—Vas a ir a la
reunión vos – me ordenó mi mamá mientras de la olla subía el irresistible aroma
del saise.
—¿Otra vez? —, me
quejé con terrible fastidio. La vez pasada fui yo. Son muy aburridas esas
reuniones. Nunca queda algo en concreto.
Mi mamá había
decidido que yo sería el representante de la familia en las reuniones de la
Comisión Vecinal. Ya tenía diecisiete años y podía asumir esa responsabilidad.
Ella insistía también porque la firma de los presentes quedaba asentada en los
registros (bah, en realidad se trataba de un cuaderno) . No quería que se
dijera que los Castillo éramos de esos vecinos irresponsables e indiferentes a
las reuniones en las que se trataban asuntos vitales para el barrio.
“Señores vecinos, en
el día de la fecha, a horas 10 AM, la
Comisión Vecinal celebrará una reunión para tratar el siguiente orden del día:
a) Marcha de los trámites de la adjudicación de las tierras ante la
Municipalidad; b) Problemas de la luz ante Sejba, c) Construcción del
Polideportivo y el Centro de Salud; d) Informe de las distintas carteras de la
Comisión, e) Varios.
Por tratarse de temas de suma importancia para la vida de
nuestro barrio, ¡insinuamos que no dejen de asistir!
El propio
presidente de la Comisión –don Rodolfo Domínguez–, repetía esto una y otra
vez a través de las bocinas instaladas
en las esquinas. Su apremiante voz
distorsionada se metía por todos los rincones del barrio.
A pesar de mis
berrinches de adolescente, terminaba cediendo al pedido de mi mamá e iba a
"La comisión" en nombre de la familia. No podía decirle que no; ella
me lo daba todo y además, ¡tenía que preparar el almuerzo del domingo!
Así que marché
hacia la “escuelita” –como le decían al local de la Comisión Vecinal— que
estaba a dos cuadras de casa, a la hora indicada por la convocatoria, lo cual
resultaba innecesario porque, salvo dos o tres vecinos que esperaban dentro del
salón, el resto caía como una hora más tarde.
—¡Ay, pues, cómo no
vienen éstos! ¡La ropa tengo que lavar! –se quejaba doña Dorotea, que asistía
con su delantal de cocina manchado.
—¡Ni se mosquean!
Digan que van a dar trago gratis ¡y corriendo van a venir!— Este era Anselmo,
con toda la sorna que alguien puede expresar, las manos al bolsillo del
pantalón, flexionando las rodillas.
—Mirá pues al
Lautaro. Primero está su verdulería. Nunca viene a la reunión— se indignaba don
Sejas, mirando al verdulero a través de una de las ventanas del local. El tal
Lautaro bajaba cajones de frutas de su F-100 con sus hijos a media cuadra del
local de la reunión.
—Don Rodolfo, ¡el
domingo más bien debe hacer la reunión, pero…! — le dijo don Sejas al
presidente de la comisión. Éste respondió que no era conveniente superponer la
reunión con la misa de la capilla del barrio.
—¡Qué misa ni
misa! Al cura también lo dejan plantado — se reía Anselmo.
—Es distinto: el
cura dice su misa y se va, y el barrio sigue igual—, contestó don Rodolfo
Domínguez con una seriedad que apartaba las humoradas—. Esto es otro asunto—,
agregó sentencioso—: La comisión trabaja
en cosas que ni Dios ni la virgencita pueden hacer.
Pensé que si mi
mamá hubiera escuchado a don Rodolfo hablar así de la virgencita se habría
escandalizado, tan religiosa que era ella. Tal vez pudiera usar esta
conversación para zafar de la carga de ser el representante de la familia.
Por fin a las
once y cuarto más o menos, una docena de
vecinos se apiñó en la puerta del local. Algunos, viendo que la reunión no
comenzaba, se alejaron para no volver nunca más. Yo lamentaba no haber hecho lo
mismo, pero mi mamá luego me inquiriría sobre los temas tratados. La
adjudicación de los terrenos y el progreso del barrio eran asuntos demasiado
importantes como para que yo me escapara
por mis afanes de adolescente.
—¡A ver, pasen por
favor, vamos a comenzar la reunión de una vez. Nosotros también estamos
ocupados y no podemos pasar toda la mañana aquí! —. Batiendo enérgicamente las palmas, Don Rodolfo Domínguez instaba a la
gente que se asomaba a tomar asiento en los bancos dispuestos en el local. Luego se ubicó en la posición del Presidente
detrás de las mesas para los miembros de la Comisión Directiva, la mayoría de
los cuales recién llegaba en ese momento.
El tesorero, don
Velázquez, se me acercó de pronto y me pidió que tomara la función del
secretario de actas, ya que nada se sabía de aquel desde que viajara a Bolivia
para carnaval. Yo iba a negarme rotundamente pero ya me estaba arrastrando del
brazo para ubicarme detrás de la mesa de la comisión directiva.
—Mire, yo no sé
nada de esto— le dije a Velázquez.
—Fácil es, joven.
Todito lo que se diga, escríbalo—, me alentó el tesorero dejando el libro de
las actas en mis manos. Lo abrí para ver cómo anotaba el secretario desaparecido para que yo hiciera lo propio.
Velazquez me miró de vuelta para asegurarse de que hubiese entendido:
"Todito escríbalo".
Observado esto,
don Rodolfo anunció ceremoniosamente que “el joven Castillo asumirá las
funciones del secretario de actas”. Levanté la vista del cuaderno para ver la reacción
de la concurrencia ante semejante honor que se me encomendaba. Sólo noté caras de aburrimiento e impaciencia
en los vecinos sentados enfrente que –no sé cuándo habían llegado— ya eran un
número considerable.
En las dos
ocasiones en que había asistido anteriormente suplantando a mi mamá, me había
causado gracia la ceremoniosidad con que se celebraban estas reuniones. Don
Rodolfo dirigía el desarrollo, pidiendo que el secretario leyera el orden del
día. Luego uno a uno los miembros de la comisión iban presentando los informes
de las actividades y gestiones que se llevaban a cabo. Los vecinos participantes escuchaban
pacientemente por todo lo que duraban las deliberaciones y discusiones. Cuando
intervenían levantaban la mano y decían. “¡Pido la Palabra!” Y una vez concedida la palabra, había
realmente que estar preparado para lo que venía. El secretario de actas asentaba las mociones
que se presentaban y el resultado de la votación, y aparentemente todo lo
demás.
En aquella
oportunidad me tomé en serio la función, ¡cómo me maté por dejar asentadas las
trascendentales intervenciones en la reunión! La gente hablaba más rápidamente
que lo que podía escribir, así que abreviaba arbitrariamente. Si tuviese que
transcribir lo que anotaba se leería algo así:
Presidente: Hemos ido el mierc pasado a la comis munic de la
vivnda. Nos recibio el arqto Scatini, elevo a intendencia planos aprob
p/catastro. Prox semana reun con secret de XXxxx (completar) Necesit tener pers
juridica, tramite ante Insp gral..xxxx(completar) necesitamos dos voluntarios
para gestionxxxx ¿ quiénes se anotan
para ir…?
Vecino Justiniano Careaga: dice q no sabe qué es person
jurdica
Vecino Demetrio Apaza: Propone a su mujer p/ gestion de pers juridic
Vecino Anselmo dice q Apaza quiere librarse de su mujer x eso
la manda….
Presidente pide orden, silencio!!!! Explica que
signifc. Persr jurid—--
(garabato)
Me daba la
impresión de que la explicación de don Rodolfo utilizaba un vocabulario
demasiado técnico (con todo el respeto que me merecen aquellos vecinos
presentes) –y hasta diría yo— con un matiz intimidatorio. De esta exposición
que hizo el presidente se concluía que,
vaya a saber en virtud de qué requerimientos legales, el trámite de la
personería jurídica para la Comisión Vecinal era un requisito ineludible para
avanzar en las gestiones con miras a la adjudicación de las viviendas. Por
supuesto, no pude escribir todo lo que el presidente explicó. Completaría esa
parte preguntándole a él más tarde. Y por cierto, ¡el hijo de puta del
secretario de actas estaría pasándola muy bien en Bolivia mientras yo estaba
aquí clavado cubriéndolo!
—Necesitamos a otra
persona más para ir a la Inspección General de Justicia— dijo don Rodolfo, y
mirando al costado de pronto me espetó —¿ A lo mejor usted, joven Castillo,
pueda sumarse este lunes?
—Sí, usted nomás
vaya pues, joven— dijo una señora que estaba sentada en la primera fila. Otros
opinaron que los jóvenes estábamos mejor preparados para tal misión; hubo un
gran murmullo de aprobación.
En ese momento me
dije ¡ya me va a escuchar mi mamá! Pero también recordé que ella inspeccionaba
cómo me iba en el colegio, lo cual me inspiró la respuesta que estaba
necesitando.
—Lamentablemente
tengo mucha tarea del colegio atrasada... —dije, sin levantar la vista del
libro de actas. ¡Nunca le había dado tanta importancia al estudio!
Ya llevábamos casi
dos horas de agonía en esa reunión. Ya sentía mucha hambre y seguramente los
demás vecinos también por la forma en que se revolvían en sus asientos. Una
señora, emponchada en su manta a pesar de que no hacía frío, ya había sucumbido
al sueño. Cuando algún ruido la sobresaltaba, automáticamente levantaba la mano
dando su voto a la moción que se estaría planteando en la realidad interna de su
sopor.
Presidnt pasa al sgte pto: Fiesta d virgen copacb,
faltan 2 seman, se pide voluntar p/ la marcación puestos, tamb colaboradores
cobradores, recalc important la organizac p/ evitar caos
Vecino Ortuño dice: fiesta es solo negocio, No hay respeto
por virgencita—hay que suprimir fiesta, solo misa….
Vecino (Nombre?) dice
q Ortuño debe encerrarse en la capilla c/ virgencita c/ cura y monja y no salir a disfrutar.
Vecino Ortuño responde q algunos ya compraron mercad q
piensan vender x eso quieren joda xxx
Presid: pide orden, explica porquè es neces organr fiesta
virgenxxxxx (garabato)
Don Rodolfo
nuevamente en su tono de prócer de la madre patria (el país hermano, Bolivia,
claro está) dio un elocuente –y extenso-- discurso en el que ponderó el gran
acontecimiento cultural que significaba la Fiesta de la Virgen de Copacabana, y
consideró la manera en que la enorme multitud de visitantes de la colectividad
afectaba al barrio; para concluir en la necesidad de que la Comisión vecinal
debía tomar cartas en la organización del gran evento.
Vecino Anselmo: Basta
Rodolfo, terminá de una vez!!!, resto vecinos pide terminr reunion tamb-xxx
De pronto, a
través de una de las ventanas sin vidrios (aunque cubierta con lo que alguna
vez fue una colorida cortina colgada de un piolín) alguien desde afuera gritó “¿De qué vive
Rodolfo? ¡Dejá de robar con la fiesta!”
Presid: golpea mesa,
dice Borracho carajo vaya a chupar
la esquina!!! xxxx
Vecino Anselmo: Pide rendic de cuentas de la fiesta dl año
anterior…
Presid dice Anselmo
ud critica y apura pero nunca se anoto p/ comis de audit..
Vecino Sejas, dice: don Rodolfo siempre convoc revisar ctas, pero nadie se calienta p/ com
de audit. xxxx
Vecina Dorotea no
sabe qué es auditoria—-
Por fin,
alrededor de las dos de la tarde, la reunión llegó a su fin. Al salir por la
única puerta del local los vecinos tenían que firmar el mismo libro en el que
yo había asentado las deliberaciones. Yo bostezaba de hambre. Mi mamá y mis
hermanos menores ya habrían terminado de comer. Me mordía diciéndome que era la
última vez que cubriría a mi mamá. No sé: lavaría yo mismo mi ropa, aprendería
a cocinar, lavaría los platos…
Luego de estampar
mi firma en el cuaderno con la satisfacción del deber cumplido, justo cuando
estaba a punto de abandonar el local, siento que un dedo me toca el hombro por
detrás: “Joaquín, ayúdenos pues a ordenar los bancos antes de irse”. Al darme
vuelta vi que era doña Lourdes, la jefa del grupo de madres del barrio. Cómo
decirle que no: a esta señora mi mamá le hablaba tan orgullosa de sus hijos.
Cuando entré a
casa, mi mamá me esperaba con la comida en la mesa. Debió haber calculado el
tiempo porque el plato estaba calentito. Debo haber comido como Esaú el potaje
de lentejas. Me preguntó de qué se había hablado en la reunión.
—¡Pido la palabra!
—dije con la boca llena, tentado, levantando la mano a la usanza de aquellas
benditas reuniones. A mi mamá pareció no hacerle gracia. Esas reuniones eran
realmente importantes.