lunes, 20 de febrero de 2023

20 -20 Y DESPUÉS (Capítulo 10 + 1)

 


Este relato es FICCIÓN


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                       11

 

   —Bueno, capo, los dejo. Me pone contento que te haya ido bien con tu assignment. Ya sabés: cuando necesites que te ayude en algo, mandame un Wasap y combinamos — le dijo Eusebio a Mati mientras se despedía de los otros con un beso.

    El entusiasmo imparable de Mati lo hizo lucirse otra vez con sus conocimientos de inglés para agradecer al amigo de su papá, aunque en la opinión de este, le faltaba trabajar un poco la pronunciación.

   —Che, Dari —dijo Eusebio, despeinando cariñosamente el jopo crecido que se dejó Mati —:  la verdad que no me necesitás para aprender inglés, eh. Mati la tiene reclara. 

     —Si, me doy cuenta de que este sabe. No sé por qué, pero es imposible que entre los familiares se enseñen, viste. ¡No le tiene paciencia a su papá! —, le respondió Darío pegándole en la cabeza a Mati en broma.

    Hey, have mercy on me.

   —¡Estos chicos, che! Con mi nena pasa lo mismo. ¿A qué no sabés cuál es la única materia que le cuesta un montón? Y es dura, no quiere que la ayude  — dijo Eusebio y miró su reloj—: Muchachos, los tengo que dejar.

     Después de una última palmada afectuosa a su amigo, que tenía cara de apurado, Darío lo vio alejarse casi a las zancadas por el sendero diagonal que conduce a la entrada del subte, aunque al llegar ahí, Eusebio cruzó la calle y dobló por la avenida comercial del barrio.

   Las luces del parque comenzaron a encenderse una a una hasta que adquirió una atmósfera, se podría decir, romántica. O mágica, por qué no, dependiendo del corazón o del estado de ánimo de quién estuviera allí para apreciar la llagada de la noche, cuando se entreteje con las copas de los árboles, las plantas, y cae sobre los senderos que van quedando iluminados artificialmente y desiertos, porque los manteros levantan sus mercancías y se retiran. Antes de cruzar la calle, Eusebio también había percibido lo hermoso que se pone el parque al encenderse los faroles. Cuántas veces habían venido a este lugar Paula y él aquellos primeros años cuando empezaban a salir y el parque  no había sido enrejado aún; cuántos besos interminables, esos que quedan sellados en la vida porque los primeros besos son los mejores. Además, años más tarde, Eusebio se pasaba horas leyendo cuentos o novelas a la sombra de algún árbol los fines de semana; a veces venía desde temprano a la mañana.

   La tranquilidad que se solía hallar en el parque no era exclusiva del anochecer como hoy. Después de los encierros y el terror que vivimos todos el 20-20, y sobre todo este último año, ese ambiente relajante casi de santuario que solía haber durante el día se convirtió en un recuerdo de la época en que “éramos felices y no nos dábamos cuenta”, como dicen algunos. El continuo deterioro de la economía y el empobrecimiento de la gente hicieron que, en distintas zonas de la ciudad, y principalmente en lugares como este los fines de semana, fueran instalándose los manteros. Los que llegaron al parque eran pocos al principio, una docena, hasta veinte tal vez. Se ubicaban solamente a lo largo del mismo sendero por el que Eusebio se acababa de alejar. Hoy en septiembre de 2022, apenas se puede encontrar un lugarcito donde se pueda disfrutar un poco de quietud. Y tampoco en el invierno, como antes, cuando el parque se asemejaba en algunas partes a un páramo por su estado de abandono y desolación.  Y ni hablar de encontrar un banco libre cuando es de día los fines de semana. Eusebio exagera cuando tiene suerte, dice que conseguir un banco desocupado es como sacarse la lotería. Los manteros coparon prácticamente todos los senderos y las franjas de césped aledañas, se apropiaron de los bancos mejor ubicados, incluso los del área central donde está la gran fuente que lanza agua desde el piso y que los niños disfrutan como locos en el verano, y también los asientos alrededor del mástil de la bandera. Al que de todas maneras quiera venir a pasar un rato aquí donde se pueda, le conviene traerse un banquito o una reposera. Los espacios no abarrotados que quedan son mayormente los canteros de césped donde no hay árboles, o los sectores periféricos que se encuentran, por distintos motivos, bastante alejados de las partes preferibles. Porque en todo otro espacio están exhibidas las mercancías que venden los manteros. Todo lo que uno pueda imaginar y tal vez más: ropa de diverso tipo, zapatos (a veces no precisamente nuevos), libros usados, obsoletas enciclopedias coleccionables, vinilos viejos (algunos podrían ser hallazgos sensacionales, por ejemplo desde Billy Cafaro hasta Los Parchis),  cassettes en sus cajitas originales, CDs, una amplia gama de artículos para celulares, aparatos de teléfonos que hoy en día son piezas de museo, herrumbamientas (es decir, herramientas) de toda índole, artículos de ferretería y plomería que hacen juego con las herrumbamientas, artículos de limpieza (adulterados como las Escrituras en las manos del enemigo que opera en las sombras), juguetes anacrónicos que habrán hecho dichosos a los niños de antaño en Navidad y el día de Reyes, y todo género de chuchería e insólita memorabilia que haría experimentar un emocionante viaje en el tiempo al más improbable y exigente nostálgico que pueda existir en estos tiempos. Ah, y algún tipo de comida, también.

      En una ocasión, para salir del paso, a Eusebio se le ocurrió comprar un cargador de celular de uno de los manteros especializados en esas cosas. Como suele pasar, el artículo era realmente barato comparado con uno de un negocio regular, pero de una calidad llamativamente sospechosa. Cuando Eusebio lo enchufó en casa, ocurrió tal explosión que Genaro pegó un grito de horror breve aunque demasiado dramático que le habría arrancado una risita maliciosa a quien estuviera también allí. Las puteadas y casi imprecaciones de Eusebio para el que le había vendido eso mientras trataba de restablecer la corriente eléctrica en el departamento fueron aplacadas por un Genny insólitamente sensible, que reconocía que los manteros no tenían la suerte de tener un empleo estable "como otros", y que tenían que rebuscárselas para sobrevivir y dar de comer a sus familias. Y eso le dio pie al excuñado para que contara las cosas que tuvo que hacer para ganarse la vida cuando anduvo viajando por el mundo. Para ahorrarse los detalles de alguna de sus historias  bizarras, Eusebio llevó la conversación al hecho de que en todos lados está la inflación, la pérdida de poder adquisitivo combinado con la falta de empleo. ¡La por-siempre-presente inflación!  A veces nuestros seres queridos van pasando irremediablemente a mejor vida, pero la inflación está concebida para que nunca nos abandone.

    “Hijo, tenés que ser alguien en la vida, estudiá”.

   “Sí, mamá. Ya sé lo que quiero ser: voy a ser economista. O si no… abogado… o si no… ¡astrónomo!... o… “ministro de la fe” …. o… ¡infectólogo!  ¡No! Mejor economista, artífice financiero. ¡Me encanta dibujar, me encantan los números!

   Y después el gran ganado deberá cargar a cuestas con el féretro en el que metieron a la verdad, ese cadáver que se lleva consigo a otras víctimas como ella misma. ¡Qué difícil es resistirse a vender el alma al cornudo! El cornudo, sí, el que a veces se presenta a través de algún portal favorable del universo. Os ofrezco riquezas, fama, prestigio, poder y el mundo que veis, si os postráis delante de mí y me servís.  Es que el cornudo es irresistible, es más lindo que Paul Newman o quien se les antoje de la pantalla de los sueños plateados, ya sea la grande o la chica, o la más chica, la que vibra en nuestras palmas asida por nuestros dedos adonde quiera que estemos o vayamos.

    Volviendo al parque y a los manteros, un candidato de uno de los partidos políticos que cortan el bacalao hizo su infaltable acto de campaña en el cantero central, próximo al mástil de la bandera durante la víspera de las últimas elecciones legislativas. Más de lo mismo: el clásico discurso demagógico que aparentemente nunca deja de motivar y dar esperanza a la gente con promesas y consignas agotadas, con el discurso que astutamente se pronuncia empleando el nosotros inclusivo, cuando en realidad estos mesías sofisticados no pasan las mismas necesidades que su electorado target. Por supuesto que no es ningún misterio que el aparato partidario paga los autobuses que transportan a los que tocan los bombos, paga a los que entonan marchas, paga los volantes y su distribución, paga a los que llevan banderas, carteles, pancartas, paga a los que pegan, y a los que manejan el sonido de los parlantes.  También que hay que señalar el cómo, el por qué y de dónde surge/proviene la financiación, y que en el proceso, el pueblo mismo queda atrapado en el círculo vicioso de los intereses creados. El aparato partidario que moviliza a la gente también tiene la función de las ovejas de Animal Farm que refirió Mati en su clase de Language, porque su misión es persuadir a la gente a que vote por Snowball o Napoleon, que en definitiva terminarán siendo lo mismo. ¿Cómo lo sabemos?: El enorme crecimiento de sus patrimonios, y porque hay bolso$ repleto$ que se van (bah, ya lo saben). Ojo, que no significa entonces que los que están a favor del Felino, es decir, los (aparentemente) bienudos y (aparentemente) chetos estén en lo correcto. Porque no basta solo con escuchar a los periodistas que señalan los pecados de los "representantes" del pueblo trabajador. Es que el Felino y los otros gatos como él que votan los bienudos también han aportado lo suyo para llevarnos al precipicio porque han entregado el país a la esclavitud del megaendeudamiento,  mientras seguimos tragándonos los cuentitos fabricados por los que estudiaron para ser algo en la vida, entre otros, el cuento de que somos libres y votamos por el rumbo que tomará el país. Campañas pre electorales… una y otra y otra vez, prometiendo que las cosas van a mejorar con el trabajo y el compromiso de todos, que ellos están para proteger a nuestros abuelos y nuestras abuelas... Si tan solo la gente supiera que lo que procuran no es precisamente eso. ¡Ah, pero falta mucho para que seamos viejos! solemos dar a entender con espíritu de ácido hialurónico.  Ni siquiera sospecha la gente que estos candidatos les están diciendo en la cara en un lenguaje diseñado que en realidad lo que se proponen es poner en práctica las medidas que les agenciaron los agentes de la agenda… Suena a un juego de palabras barato, a una especie de aliteración graciosa, ¿no? Por algo existen los mundiales de fútbol, las series y películas en casa por streaming y los famosos de la televisión con sus paneles de opinólogos. En realidad, no es imposible descubrir --por ahora-- quiénes escriben el libreto de esta obra llamada “realidad”,  quiénes manejan los hilos de estas marionetas que generan emoción de telenovela usando el nosotros inclusivo. Las marionetas ya saben cómo van a explicar el fracaso después, un fracaso que ya está anunciado, porque siempre es más de lo mismo, porque los partidos de la grieta viven tirándose la pelota entre sí, en los debates no paran de pasarse facturas recíprocas sobre la "herencia" a los gritos y así jamás queda algo en claro; porque nunca se mira qué hay tras bambalinas o se sospecha de quiénes manejan los hilos. La persona que manifiesta a otras lo que pudo averiguar más allá de la pantomima político-partidaria será objeto de hostilidad, rechazo o indiferencia. Ay, ahora se te dio por fijarte en la geopolítica¿Acaso podrá algún día la gente zafarse de la garganta de metal que les sujeta la cabeza de tal forma que está obligada contemplar las sombras que desfilan delante de sí?  Si pudiera de algún modo zafarse de esta garganta de metal podría entonces girar la cabeza para poder ver a sus espaldas a los que están moviendo unas figuras de cartón delante del fuego que está un poco más atrás para que se proyecten esas sombras artificiales que siempre se han visto y en las que cuesta dejar de creer. Quizás no fue conveniente para Esteban que fuera tan directo cuando le dio esta misma interpretación al profesor de Filosofía de las Ciencias en una oportunidad en que se discutió la Alegoría de la Caverna de Platón en clase. Nadie en ese momento, ni siquiera Eusebio, entendió de qué hablaba Esteban en su intervención. Lo que sí entendieron y sabían todos es que para aprobar la materia y llegar cuanto antes al título de la carrera es mejor no complicarse con “ideas raras”, como dejó muy en claro la reacción del profesor, Doctor en Filosofía de la Universidad del Salvador (o de la UBA, qué más da).  Es que hay algo fuerte, muy fuerte que garantiza que la gente se comporte así: el gran engaño del que participamos todos, a veces a sabiendas y de buena gana, porque es lo que conviene para no quedar afuera y perderlo todo. Y considerando  que es reiterativo mencionar otra vez  las pantallas y pantallitas que miramos día tras día y que no paran de llenarnos la cabeza, lo otro que impide que zafemos de la garganta de metal es… Ay no, no quiero que el grupo me deje afuera. No quiero que me digan que pienso raro. Mejor sigo al borrego líder que siguen los demás en este corral...

       Mi queride borregue, si te votan los de la tribu, estás nominade.

 





    —Dale, pa, dejame hacerme el tatuaje —, le decía Nuria por celular a Eusebio mientras este caminaba al encuentro de Esteban, que ya podía ver a través de la vidriera del bar que acordaron. Esteban lo esperaba sentado a una mesa. Parecía que no estaba solo sino con alguien que se levantó y desapareció de vista. 

   —.... Nuri, mi amor. No es lindo eso. El que se lo hagan tus amigas no significa que te lo tengas que hacer vos también. Sé un poco original, Nuri. Que las chicas vean que vos tenés tu propia personalidad. [...Nuria le contesta - - Eusebio sigue:] Sí, es cierto, es cierto. Como vos decís: yo me hacía los cortes de moda, pero después me crecía el pelo, y seguro que después me hacía el próximo corte de moda. Pero un tatuaje es distinto, ¡te queda para toda la vida! Un día capaz que ya no lo querés más, ¿me entendés? [...Habla Nuria - - Eusebio le contesta:] Cuando seas viejita, con la piel toda arrugada y caída vas a tener en el cuerpo un dibujo descolorido y feo… [...Le responde Nuria - - Eusebio ahora levanta un poco la voz:] Nuria, dije que no. ¡Que no! Bueno, tengo que cortar … [Habla Nuria - - Eusebio responde:] Que ¡¿queeé?! … ¡Acá Silvio no tiene por qué sugerirte nada ni recomendarte a ningún tatuador!  Ahora sí: te prohíbo terminantemente que te hagas el tatuaje, ¿me entendiste? … Nuria… Nuria… ¡Nuria!

    —¿Cómo andás Euse?

   —Cómo estás, capo —. Eusebio saludó con un beso a Esteban y se sentó en enfrente en una de las dos otras sillas que había en la mesa. Del respaldo de la silla desocupada colgaba una campera que le resultaba familiar  —. Perdoná, me demoré en el parque cuando venía para acá. Me crucé con un amigo y los hijos. Nos pusimos a charlar un poco. Ah, sabés, al mayor de los hijos lo ayudé a preparar Animal Farm

    —No pasa nada.  ¡Animal Farm!

   Eusebio le cuenta a Esteban la historia de lo que pasó en la presentation que tuvo Mati. Esteban se mostró maravillado y enormemente complacido, la cerveza lo hacía ruborizarse. Le sirvió a Eusebio también y brindaron como si celebraran una victoria. Eusebio fijó la vista en la campera de la otra persona que no estaba ahí con ellos. 

    —¿Estás con alguien?  —, preguntó Eusebio mirando alrededor en el bar  —. Che, te juro que tengo una campera idéntica a esta. La uso solo cuando salgo…

    —Ah, pensé que venían juntos….  Mirá, ahí vienen Genny y Tamara.

    —¿¿Genny?? 

   Eusebio se da vuelta y ve a Genaro que se acerca acompañado de una mujer joven y  sumamente atractiva, que si bien fuerza una sonrisa debe sentirse angustiada.

   Tamara se presenta besando a Eusebio. Evidentemente ya conocía a Esteban y ya se había presentado con su excuñado. Eusebio no entiende qué hace ahí Genaro, le cuesta disimular la mirada perpleja que le lanza; este consigue hacerle un gesto discreto tranqui, después te explico que Esteban y Tamara no ven porque están intercambiando unas palabras entre ellos.

     —Pero sentante, Tamara —le dice Esteban.

    Eusebio se levanta para agarrar una silla de otra mesa, pero Genaro ya le ganó de mano y está ofreciéndosela a Tamara. El primero se pregunta, ¿tanto me demoré en el parque? La velocidad con que pasa el tiempo es un verdadero misterio, o su excuñado es el superhéroe Flash que al desplazarse deja una estela de arcoíris.

    Apenas unos instantes después del usual intercambio de palabras que se da entre personas que se acaban de encontrar o conocer, el Flash multicolor señala un punto en el brazo de Tamara cerca de hombro, y exclama con gracia:

    — ¡Increíble! Este tatuaje es igual a uno de los diseños que vi cuando estuve en L.A. trabajando en un instituto integral de espiritualidad — dice Genaro, satisfecho de haber logrado que la atención de Esteban quede atrapada.  Todos, hasta Tamara misma, miran el tatuaje. Genaro no puede contener su excitación (entusiasmo) y declara casi exultante —: ¡Es parecido al que le vi a Paz hoy! Del que te comenté, Euse. 

     —Paz es una vecina del edificio—. Eusebio tiene que contarle a Tamara aunque Esteban ya le adelantó algo, motivo por el cual Tamara aceptó la invitación a venir al bar. Eusebio continúa hablando consciente de lo embarazoso del episodio con su vecina; sabe que no tiene que contarlo todo, todo —: Esta vecina casualmente... pasó por un episodio... en el que... perdió totalmente la memoria, como te pasó a vos.

    — La verdad que olvidarse de una cosa así... — dijo Genaro, pero se calló al ver la  cara de su ex cuñado. 

    —¿Les gusta? Me lo hizo un artista que conocí en la escuela de yoga al que voy con Lara (la mujer de Esteban)  dice Tamara con una voz apagada. De hecho, las sombras que tiene debajo de los ojos indican que no está atravesando una buena situación anímica.

   Tamara ve que los tres que están con ella se quedan callados con la mirada perdida. Ninguno sabe lo que está pasando en ese momento por la cabeza del otro. En la de Esteban ocurre una suerte de “sinapsis” entre piezas de información que había encontrado sobre ciertos experimentos del campo de las neurociencias en los Estados Unidos y que se están replicando por otros países, que se relacionan de forma alarmante con el caso de Tamara y Paz, y con lo que le adelantó Genaro mientras esperaban a Eusebio. A Genaro le vuelven recuerdos enterrados debajo de los innumerables afanes e intereses de su vida, recuerdos de incidentes extraños que ocurrieron en ese centro integral de vida espiritual donde trabajó como masajista  cuando vivió en Los Angeles. Eusebio, por su parte, piensa en el pedido insistente que le hacía Nuria por celular unos minutos atrás. Se acordó además de las cosas raras que escuchó se cree empezarían a ocurrir en la gente cuando las redes de wifi empiecen a operar con mayor poder. Y también se acordó de aquella película que lo había hecho reír tanto en su momento: La Pistola Desnuda.

   Ante la mirada fascinada de todos en esa mesa, el tatuaje que tiene Tamara pareciera agrandarse como si sobre él se hiciera un zoom in gradual, hasta que el ícono místico "ocupa toda la pantalla" en esta historia.

   Esta otra familia también tiene la misma cuestión respecto de esta moda que ha adoptado mucha gente. Mientras regresan a casa de la peluquería y el paseo, Darío le responde a Mati que prefiere que no se haga ningún tatuaje, pese a la tremenda insistencia del joven. Darío quisiera decirle por qué no le gustaría esas cosas en el cuerpo de sus hijos. Lamentablemente ellos son fanáticos de Los Simpson, serie que se mofa de lo sagrado y lo que es objeto de culto, lo cual hace difícil que Darío les transmita ciertos conocimientos relacionados con las marcas en el cuerpo que se hace la gente. Es que Darío se convirtió hace poco a su nuevo enfoque de fe. Él solo. 

    Mientras tanto, Paz abre la puerta y sale de su departamento al pasillo del piso, apenas envuelta en una toalla y con el cabello húmedo. Camina lentamente hacia el ascensor y se detiene frente a la puerta del departamento de Eusebio. Acciona el picaporte perilla con vigor y empuja la puerta, pero esta no se abre, entonces retrocede hacia su puerta. Llega el ascensor y sale de él una vecina anciana llevando una bolsa de las compras. Al girar después de cerrar la puerta plegadiza, la vecina ve a Paz justo cuando está entrando a su departamento. La anciana observa las huellas mojadas en el piso del pasillo, se dirige caminando lentamente hacia su puerta, se detiene frente a la de Paz, y casi le da un síncope porque la puerta se abre de golpe y, como eyectada del interior, Paz se abalanza sobre ella, aunque sin derribarla. La cara de Paz es como la de alguien que despierta de una pesadilla en las películas. Está jadeando, mira alrededor como diciendo dónde estoy, qué está pasando. 

     —Tranquila, Paz. ¿te sentís bien?  ¿Qué te pasa, querida? Ay, ¡acomodate esa toalla que vas a quedar desnuda!

    Paz mira absorta a su vecina, parece que recién vuelve en sí; el ritmo de sus palpitaciones disminuye pero en la frente aún tiene gotas de sudor. Entonces, gira bruscamente, entra a su departamento y cierra la puerta de un portazo, dejando a la vecina totalmente anonadada.

   

 





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