---Paso siempre por esta puerta. Nunca pensé que acá habría un...un... --- dijo Oscar a los otros dos que lo habían llevado a ese lugar que no sabía cómo llamar. Los otros dos eran
su primo Leo, y Guido, que era más amigo de su primo.
Guido, el líder de facto en esa salida, revolvía los ojos cada vez que Oscar hacía
un comentario inocentón. Leo, en cambio, se adaptaba con total naturalidad al tipo de lenguaje que imponía Guido, el más entrador y canchero de todos.
---Quiero imaginar que después de hoy éste no
va a hablar más así--- dijo Guido y lo remedó, meneando la cabeza “…nunca
pensé que acá habría un, un…” Leo
se rió por la voz que puso.
---Pero dijeron que íbamos a dar una vuelta,
no de venir acá---, protestó Oscar, controlando su indignación.
--¡Hacete hombre de una vez, carajo! En dos años vas a tener veinte.
¡Basta de pajas!
Mientras Guido se reía de la ineptitud de Oscar, Leo se reforzaba el jopo en el reflejo de la ventanilla del desvencijado 404 en el que los había
traído Guido. Las burlas de Guido sobre las supuestas pajas del tierno del trío torcían las sonrisas, pero nadie habría imaginado
que los dos amigotes habían suprimido el recuerdo de tales prácticas censurables,
especialmente por haber sido compartidas de forma colaborativa.
La puerta alta de esa casa antigua donde funcionaba aquel prostíbulo sobre la Avenida Saénz (a metros de Almafuerte) tenía un foquito azul en el dintel; estaba entreabierta y lo único que dejaba ver era una escalera que iba hacia arriba.
Empezaron a subir la escalera que terminaba en una especie de recepción en un descanso,
donde un hombre, después de cobrar el valor de los pases, dio a cada uno un numerito de talonario de
turno. Luego les dijo señalando una puerta a su derecha: ---Pasen y pónganse cómodos ahí adentro.
Tómense una bebida si quieren.
El translúcido vidrio esmerilado de la mitad superior de la puerta
resplandecía de azul por la iluminación del otro lado.
Al entrar, los nervios de Oscar se
manifestaron en tembleques torpes que luchaba por neutralizar y una sonrisa
tiesa con la que intentaba negar el vértigo que estaba sintiendo en ese
momento. Sabía que ya era tiempo para su primera vez, pero ni por un segundo pensó
que se daría así de súbito, sin que pudiera mentalizarse antes. Leo había
dicho irían a los flippers de Sacoa o a jugar al pool por Lavalle, pero tuvo
que meter a Guido, de quien parecía inseparable, para tener luego que insistir
y convencer a su primo de que no se echara atrás. Guido solía poner el auto, lo
cual hacía las salidas más atractivas. Pero esto de ir a un puterío, no, no
estaba en su plan. Y ya no había vuelta
atrás.
El lugar de espera estaba iluminado con luz negra, de esa que hace
resplandecer la ropa clara. Había un
mostrador vetusto de madera oscura que exhibía copas y botellas de bebidas para
viejos, lo mismo que los estantes improvisados por detrás del barman. En una esquina de
esa sala de espera, un televisor mudo mostraba escenas pornográficas saturadas
de color. Desparramados en varios de los asientos estaban esperando también dos
hombres grandes que fumaban y hacían que el tugurio se viera envuelto en una
neblina azul arremolinada.
Leo se sentó al lado de Guido en un sofá de cuerina roja y ambos encendieron
sendos cigarrillos. Oscar, que se ubicó
enfrente, no sabía qué hacer con las manos; veía cómo su primo se inclinaba
hacia Guido y le decía cosas que no alcanzaba a escuchar bien debido a la
música fuerte del ambiente. Leo reía
ladinamente, se lo veía excitado y entrador, aunque era evidente que procuraba
la aprobación del otro. Las caras de los dos amigotes desaparecían por breves
instantes detrás de los chorros potentes de humo que expulsaban hacia abajo, o en
intentos de figuras proyectadas hacia arriba.
Ansioso, como un escolar al que van ponerle una vacuna requisito de la primaria, Oscar miraba alrededor, cuando de pronto la cara de Guido se le
acercó por entre esta cortina de humo; vio que este malvado le alcanzaba el atado de
cigarrillos. Por inercia Oscar estiró la
mano para tomarlo pero Guido amagó y, mirando por sobre el hombro, le dijo al primo canchero:
---¿Fuma este tierno o se nos intoxica?
---No creo… Mejor no los gastes…
---¿Cojió éste alguna vez… o... primavera…?
La entonación de la
pregunta fue insidiosa, comenzó en un tono alto, punzantemente inquisitivo, y bajó a uno que denotaba decepción, expectativa no cumplida.
---Mhm… ---, se escuchó de Leo, que al ver la cara descompuesta de su
primo no podía dominar la compulsión de su sonrisa---. No sé… ¿Qué onda Osqui…?
Las glándulas de la boca de Osqui segregaban un sabor a traición, especialmente porque Leo sonreía así. Cuando Guido retrocedió cayendo contra el
sillón, los amigotes se rieron mirando a Oscar de reojo. El cabello del líder, aplastado hacia atrás
con Lord Cheseline, emitió un brillo fugaz cuando giró la cabeza para mirar el
televisor. En medio de aquel casi fantasmagórico ambiente, el líder adquiría el
intimidatorio aire de un hombre de calle, de un habitué de este tipo de lugares
y de otros terribles. Y su primo Leo… no, él
no era así cuando ambos estaban en casa; no era muy distinto de Oscar en
realidad. Los primos prácticamente no hablaban de sexo, excepto una vez en que
Oscar le encontró una revista porno debajo de la almohada. Que estuviera hecho
un zarpado era atribuible a Guido, de quien se podía esperar todo. Era por culpa de él
que ahora tenía enfrentar esta situación incómoda. Cuando las cavilaciones de Oscar
hicieron una pausa, oyó que Guido decía: “Vinimos a ponerla. Olvídate de tomar
algo, acá te rompen el culo…”
No acababa de decir aquello cuando, como corporizadas de entre las penumbras, vio que dos
mujeres jalaban de la mano a su primo y al líder para llevárselos por un
pasillo hacia los cuartitos por donde se había perdido uno de los hombres que
esperaba su turno.
Ahora sentado solo, el corazón de Oscar tenía el ritmo de
una comparsa de los caporales, solo que el espectáculo para los que se encontraban allí alrededor
debía de ser la expresión misma de su cara,
que era como la de alguien que luchaba con la incontinencia.
---¿Vamos, pichón?---, le dijo la voz de otra mujer que apareció de
repente por detrás. Inclinada hacia Oscar, le anticipaba sus pechos alargados contenidos en una lencería negra.
Oscar quedó anulado por un instante. La mujer, que se le antojó
vagamente parecida a una actriz veterana de la televisión, lo miraba sonriendo
hasta con cierta ternura. Él creía que todos alrededor estaban pendientes de
él, algo que no podía tolerar. Oscar se
puso de pie y se dejó de llevar de la mano hacia el mismo pasillo. ¿En cuál de los
cuartos estarían los otros? ¿Estarían todos juntos o cada uno por separado?
Oscar prefería que fuera el segundo caso; es como imaginaba que serían estos
asuntos.
---Qué chiquito que sos. ¿Cuántos años tenés?
---Dieciocho.
---¡Ah pero parecés mucho menos…! Yo decía cuando te vi: ahora entra la
cana y nos lleva a todos de los pelos… A ver, tranquilo… primero vení para acá…
Mmhhh, bien, bien… pero vamos que no soy tu mamá, eh… (risas)
---¿Qué es eso?
---¿Cómo qué es? Una palangana con permangato, ¡qué va a ser!… Y esto es
un jabón, que imagino ya conocés… A ver, a ver… Mirá, más que esto no me pidas
que haga… No me pidas que al final te suba el calzoncillo también eh… ¡Uupa! …y
parecías tan inofensivo… Me parece que con vos voy a hacer una excepción… [ CENSURADO POR LENGUAJE EXPLICITO]... qué
bien que entendiste que no soy tu mamá, ¡pero pudiste haber esperado un
poquito! ¿no? (risa) Tomá, guardátelo
para la próxima vez, pichón…
(Volviendo al barrio en el 404)
---… jaajaaja ¡Qué hija de puta! ¡La Margot* está más linda que ésa,
boludo!
---¡Y la que me tocó a mí tampoco zafaba, eh! Pero ¿a dónde nos
llevaste?
---¿Y qué querías por esa guita, la concha de tu hermana?... Shhh… Cállense un poco que está un patrullero
ahí…
---¿Y vos, Osqui, que te quedaste callado ahí atrás? ¿Qué se siente
ahora…?
---Hmm. Para mí que tu primo la mató con una inundación, la ahogó
(risotadas).
---¿Todo bien, primo? Fuiste el último en salir… Che, la que le tocó a
este no estaba tan mal… Se parecía a una
de la tele…
---Sí, esa vieja zafaba-- dijo
Guido---. Che, Oscar, ¿te pasó algo que quedaste calladito?
---Me muero de sueño, no me jodan…
---Uhhh (risotadas)
--- Eh, che, ¡vení acá! ¡Se bajó
este loco!
---¡Oscar! ¡Volvé! ¿A dónde va tu primo?
---Dejálo, vuelve a casa. Esta salida lo agarró de sorpresa. No sé si
hice bien en decirle que venga…
---¡Dejáte de joder! Si no lo traías debuta a los 30… Che, pero el
barrio queda para allá y tu primo se fue para el otro lado…
[Estimados lectores, hay varias posibilidades para el final. Llegué hasta aquí escribiendo de un tirón. Pueden el pensar el desenlace o final que quieran… Puede que yo aporte uno pronto]
Flippers de Sacoa: El pinball, flipper, petacos o milloncete es un juego de salón mecánico, electromecánico o electrónico a base una bola impulsada por un resorte que corre por un tablero con diversos diseños ornamentado con diversos componentes electrónicos cuyo contacto con la bola otorga cierto puntaje al jugador, la bola era re-proyectada dentro del tablero por unas paletas o flippers. Fue un juego juvenil muy popular entre las décadas de los 1970 y 1980 en tabernas, clubes, heladerías y en casinos en diversas partes del mundo y hoy por hoy sus máquinas forman parte de coleccionistas de estos juegos de salón (Fuente: Wikipedia). Sacoa es una cadena de locales con este tipo de juegos.
Zarpado: (arg) En lenguage de la calle, empleado especialmente entre los adolescentes significa atrevido, desubicado.
Fiesta de la Virgen; caporales: Festividad religiosa que tiene lugar en el mes de ocubre en el barrio en la que hay una procesión, seguida de comparsas que rinden homenaje a la virgen con bailes vigorosos y corografiados.
La cana: (arg) en el lenguaje lunfardo es la policía.
Perá, perá : esperá
La Margot: Ver historia con el mismo título en esta colección en julio de 2013
Zarpado: (arg) En lenguage de la calle, empleado especialmente entre los adolescentes significa atrevido, desubicado.
Fiesta de la Virgen; caporales: Festividad religiosa que tiene lugar en el mes de ocubre en el barrio en la que hay una procesión, seguida de comparsas que rinden homenaje a la virgen con bailes vigorosos y corografiados.
La cana: (arg) en el lenguaje lunfardo es la policía.
Perá, perá : esperá
La Margot: Ver historia con el mismo título en esta colección en julio de 2013