domingo, 7 de julio de 2013

LA ÑUSTA (Parte 2)

(Viene de la parte 1) Buenos Aires, mediados de los años 80. Tony conoció a Juliana en un bar de Pompeya (muy cerca de su barrio, Charrùa). Ahora no puede sacársela de la cabeza. Juliana tiene un problema y Tony intentará ayudarle.  Por lo pronto él se encuentra ahora en la obra de construcción donde trabaja...                                  



 

---Casimiro, viene el arquitecto a la tarde. Hoy tienen que empezar a levantar la pared.

  ---Sí, ya termino de traer la arena y la mezcla empezaremos.

       El capataz de la obra palmeó a Casimiro y subió al primer piso. Acá todos lo conocían por su nombre real: Casimiro y no Tony, que usaba para su vida social, por el que su amigo Félix lo ha llamado fielmente desde el día en que aquél se lo pidió. 
       Luego de haber acarreado al piso suficientes metros de arena como para formar una montaña en miniatura, se sentó sobre una pila de ladrillos huecos para descansar. Entre los peones se habían puesto de acuerdo para llevar  a cabo las instrucciones del capataz: unos prepararían la mezcla y otros levantarían la pared de ladrillos. La montaña de arena iba cambiando de forma a fuerza  de palazos y  ataques de baldes, hasta que adquirió la forma de un paredón largo que le hizo recordar un paisaje que había contemplado hace unos años cuando viajaba por su país durante las vacaciones. Era el cordón de cerros pálidamente rojizos de Tupiza(1) , al pie del cual corría el río San Juan de Oro. De esa ciudad era Juliana, según le había dicho su amigo Félix el otro día en el bar donde trabajaba ella. El ómnibus que lo llevaba a Cochabamba desde Villazón había pasado por esa ciudad.
      Tupiza…
      Quizás Juliana anduvo por por esa ciudad se día. ¿Habría sido, por capricho del destino, la chica que se le había antojado conocer de haberse bajado para pasear por las tranquilas y polvorientas calles que vio desde la ventanilla del autobús? Habrían caminado juntos hacía la rivera y luego cruzado el puente de  entrada a la ciudad tomados de la mano. Sus sueños eran como un barrilete al que, remontando bien alto, de pronto se le cortaba el hilo.
       Había pasado una semana desde que vio a Juliana por última vez cuando estuvo con Félix en el bar. Tony se abstuvo de merodear por allí. Ella tendría problemas que la preocuparían mucho. Vivía sola. Y ese hijo de puta -el patrón de su amigo- se aprovechaba de ese hecho y de que fuera una chica joven y supuestamente débil por ser boliviana. Tony podría hacer algo por ella, ayudarla de algún modo.
 --- ¡A ver, esos ladrillos son para acomodar, no son para usarlos de asiento! –el arquitecto lo sobresaltó apareciendo a sus espaldas. Y sus sentidos se reabrieron al ruido generado por la máquina mezcladora, los quejidos de esfuerzo físico y los estampidos de objetos pesados impactando alrededor.  Vio cómo otro baldazo desmoronaba su cerro tupiceño, y pensó  que Tupiza estaba a dos días de autobús pero Juliana apenas a diez cuadras de la obra. Le preguntó la hora a un compañero paraguayo y decidió que en cuatro horas estaría hablando con ella en ese bar.

     Juliana está sola en este momento en el bar para atender al público. Mientras se acerca a Tony, que se acaba de ubicar, debe desviar la mirada de la de él porque se lo ve muy ansioso y luchando con sus nervios.         
 --- ¿Sí, qué va a servirse?
 --- Hola Juliana ¿cómo estás? ¿No ha venido mi amigo Félix por aquí?
 --- No ha venido--, dice ella, casi secamente. Es muy conspicua la veloz familiaridad con que Tony ha encarado la situación tan sólo por haber sido presentados hace una semana por otra persona que en realidad es sólo un paisano conocido. Hay un silencio breve e incómodo para ambos. Él voltea un segundo a la calle, se vuelve y está a punto de pedir una cerveza. Pero viendo que otros clientes del bar están tomando café, esta vez cambia. No está bien que ella vea que siempre está con el trago.
    --- ¿Un café me traes, por favor?
      Ella no puede evitar la expresión de perplejidad; se retira rápidamente.  Tengo que hablarle de algo, se dice Tony. ¿Cómo estará el asunto del dinero que le debe el patrón de   mi amigo? ¿O tal vez preguntar eso sea un poco confianzudo de mi parte?
      Llega Juliana con el diminuto pocillo de café sobre la bandeja. Lo deposita sobre la mesa junto con sobres de azúcar y un vasito de agua, y  otra vez se retira rápidamente.  ¡Qué café tan amargo y picante!  Un sorbo y no quedó nada. Distinto es el que le prepara su tía en un jarro generoso, acompañado por el pan casero que compra de una señora de Charrúa. Al menos con la cerveza el tiempo puede pasar justificadamente. Tony no sabe qué va a hacer sentado solo, con su bolso de la obra. Un viejito ahí al menos lee el diario; otros conversan mucho. Ella asiente desde el mostrador a una seña de él y viene enseguida. Después de pagar, armándose de valor, le dice:
 ---Juliana, quiero ayudarte con eso de que no te quieren pagar. Mi amigo Félix me ha contado---. Tony habla con cara de serio y de persona bien intencionada. Para ella  esto es inesperado; no dice nada. Él prosigue: ---voy a hablar con ese hombre del bar del Félix. Tiene que entrar en razón.
   ---No sé por qué lo haces pero te lo agradecería mucho. Mi mamá en Tupiza no está bien de salud y necesita el dinero para devolver un anticrético – dice ella mirando fugazmente hacia el mostrador por si el patrón la está observando.
 --- Ya, no te preocupes, voy a tratar de ayudarte --, dice él con una sonrisa alentadora. Juliana le gana de mano con el motivo del gesto,  y dice sin rodeos:
  --- No sé por qué me quieres ayudar. Yo no puedo tener mi chico porque mucho necesito trabajar antes. Tengo que ayudar a mi familia con sus deudas. Mi mamá mucho me ha encargado que yo no…
      Tony la interrumpe sacudiendo la cabeza y también se fija si el patrón está mirando desde el mostrador.  ---No, no, tu amigo quiero ser nomás. No estoy queriendo algo… --- no sabe cómo decirlo porque no es verdad: él quisiera ser amigo y mucho más de ella. --- No, no quiero perjudicarte.
 --- Gracias--. Los ojos de ella brillan de emoción.--- ¿Cómo te llamas?
 --- Tony Claros. Tony nomás dime. El amigo de Félix soy.
 --- Ya, gracias Tony ---, dice ella con una sonrisa que obra maravillas con su cansancio por el trabajo en la obra. Otros muchachos ---la mayoría seguramente--- se pondrían  así  de  contentos si encontraran mucho dinero por en la calle. Pero el dinero para Tony… él no es consciente de qué cosas son cursilerías o lugares comunes para otros.
      En ese momento se abre la puerta del bar y entran ruidosamente dos compañeros de la obra que pasaban por allí –uno correntino y el otro paraguayo--;  y se sientan a dos mesas de ellos. El correntino ve a Tony y dice casi gritando, exultante por el encuentro: “¡Ey Casimiro, qué andá’ haciendo vo’ po’ acá!”  El paraguayo se da vuelta y dice  “Ah, el Casimiro nomá’ es pué’ ”.  
     Tony  – o más bien Casimiro según los recién llegados— se pone tan rojo como el delantal que lleva Juliana.
                                                        
                                                            ** ***  **

     Era un sábado a la tarde. Félix emergió del sótano del bar donde trabajaba, cargando un cajón de gaseosas que iba a colocar en la heladera. Sonó el teléfono que estaba detrás del mostrador, y al no haber otra persona cerca en ese momento, atendió él, algo que no solía hacer.

 --- ¿Hola? Bar del chichi gusano.

 --- Es Chiche Guzzano —, la voz de una mujer exasperada lo corrigió. Del otro lado de la línea la mujer hablaba con los ojos cerrados y se apretaba las sienes con el pulgar y el  mayor  de  una mano a causa de un terrible dolor  de  cabeza. --- ¿Quién habla ahí?

  ---Yo soy Félix, trabajo acá.

  ---Habla la esposa de Chiche, ¿me pasás con él por favor?

  ---Más tarde llame, ¿ya? Dis’ que al banco ha salido.

  --- ¿Qué decís? No te entiendo nada---, dice la mujer del dueño del bar. A algunas personas les es difícil entender  acentos diferentes, aun cuando se trata del mismo idioma. La voz tímida de Félix acentuaba la dificultad.

  ---A ver, dame--, vuelto de la calle, Chiche Guzzano le quitó el tubo. Félix reanudó su tarea con las botellas. El patrón, a sus espaldas, hablaba con su mujer:

  “… ¿otra vez con el dolor de cabeza? …Ah, eso… sí, ya sé lo de la humedá… ¡Tené paciencia, Estela!....y  lo llamamos al Tincho, que sabe hacer de todo… ¡qué sé yo!… sí, sabe de albañilería el Tincho… ¿ah sí?... Es que la casa de tu amiga es muy vieja, como ella, ¡por eso se caen los arreglos!…. ¿y quién si no? Yo no conozco a otro… ¿Un boliviano?.... Sí, cobran barato pero no conozco a ninguno…”

      En ese momento se dio cuenta que estaba Félix ahí.

     “Bueno, después veo. Y dejame de joder que no me estoy rascando acá…. Bueno, bueno, chau, chau. ¡Qué vieja hincha pelotas, con sus jaquecas y sus problemas!”

      Buscó la reacción de Félix por su conversación pero éste se veía ajeno.

   ---Che Félix, ¿vo’ sabé’ hacer un arreglo de humedá? ¿O tenés algún paisano tuyo?

     Mientras hablaba, Chiche notó que había  alguien parado afuera como esperando detrás de la pared de vidrio tapizada de carteles con los precios y promociones.  Félix casualmente siguió la mirada del patrón y vio que el que esperaba era Tony. No fue difícil intuir el motivo que trajo a su amigo por allí, aunque era raro que Tony viniera a buscarlo al trabajo, así que debía de ser por lo de la deuda con Juliana. A Félix no le sorprendería esto: ¡su amigo Tony una vez hasta concurrió a un secundario nocturno por un tiempo  para  estar cerca de una chica que había conocido!

     De los dos amigos, decían que Félix era el más pícaro; un muchacho ya casado con un hijo y otro en camino, por eso menos dado a los sueños que Tony. El patrón estaba esperando su respuesta, y en cuestión de segundos Félix concibió vagamente una idea para ayudar a Tony y a Juliana.

    ---Ah, a un amigo conozco que es albañil---, improvisó Félix---. Justo aquél que está esperando es. A mí me estará queriendo ver un poquito ahora.

    ---Ah bueno, traélo después acá---, le ordenó el patrón, concentrado en los papeles del trámite había hecho en el banco.

     Félix fue de prisa al encuentro de su amigo, con Guzzano gritándole que no se distrajera mucho.

   --- ¿Qué haces aquí, pues?—le dijo a Tony, que tenía la cara de un niño al que están por dar una inyección.

  ---Voy a decirle a tu patrón que soy un familiar de Juliana, que le tiene que pagar lo que le debe.

  --- ¡No, zonzo! Ellos saben que no tiene familiares acá. Te va a hacer sacar con su amigo policía, más bien. Ya te ha visto. Le he dicho que eres mi amigo.

      Tony estaba confundido. Félix le cuenta lo del albañil que estaban necesitando. Era una buena manera de acercarse a los “gusanos,” cómo les decía él. Sin comprender del todo, Tony aceptó entrar al bar al encuentro del patrón, quien le explicó sobre la mancha de humedad que estaba estropeando una pared de su casa. Convinieron el momento en que Tony haría el trabajo y el precio.

    --- ¿Pero usted me va a pagar, no? ---, dijo Tony con una mal disimulada cara de desconfianza y desencanto.  Sin que Guzzano se diera cuenta, Félix lo reprendió con un leve codazo.

   --- ¡Pero claro que te voy a pagar ! ¡Qué te creés que soy, psst!…

      Tony no podía evitar mirarlo con dureza. En realidad ninguno de los amigos sabía aún en qué consistiría el plan, pero de seguro ahora tendrían más oportunidades de hablar con los Guzzano. O mejor dicho, Tony las tendría, ya que por razones laborales no convenía que Félix se metiera en el asunto.
                        

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(1) Tupiza: Ciudad situada al sur de Bolivia en el departamento de Potosí, próxima a la frontera con Argentina. La ciudad se asienta en un hermoso valle rodeado de cerros de característico color rojizo. Allí nació el ministro argentino y escritor Eduardo Wilde ("Aguas Abajo"). Tupiza se encuentra cerca del paraje en el que el prócer argentino Belgrano libró la batalla de Suipacha. (Como nota extra, mi madre era de Tupiza también ;)