros a los chorros. “Hay que matarlos a todos”, y lo dicen con tal naturalidad que uno se pregunta en qué creerán o qué valores les habrán inculcado. He discutido con ellos acaloradamente por esta  mirada despiadada. Todo, para que un vecino del barrio me contara hace poco cómo entraron a su casa y se llevaron sus cosas, y que, por eso, dijo puteando y mirando desafiante hacia aquel rincón del toldo estando el grupito allí, iba a comprar un arma para tenerla lista la próxima vez que se metieran con él.
       Ya no salgo mucho a la vereda como antes. No queda ya gente conocida para charlar; ni siquiera tiene sentido estar ahí afuera para chusmear qué gente nueva hay en el barrio. Los inviernos entonces se hacen más desolados y solitarios. Y la presencia de este grupito no hace las cosas para nada mejor.
        Al principio de los años noventa, Charrúa todavía conservaba cosas del barrio en el que nací y crecí, si bien de a poco iba transformándose en un lugar distinto de lo que muchos imaginábamos se iría a convertir. En esos años vivía cerca de casa un tipo que, por las habladurías de los vecinos, era de los pioneros con el tema de la droga. No tengo idea de si sólo consumía o también vendía. De todos modos, en el pasado este asunto consistía en historias aisladas, envueltas en un manto de misterio; y quienes estarían involucrados eran personas muy raras, como poseídas por una especie de poder maligno. ¡Cómo han cambiado las cosas! Hoy en día uno se da cuenta de la presencia de la droga tan solo con pararse a tomar un poco de fresco en la vereda; es algo tan cotidiano como una señora que sale a barrer.
       Pero estaba recordando los primeros años de los 90s, cuando Charrúa todavía se parecía al barrio que fue. Este tipo al que me estaba refiriendo tiene un hijo: Dani. Como la familia vivía cerca de casa puedo decir que conozco a Dani desde que nació. He visto a su madre llevarlo en brazos, envuelto en esas mantas para bebés. Pronto Dani era un chiquito más que corría por los pasillos gritando con sus amiguitos. Recuerdo especialmente una ocasión en que salió de su casa con una toalla atada al cuello cantando la canción de la vieja serie de los sesenta de Batman. Jugaba con otros nenitos a que peleaban haciendo el ruido de los golpes y todo eso.  Ese día, no sé por qué yo estaba medio bajoneado, había salido a la vereda para cortar con la sensación de opresiva que me producía estar encerrado en casa. En la vereda sin darme cuenta me quedé mirando a Dani, que estaba jugando al superhéroe, y mi melancolía se disolvió en una sonrisa. 
     Años más tarde, Dani ya había entrado en la adolescencia. Por aquellos años había un programa de televisión local para adolescentes llamado Rebelde Way que estaba de moda, con esos chicos y chicas de casting, muy lindos, en sus típicos enredos sentimentales. Como nos conocíamos de siempre, con Dani nos saludábamos cuando nos cruzábamos; buena onda, sólo eso. Un día empecé a decirle cada vez que me lo encontraba “¡Eh, Rebelde Way!” porque Dani había adoptado cierto peinado de moda, como los de los personajes de aquel programa juvenil. Entonces Dani automáticamente me respondía lo mismo: “Eh, Rebelde Way”. Y así, nuestra limitada relación quedó reducido a aquel saludo tonto.
     Pasaron unos años más y las sonrisas de ternura se convirtieron en recuerdos lejanos. Las banditas de adolescentes que paraban en las esquinas en medio de una nube de marihuana iban sucediéndose una tras otra, ya sea porque la vida de esos chicos terminaba demasiado pronto, o porque se comentaba que se los llevaba la policía, o por alguna razón que no se llegaba a saber con certeza pero que se podía intuir. Las drogas también se iban haciendo más perversas y las consecuencias peores. Pronto empecé a ver también que Dani empezaba a juntarse con los de esas banditas que paran debajo del toldo. Cuando yo volvía del trabajo y pasaba cerca de ellos escuchaba el "¡Eh, Rebelde Way!" Y por un tiempo yo le contestaba lo mismo, como era nuestra costumbre. Luego cuando noté que Dani se involucraba más y más en los movimientos de los del toldo --debo decir que no sin culpa-- empecé a ignorarlo.
       Hace poco, una noche volvía a casa con los auriculares del celular escuchando música. Pasé cerca del grupito, y el hecho de estar “enchufado” era una buena excusa para "ignorarlos" totalmente. Pero mientras me acerco a la puerta de casa siento que una voz detrás de mí viene diciendo algo. Me doy vuelta y veo a Dani que viene casi pisándome los talones. Con la luz débil de un foco que iluminaba el pasillo, me sobresalté al ver su cara, la verdad es que metía miedo. Evidentemente estaba drogado con algo peor que el porro, cuyo olor emanaba sus ropas.

        --- Che, Rebelde Way, dame plata.
     
      Iba a contestarle algo, pero decidí quedarme callado y fingir que no lo había oído; me di vuelta y seguí caminando. De pronto siento un manotazo que impacta con gran violencia en mi cabeza por detrás. Me detuve sin saber qué hacer ni decir, estaba shockeado. 

      ---¿Qué? ¿Me vas a denunciar a la policía, la concha de tu madre?

       Hice lo posible por no reaccionar de ningún modo. Creo que no tenía sentido. Sabía que sus amigos estaban ahí cerca, ellos no tenían nada que perder. Pocas veces me había sentido tan impotente y alterado. Alcancé a ver la cara lívida de Dani, ensombrecida por la visera; él deformaba la campera estirando las manos dentro de los bolsillos, estaba tenso, listo para atacar de nuevo. Sin embargo, dio media vuelta y regresó al rincón aquel debajo del toldo junto a los otros. Entré a casa, cerré la puerta con llave y me fui a dormir.

      Poco tiempo después, cuando compraba en el kiosco multirubro de la esquina al que suelo ir, la chica que atiende que siempre me cuenta cosas que pasan por ahí me dijo:
   ---¿Te diste cuenta de que la esquina está más tranquila últimamente?
  --- Puede ser, ya no se ve tanto a la bandita esa que para ahí en el toldo. Bueno, ahí están algunos ahora pero no los conozco a todos.
   --- Es que dicen que se llevaron a Pekerman.
  --- Sé que a uno de esos que le dicen así pero la verdad que no sé quién es.
    ---¡Pekerman! ¿Cómo no lo conocés?
    --- No...
    ---¡Dani!  ¿Cómo no lo conocés...?







..

viernes, 26 de julio de 2013

LA ÑUSTA (Conclusión)



Esta historia está dividida en cinco partes. Esta es la última. Para ir al comienzo, vaya a la columna de archivo del blog y abra el 30 de junio.


Era el miércoles siguiente. Juliana vio a Tony entrar al bar alrededor del medio día. El tenía una sonrisa como de un niño como cuando sale de la escuela. El patrón del bar hablaba por teléfono, así que ella se acercó hasta donde había quedado parado.
--Hola Casimiro. ¿No has ido a trabajar hoy?
--Tony nomás dime. En mi trabajo he pedido permiso para venir a verte un ratito.
Ella se quedó mirándolo en silencio. Él la miraba también, con ojos de enamorado, no lo podía evitar. Estaba ansioso por contarle lo que había hecho para ayudarle. No sabía como empezar. Finalmente decidió simplemente pedirle de encontrarse con él.
--Algo tengo para contarte sobre ese dinero que te deben. Seguro estoy de que pronto te van a cancelar...
    Ella quedó sorprendida. De pronto los interrumpió el patrón del bar con una expresión poco amigable al advertir la presencia de ese muchacho cuya cara ya le era familiar.
---Juliana, teléfono para vos.
---Si son los gusanos--, dijo Tony sin que la cara del patrón apagara su sonrisa. y aclarando lo del mote aquél---, te están llamando por lo que te estaba diciendo--. Juliana seguía sin entender.
--- ¿Cómo sabes?
--- Todito lo que pasó con esa gente te quiero contar. ¿Podemos vernos esta noche cuando salgas de aquí?
   Ella se quedó mirándolo. Vio a su patrón  sosteniendo el tubo del telèfono, impaciente. --- Esperame un poquito, voy a ver quién me está llamando, ¿ya?.
      Ahora que estaba solo, espantado por las dagas que lanzaban los ojos del patrón, Tony salió a esperarla sobre la vereda. A través de la ventana vio que Juliana, al teléfono, al principio se sorprendió; después irradiaba satisfacción mientras su esbelto cuerpo se mecía suavemente, la mirada perdida. Cuando terminó de hablar, salió a ver a Tony.
--- Esta noche no va a poder ser. Un compromiso tengo.
--- ¿Con quién?
---Tenías razón: dice que me van a pagar hoy a la salida de aquí---. Su sonrisa de satisfacción era contagiosa. Tony estaba tan o más contento que ella; estuvo a punto de contarle todo lo que había pasado y cómo él se había involucrado, pero el patrón apareció junto a ellos.
---Che, dejala. Está en horario de trabajo.
    Juliana se apresuró a despedirlo. ---Mañana nomás nos vemos a la salida ¿ya?
--- ¿Hoy nomás te pagan entonces?
--- Así ha dicho.
---¿La mujer  del patrón del Félix?
--- Su hijo me ha llamado...
     La sonrisa de Tony se achicó, pero él se esforzó en evitar que desapareciera.
---Mañana jueves, nos vemos ¿ya? A la salida.
    Un golpe de fastidio del patrón sobre el mostrador que sonó como un estampido hizo que se despidieran rápidamente. La dicha no había quedado completa para Tony. Mañana se encontrarían, sí, pero ¿qué tenía que ver el gusanito en todo esto? ¿Le habría pedido Estela Guzzano que se ocupara del pago? En ese caso mejor le hubiera adelantado a Juliana sobre su intervención y la de su amigo en el asunto. Ahora solo quedaba esperar para verla al día siguiente. Con una mezcla de pensamientos dándole vueltas por la cabeza se fue caminando de regreso a la obra donde le esperaban sus compañeros y mucho escombro para transportar..


      Pero retrocedamos un día, al martes por la noche. Era el cumpleaños de Estela Guzzano. La familia cenaba en la casa de Parque Patricios.
  --- ¿Y no dijiste que te ibas a regalar una cartera, como la de Mirtha Legrand?---, preguntó Chiche Guzzano sin mirar a su esposa, que estaba sentada a la mesa a su lado.
--- No. Mis ahorros son para otra cosa--, dijo Elena con bronca por haber tenido que renunciar a esa cartera. Ni loca iría a contar sobre la advertencia de que pagara la deuda a Juliana y lo de la “bruja”. Chiche la habría matado.
     Federico iba a sacar el asunto de la deuda, pero era innecesario ahora porque él también había estado actuando en secreto.
---Sí, mejor guardá tu plata para los gastos de Italia. Yo más no pienso gastar, eh ---, dijo Chiche con la boca llena.
---¡Ah no! Vos algo me tenés que regalar. ¡Y de Europa, eh!
--- ¡Olvidate! Fede, pasame el pan.
---Che, dejen de pelear. Después mamá empieza con la jaqueca…
---Se supone que no voy a volver a tener más jaquecas ---, dijo Estela, mirando hacia la pequeña superficie de pared arreglada por el albañil boliviano. No habían aparecido otras manchas, lo cual era un buen signo.
---Y vos Fede, ¿Ya contrataste nuestro paquete(1), ya hiciste todo?--, dijo Chiche.
---Sí, ya hice todo. Ahí están los vauchers--- dijo el hijo señalando un mueble en el comedor. Estela se levantó para agarrarlos.
--- ¡Ahora no, mamá. Sentante a comer!
Pero Estela no hizo caso. Cuando agarró los vauchers chilló como una ambulancia.
---¡Ay, te mato! ¡En ATI Viajes, no! ¡Es una agencia de merda…!
---Bueno, ustedes siempre quieren ahorrar, ATI tiene precios buenos.
---¡Después quiero ver la diferencia en el saldo de mi cuenta, eh!-, lo interrumpió Chiche.
---¡Me vuelve el dolor de cabeza! ¡Aaaay!
   El grito de Estela salvó a Federico de la auditoría financiera de su padre. No convenía que la hiciera. Estela se levantó y volvió a la mesa con algo que había sacado de su cartera.
--- ¡Madre mía!. ¿Qué hacés con ese salero en tu cartera?---, dijo Chiche llenando su vaso con vino tinto.
---¿Qué es eso que me ponés? ¿Me querés envenenar por lo de ATI Viajes?—dijo Federico viendo cómo su mamá agitaba el salero con el locoto en polvo que le había dado doña Dorotea de Charrúa sobre el plato de los sorrentinos que estaban comiendo.
---Es un condimento boliviano – dijo Estela.
--- A mi no me pongas---, dijo Chiche con cara de asco.
---A ver… ---dijo Federico, interesado. “Un sabor de su tierra”, pensó, y  llevó el tenedor con un sorrentino a la boca. El picante era tan fuerte que la boca le dolió. Se puso rojo como una de las franjas que tienen en común las banderas boliviana e italiana. Le arrebató el vaso a su padre e hizo “fondo blanco”.
---- Por un rato, te va a pasar cualquier cosa menos dolerte la cabeza.---dijo Estela a su hijo.


    Jueves a la tarde. Tony la fue a esperar como habían arreglado.
   ---…entonces me ha dicho: “tomá, esta es la plata que te deben mis viejos,” y me ha dado un sobre. Yo lo miré y le dije: Pero tu mamá ya me ha pagado hoy. Por el bar ha venido a la tarde. Me hecho firmar un recibo. Y al patrón también le ha llamado para que sea testigo…
   Juliana le contaba a Tony lo que había pasado el día anterior, miércoles, cuando finalmente le pagaron. El la acompañaba a que  tomara el colectivo a su casa, en Villa Celina. Tony ya le había contado sobre su participación en el plan del ojeo y la mancha de humedad. Por supuesto, Félix recibió su crédito. Las risas de ambos hacía que los transeúntes que andaban por la Avenida La Plata se dieran vuelta para verlos.
--- ¿Otra vez te ha querido pagar el gusanito, entonces? Si la vieja más temprano la plata ha ido a largar…
---¡Y qué loca estaba! “¡Más vale que ya no me duela más la cabeza o a Migraciones te voy a reportar!” me ha gritado delante de la gente, pero(3)...
   Tony se rió y disimuladamente puso un brazo alrededor de los hombros de Juliana. Ella simuló no darse cuenta. A él no le habría importado si hubieran tenido que caminar kilómetros.
--- No entiendo, pero. Si la mujer ya te pagó. ¿Por qué el hijo otra vez también te ha querido pagar?
--- Sí, pues, no sé por qué. Pero yo no lo he aceptado, aunque Federico mucho insistió en que lo tomara nomás(4), como compensación por cobrar tarde…
    A Tony no le gustó que ella llamara al “gusanito” por su nombre. Y dijo a pesar de sí mismo:
---Igual nomás, debías agarrar...
---No. No he querido.
---¿Y después qué han hecho?---, preguntó mirando a Juliana a la cara. La dicha de ir caminado con su ñusta ese hermoso anochecer se opacó por un instante.
---Después me ha mostrado las habitaciones de su departamento para cuando vaya a limpiarlo. Y después me he venido a mi casa.
---Y… ¿eso nomás ha pasado?—preguntó Tony temiendo la respuesta.
   Justo llegaron a la esquina de La Plata y Avenida Cruz. A lo lejos distinguieron al colectivo que se acercaba. Cruzaron la avenida corriendo hasta alcanzar la parada.
---Y eso nomás ha pasado---, dijo ella finalmente recuperando el aliento. En realidad, se guardó algunas cosas que sabía no le iban a gustar a Tony.
    El último espacio que Federico le había mostrado  de su departamento de Palermo fue el balcón con vista al Río de La Plata que asomaba por detrás de las líneas del ferrocarril. Ya había oscurecido, y la vista de la ciudad era soberbia. Juliana había quedado un momento contemplando embelesada el mar de luces. Y ahí fue cuando él se aproximó por detrás, y la tomó de cintura y pegó su cuerpo al de ella. Sorprendida, se dio vuelta y él la besó en la boca. Ella fue directamente a la puerta para salir de allí. El pidió disculpas pero intentaba seducirla con sus armas de galán. Hasta que abrió a boca:
---Juliana, disculpame, no quise propasarme pero para mí sos como un fuego que me quema por dentro después de comer un condimento de tu país--, dijo él sin pensar en lo que decía. Ella lo miró perpleja y puso su mano en el picaporte de la puerta. Ël ofreció llevarla en auto a su casa en Celina.
  Durante el viaje de vuelta él le contó cómo había hecho para deducir de los gastos de las vacaciones de sus padres el dinero adeudado. Ella dijo que lo devolviera ya que su madre le había pagado. Él le propuso riendo que ella lo guardara como garantía en caso de que a él se le diera también por no pagarle cuando ella limpiara su departamento. Lamentó --sin embargo-- haber hecho esa broma porque ella dijo que mejor no iba a trabajar para él, y tan seria se puso que él volvió a pedirle disculpas por el beso en el balcón. Durante el resto del viaje a Celina solamente se escuchó la radio del auto.

---Quiero verte más seguido, como amigo nomás— dijo Tony retirando disimuladamente el brazo de sus hombros. Era como si hubiese presentido la suerte de su competidor; ella se había puesto de pronto muy seria.
--- No te engañes. Los hombres siempre quieren más.
---Ya. Lo juro, como que me llamo Tony.
--- ¿Has visto? Casimiro te llamas, no Tony.

    Pararon el colectivo, y antes de que ella subiera se despidieron con un beso en la mejilla sin que él dijera de verse otra vez. Pero una vez que Juliana pagó el boleto, y ni bien se ubicó en un asiento doble que estaba libre junto a la ventanilla, Tony apareció a su lado.
---Es que yo voy hasta Charrúa...
--- ¡Vamos pues, Casimiro!
--- Shhhh
---Pero Casimiro te llamas. Lindo nombre es, zonzo.
   Un adolescente que iba de pie junto a ellos revoleó los ojos por lo hilarante del nombre. Al ver que eso la divertía, él se vengó pasando de nuevo un brazo por sus hombros. Ella no lo rechazó. Cuando pasaron por Charrúa, él no se levantó para bajar. Ella lo miró perpleja y él le mostró su boleto.
---Hasta Celina he sacado.
---Si vienes conmigo te vas a ojear --, le dijo ella con la misma expresión que tenía cuando contempló la vista nocturna de la ciudad desde el departamento del “gusanito”. Y Tony le robó un beso.
    En este segundo viaje que Juliana hacía acompañada a su casa en Celina hubo, en cambio, risas por la operación “albañil-chamán”, silenciosas y profundas miradas y hubo más besos.
     Tony y Félix habían viajado muchas veces a Villa Celina para disfrutar alguna comida típica de Bolivia, pero para Tony –o Casimiro, si quieren— en esta ocasión, el simple y ordinario viaje en colectivo a ese lugar tuvo el efecto de convertir las canciones de su cassette Románticos de Ayer en realidad.



                                                                                                                              F I N



Escenas que no entraron:

---Estela, ¿te quedó algo de ese picante? Me está doliendo mucho la cabeza…
---No, ¿sabés que no? Cuando volvamos al país voy a ver a esa bruja para comprar más. Pero tenés que acompañarme, es un barrio boliviano muy jodido.
---¿Bruja? ¡Para qué querés si vos ya sos!



---¿Qué estás haciendo con eso, Félix? Andá más bien a levantar un poco a la wawa. ¡Mirá cómo esta chillando, pues!
---Ya, enseguida. Estito quiero ver si arreglo. Es el caset del Tony que yo se lo hei roto.
---¡Qué caset ni caset! ¡Caset te voy a dar!
---¡Nooo!…¿y ahura? ¡Ya no se puede rescatar la cinta, pero!



--Mate de coca nomás debí haberle ofrecido a esta señora argentina. O alguna piedrita para sacar el aire…
                                     (Doña Dorotea)


--¡Corte! No, querido.  Dejate caer con todo el peso del cuerpo. Si no el cassette no se rompe.
-- Si lo ponemos de canto se rompe más fácil.
-- Bueno… Escena 604 Toma 4 “La Ñusta”.
    Luz…cámara…¡acción!



¿La cartera es de Mirtha Legrand o de Susana Giménez? Tiene que ser una bastante cara…



Che Casimiro, se te ve contento. Se ve que la estás poniendo...
                                                                                                   (El arquitecto de la obra)



                                          Dedicado a mis amigos Guillermo y Fredy.