domingo, 10 de febrero de 2019

UN UMBRAL EN EL "OFIS" DE COSME"

  
           


UN UMBRAL EN EL "OFIS" DE COSME

    Una selfy en el recreo. Macarena junta su cuerpo a los de sus compañeras y ponen sonrisas de Disney Channel cuando posan para una de las últimas fotos antes de que llegue el último día del ciclo secundario.  Cosme, el viejo maestranza, la observa desde su office al abrigo de la hornalla donde está calentando agua para el mate. Nadie sabe de su tristeza: sobre el uniforme los del grupo usan un chalequito que dice "Egresados '17". Sabe que son los últimos días, los últimos recreos en que podrá contemplar a Macarena. Esa sonrisa de la chica...  Ella no tiene forma de saber que Cosme también puede prodigar una sonrisa rebosante de vida como la de ella, y hoy es la última oportunidad que él tiene para que ella conozca al otro Cosme. Si no es hoy, en el momento en que él ya sabe, ella se irá del colegio y él tendrá que olvidarla.
 
     Cosme está en el office listo para el momento que ha estado esperando por semanas. ¡Es ahora! Desde ahí, mira a Macarena con fijeza casi perturbadora por un instante largo hasta que consigue que ella intercepte su mirada por casualidad.  Pero la reacción de Macarena al ver al octogenario tensa sus labios finos y rosados; ella no puede relajar una mueca de repulsión. En su uniforme de falda tableada Macarena siente un calor indebido. Sus compañeras quieren mostrarle unas fotos de sus celulares pero ella no puede prestarles atención, sus medias de color natural parecen pellizcarle las piernas con una especie de estática.
   Sin querer vio además algo muy extraño: hubo un alumbrón intermitente, como el de un relámpago en el interior del office del viejo, parecido a la luz que producen los trabajos de soldadura en las rejas del colegio.  Pero lo más extraño fue que, durante la intermitencia fugaz, la apariencia del viejo Cosme mutaba por completo y volvía a la normalidad, o uno creería que hubiese alguien más ahí en el office con él. A nadie más en el enjambre de almas lozanas en el patio parece haberle llamado la atención aquello, seguramente porque poco puede importar la vista de alguien que lo único que inspira es lástima.
    También las compañeras de Macarena están totalmente ajenas a estas visiones. “¡Ahí viene Brian!” dicen excitadas: el chico con el que quieren hablar acaba de salir al patio. Las chicas enseguida advierten que Brian se rapó mucho más todavía por debajo de la línea circular a la altura de las sienes; el jopo le quedó más largo y móvil, y unos piercing plateados arriba de las cejas  le potencian la mirada ganadora.
     Pero Macarena se separa de ellas y se acerca lentamente al office que está a varios metros, con la vista fija en el viejo Cosme. Mira también alrededor. ¿Habrá alguien más que haya quedado atrapado por la misma curiosidad? Ya está frente a él, de pie en el umbral del office. De la intriga y el desconcierto que experimenta, el olor a pis, producto de la incontinencia del viejo, pasa inadvertido. Están frente a frente. Él está encorvado en su asiento junto a los escobillones; por detrás están la cocinita de  hornallas ennegrecidas sobre las que hierve una pava y los trapos rejilla colgados de unos clavos sobre la pared, además de otros retorcidos junto a una pileta de mármol amarillento y resquebrajado.  El viejo tiene la sonrisa prácticamente desdentada y sus arrugas son tan apretadas y profundas que decir que da impresión es poco.

   Toca el timbre, todos empiezan a regresar a las aulas. Macarena se anima a preguntarle a Cosme si se encuentra bien, si paso algo ahí. El viejo balbucea unas palabras que no se entienden y le extiende  una mano magra y pecosa. Ella lo ignora y mira adentro de su office esperando encontrar algo que explique esos alumbrones extraños. ¿Tendrán guardado allí algún reflector para el patio? ¿Habrá un ayudante de mantenimiento agachado, no sé, arreglando un toma corriente? ¿O es ella, que se no se estará sintiendo bien, como su mamá tal vez, que tiene que tomar cierta medicación?
   No hay nadie más en el office aparte del viejo, que le dice algo con voz desinflada y rasposa: “Entrá nena, quiero mostrarte algo”

   Macarena sabe que tiene que huir corriendo y avisar a las autoridades del colegio, pero algo, como una fuerza irresistible, le hace dar un paso hacia el interior del office, y el segundo en que cruza el umbral vuelve a ocurrir otro resplandor, esta vez enceguecedor, que lo envuelve todo por un segundo o dos, y cuando pasa,  Macarena en su sobresalto, retrocede, da media vuelta y ve que en el medio del patio apareció una pileta de natación enorme. El resto, sin embargo,  los corredores de las recovas, las ventanas de las aulas, el mástil de la bandera al otro extremo del patio --todo en el viejo edificio del colegio--, está prácticamente igual, excepto tal vez por el color de la pintura y por el hecho de que no están los edificios de departamentos  que asoman por sobre los tejados.

   —Te pedí que te acercaras porque sabía que estaba por venir en cualquier momento esa luz rara que viste. Ya no quiero ser el único que lo sepa.

    Macarena se da vuelta para ver de quién es esa voz fresca que le acabó de hablar y ve un chico casi de la edad de ella.

 —No entiendo nada. ¿Quién sos? ¿Qué es lo que está pasando?

 —Claro, no me debés reconocer. Yo soy Cosme — le dice él, desde el asiento en el office, vestido con el mismo tipo de overall azul oscuro que usa el viejo. Incapaz de hablar a causa de la confusión, Macarena no tiene más que seguir escuchando. Cosme no sabe cómo proseguir. Finalmente:
  —No lo vas a creer pero trabajo en este colegio desde que el casero me recogió de la calle y me trajo a vivir acá. (Ah claro, al casero nunca lo conociste). Le permitieron eso porque él trabajaba para Evita en este barrio, que si no, a mi  me mandan a un orfanato. Él ya murió pero a mí me dejaron seguir en el colegio, así que... qué suerte, ¿no?

   Macarena se lo queda mirando fijo. Aunque el chico parezca estar diciendo disparates ella siente que está hablando en serio. ¿Será un biznieto del viejo Cosme, acaso? El chico por las que se mueren sus compañeras, Brian, no se compara con él.

 —Mirá, antes de que vuelva el resplandor, porque falta uno más, que es el último de los tres que pasan en un día cada siete años… Vos sos Macarena, ¿no? Es un nombre hermoso aunque raro, te diré. No conozco a ninguna chica que se llame así en este tiempo. No tengas miedo. Aprovechemos antes de que vuelva ese rayo, quiero mostrarte la pileta, pero tenemos que apurarnos que si no te quedás conmigo acá. Eso sí, mirá que no hay celulares, eh. Pero hay muchas cosas que son muy lindas; nunca lo entenderías. Lo que lamento es que un día la clausuran — dice, señalando la pileta—. No puedo esperar a que llegue la época de la colonia. Ni sabías que existía ¿no? Nadie se acuerda. No tengas miedo. Pensarás que es un sueño… Yo también lo creía hasta que el casero me contó esta cosa increíble. Y me dijo que pasa lo mismo en un bar en la calle Mitre…
   Disimuladamente, Cosme despeina su cabello engominado hacia atrás. Y en una carrera de brincos se va a parar al borde de la pileta con las piernas separadas mirando hacia ella. Regresa y le sigue contando:
  —Un día fui a hablar con el dueño de ese bar; me dijo que es cierto, que en  el sótano hay otro umbral. Ese hombre y yo decidimos mantener estas cosas en absoluto secreto. No sería bueno que otros se enteren. Además, nosotros ya no podríamos espiar más allá de este momento.

  —No lo puedo creer. Me debo estar volviendo loca--, dice Macarena, al tiempo de que Cosme la toma de la mano. Inicia otro monólogo:

   —Perdoname. El relámpago no tarda, no tengas miedo, vas a volver. Macarena, deseaba que vieras que no tengo olor a pis como dicen. ¡Me quieren mandar a un juntadero de viejos para que muera ahí!  Ya no te contemplaría en los recreos, nunca me visitarías. ¡Uh! ¿Viste que hubo como un chispazo ahí dentro? Tenemos que entrar. ¿Te puedo dar un beso antes de despedirnos? El resplandor mayor viene en cualquier momento, te va a devolver con tus compañeras, que parece que sin esos aparatitos no pueden vivir…

    Ella seguía atónita pero también embelesada por la sonrisa de Cosme, que se le acercó lentamente hasta que le dio un beso como nadie lo había hecho hasta entonces. Cuando abrió los ojos y lo miró a la cara, él le dijo:
 —Es mejor que entremos ya mismo al ofis.
     Entran tomados de la mano. En la pared está el mismo retrato del General Perón que ve al pasar, aunque ahora no luce como una reliquia amarillenta.
   El resplandor vino como un flash y Macarena comenzó a sentir que de Cosme subía un tufillo desagradable. Lo miró a la cara y creyó enloquecer: la sonrisa desdentada apretaba la red de arrugas blandas de su cara.  Y  ella se fue corriendo al aula sin mirar atrás.

  No le contó a nadie lo que le había pasado. Pero al día siguiente decidió contárselo a una compañera de su división que también era su mejor amiga y confidente. Aquella la escuchó con desgano mientras con un dedo sobre la pantalla de su celular hacía pasar las fotos que se sacó con Brian en un boliche hacía poco tiempo.

 —Maca, estás un poco alterada porque terminan las clases, por las últimas pruebas y porque egresamos del cole para nunca más volver. Boluda, ¡empezamos una nueva vida! Dejate de joder con el viejo ese. Escuché que hoy a la mañana finalmente se lo llevaron.