jueves, 20 de junio de 2013

QUIÉN PUDIERA... (1975)


Es un lindo día de sol. Como es sábado, mi mamá está lavando ropa desde temprano, muy temprano. Antes lo hacía a mano y se pasaba toda la mañana en el lavadero de la terraza. Incluso seguía después de comer, al mediodía, hasta que  dejaba toda la ropa colgada de las sogas.  Ahora tenemos un lavarropas redondo que hace un ruido raro que escucho desde mi cama. Mejor para ella porque cuando hace frío, yo ni quiero lavarme las manos.
Los sábados por la mañana no hay mucho para ver en la tele, así que después de desayunar agarro las bolitas(0) que guardo atadas en un pañuelo y salgo a la calle. Mi mamá me grita desde la terraza que averigüe la hora. La verdad es que no sé bien cómo leer la hora en el reloj está en su cuarto. No entiendo cuando la aguja chica se adelanta pero hay que leer una hora menos. Regreso al comedor donde está la tele y la vuelvo a encender. El canal once es el único que muestra la hora en la pantalla, pero la imagen no se ve bien. Si estuviera papá subiría al techo a mover la antena. Como yo no puedo, salgo a la calle y voy directo al almacén de don Delmiro(1), que está en la esquina. Entro y miro hacia arriba, por sobre los estantes de botellas. Ahí tiene un reloj con una propaganda de Jugo Minerva. Pero claro, tampoco entiendo la hora en ese reloj.
   ---Don Delmiro, ¿me dice la hora por favor?
Él sonríe como si hubiese dicho algo gracioso.
  ---Las diez menos veintizinco--- , me dice con ese cantito que mi papá sabe imitar bien. Mi papá me dice “dile a don Delmiro: ‘Don Delmiro, ¡que salgan los toros y olé!” Una vez lo hice y don Delmiro se rió y me preguntó. “¿Quién te ha enseñado eso, niño?”
  ---Mi papá”
 ---Pues dile a tu papá: Papá, quiero que me lleves a Bolivia en barco---. Y don Delmiro se reía mucho más.
    Después de decirle a mi mamá la hora que me dio don Delmiro (aunque creo que después de que hablé con él me quedé un rato largo viendo los frascos de bolitas en el almacén) salí a la calle a ver si estaban los chicos.


    Ahora en el barrio estamos en la época de las bolitas. Hasta hace poco, todos andaban con los trompos. Eso fue durante el invierno, porque una vez que los tirabas para que bailen en el suelo te ponías las manos al bolsillo, por el frío. Como siempre,  en Charrúa hay alguien que es el mejor en todo. Por ejemplo, con los trompos el mejor era Manolo, el hijo de Pocha, el que reparte garrafas con su carrito. Manolo puede lanzar su trompo y hacerlo bailar en cualquier lugar, puede hacer que caiga bailando en su palma. Incluso en el agua si es que no es mucha.  Además dicen que su trompo tiene una punta especial que le puso él para rajar a los otros trompos.
    Pero la época de los trompos ya pasó. Ahora todos están jugando a las bolitas por todas partes. Sobre las vereda de Charrúa, desde avenida Cruz hasta la otra punta cerca de las vías, hay grupos de chicos agachados, jugando.  El que tiene mejor puntería es Pulga. Él anda con una bolsita repleta de bolitas que le gana a los demás. Justamente está ahí, a media cuadra, y varios chicos están mirando cómo juega. Cuando está agachado, a punto de tirar --después de hacer cuarta, si dicen que se pude hacer(2)--, apunta torciendo un poco la cabeza, con un ojo abierto y el otro cerrado. ¡No falla nunca! Las japonesas(3) que tiene son de colores raros, acá en Charrúa no se consiguen, dicen que las ganó en otros barrios, y que con ellas puede partir las bolitas de los otros. Por eso, ni los  bolones(4) ni las de acero de los rulemanes me importan. Yo lo copio, pongo la cabeza como hace él pero no me sale bien. No sé cómo hace este Pulga para tener esa puntería.
    Me acerco y me agacho un poco a su lado mientras está jugando.
 ---Pulga, te cambio estas cinco por una japonesa---, le digo apuntado a las famosas japonesas en su bolsita de nylon.
  ---¡Nah, ni loco! No las cambio por nada...
   Y de un tiro saca como cuatro bolitas del círculo dibujado en la tierra. Ahora tiene que matar a los demás. Y lo hace, una tras otra sin parar, porque nunca pierde el turno. Me voy sin haber podido conseguir una de sus japonesas. Un día me voy a ir a otros barrios para ver si consigo de esas para mí.
(….)


   Ya desde temprano veía desde la terraza de casa que pasaban muchas mariposas Ahora que por fin mi mamá me deja salir, voy al campito(5) donde deben estar los otros chicos. Veo que todos están corriendo con una planta arrancada del suelo y con una bolsita, cazando mariposas. ¡Y vienen volando un montón, no sé desde dónde pero hay cualquier cantidad, de todos los colores!   Me consigo una planta y me uno a ellos. Están todos como locos, corriendo de acá para allá. Es un hermoso día de sol. Algunos cazaron galerones y otros, lecheras(6). Dice el Quirchincho (un chico que vive en el tercer pasillo) que casi, casi atrapó una de San Lorenzo. ¡Sí, dijo que vio pasar una azul y roja! A él no le interesan las demás,  espera a que venga otra mariposa de San Lorenzo. Va y viene abriendo bien los ojos mirando por todos lados, y dijo que va a cruzar la avenida porque seguro que ésas pasan cerca del club, ¡claro, porque es del equipo de ellas!(7). Es raro lo que pasa este año, no me acuerdo de haber visto tantas mariposas como hoy. ¿De dónde vendrán?

(...)

    Todos vimos la misma película que pasaron en la tele esta tarde. Así que el auto del papá de Gustavo(8) es un barco antiguo. Y unos son de la tripulación del barco y otros venimos a capturarlo desde tierra. Nuestras espadas son ramas que cortamos de un árbol que un vecino podó en el campito. La que tiene Nico, en cambio, es un rifle, porque tiene culata y un gatillo chiquito en el medio, y es bastante gruesa. Lo guarda adentro del barco y cuando lo saca y te dispara, ya no podés seguir moviéndote por un rato. En realidad te mata, y entonces tenés que venir después como otro pirata. Peleamos como espadachines sobre el capó y sobre el techo. Cuando lo “atraviesan” a Leonardo, rueda desde el techo, pasando sobre el parabrisa y el capó, hasta llegar al piso. Y ahí se queda con los ojos cerrados, los brazos abiertos y con cara de muerto. ¡La batalla encima del barco se pone más brava! Alguno fue “herido” de verdad porque se pone a llorar. Enseguida le decimos que es de mentira y que siga jugando. Con los saltos que damos encima del auto, ¡causamos un ruido tremendo! El barco se mueve pero no avanza; en realidad hace mucho que tiene las ruedas pinchadas. Aparece la mamá de Gustavo y llama a sus hijos para que dejemos de saltar arriba del barco. No sé por qué pero todos salen disparando como locos; ¿por qué, si la mamá de Gustavo ya sabe que siempre le hacemos lo mismo al pobre auto? 
   Ahora sé porqué: apareció Lagaña(9) desde la esquina de Bonorino. Cuando viene corriendo enojado revoleando su botella nos morimos de miedo. Dicen que a veces se mete a dormir en el auto, por eso encontramos botellas ahí. Cuando lo veo acercarse, todos ya corrieron hacia el pasillo para ocultarse de él. Yo, que estoy todavía sobre el techo, tomo mi espada y salto desde ahí directo al suelo. ¡Es re alto! Al aterrizar  mis rodillas se raspan y unas piedritas chiquitas se clavan en mis palmas. Dejo mi espada en el piso y huyo como loco en dirección contraria del resto. Voy a llegar a casa después de dar la vuelta a la manzana...
(….)


   La próxima moda en el barrio es hacerse una gomera con un rulero y un globo de cumpleaños. Como municiones usamos unas pelotitas verdes que hay en unos àrboles que  te escupen. Son unas pelotitas que cuando se secan se ponen amarillas y arrugadas. Una vez me llevé uno a la boca para ver qué gusto tenía. Y no, ¡era horrible! Todos nos hacemos de esas gomeras y nos ponemos a apuntar a cualquier cosa. Algunos chicos se tiran entre ellos y después se ponen a pelear. Con los chicos de mi pasillo apuntamos a cosas como latas de aerosoles puestas sobre una pared, o si no, hacemos la prueba que les gusta a todos: pegarle al cartel de chapa azul con el nombre de la calle -Charrúa- que está bien alto en un poste de madera de los cables de electricidad. Pero no sólo hay que pegarle al cartel, sino que hay que hacer que el huesito de las municiones, disparado con fuerza, haga sonar la chapa y deje una marca ... 


(0) Bolitas (arg) o canicas: ver ilustración de la historia.
(1) Don Delmiro, el almacenero gallego mencionado en la historia El Fin del Mundo en esta colección.
(2) Hacer la cuarta: En el juego de bolitas o canicas hacer la cuarta era disparar desde cuatro dedos de distancia adelantado de la posición original.
(3) Japonesa: Una tipo especial de bolita o canica que es transparente y que tiene unas ondas de colores en el centro. Las japonesas cuestan más que las bolitas comunes.
(4) Bolón: Una bolita mucho más grande y pesada. Tambièn vienen en distintos colores y diseños.
(5) El campito es un sector que se encuentra en Avenida Cruz al 2000, a la izquierda de la entrada al barrio (Ver la historia ¿Qué Ocurre a la Noche...? en esta colección.)
(6) Galerones y lecheras: Distintos tipos de mariposas. El primero era de color predominantemente dorado, mateado de negro, y el otro era, por supuesto, de color blanco.
(7) San Lorenzo de Almagro: Un importante equipo de fútbol en Argentina, cuya camiseta tiene barras verticales  rojas y azules. El club se refiere a la Ciudad Deportiva de San Lorenzo que se halla enfrende del barrio, sobre Avenida Cruz (Ver las historias El Fin del Mundo, y Qué Ocurre en la calle cuando todos están durmiendo?)
(8) Este Gustavo no es el mismo de la historia 1985 sino el de ¿Qué ocurre en la calle...?
(9) Ver historia El Loco Lagaña en esta colección.