lunes, 1 de enero de 2024

20-20 y DESPUÉS - Capítulo 17

 

Este relato es FICCIÓN


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                                        17



      Cuando bajé a la entrada del edificio para traer a Nuria, la encontré como siempre, con esa cara de adolescente aburrida que tienen los chiques de su edad. Ey, como verán, me empezó a gustar  esa especie de lenguaje inclusivo, chiques. Reconozco que, por ridículo que me parezca, puede resultar práctico y económico. Supongo que no quedan muchas alternativas que dejarse arrasar por la marea de transformaciones culturales del reinicio global-socialista. ¿O sí? Y hay una práctica o tendencia (cómo llamarla) que, tal  vez sin darnos cuenta, avanza de a poco, cada vez más, como los invasores sigilosos de aquel famoso cuento,  Casa tomada, creo que se llamaba; lo leí hace aaaaños en el secundario, no recuerdo bien metáfora de qué era. ¿De qué estoy hablando? El lector ya lo habrá advertido: hay cámaras y micrófonos por todos lados. No sorprende que programejos como Gran Hermano se hagan cada vez más populares en cada nueva temporada, y que siempre haya fans para todo. Fans. Dicen que se reproducen [los cultivan] desde la época de Elvis; y posiblemente desde antes. Ahora, me da que los fans aparecen por generación espontánea desde el momento en que se anuncia  la nueva distracción disfrazada de la nueva  sensación. Gran Hermano…  no  creo  que la producción del  programa deba hacer grandes esfuerzos ni poner mucha plata para que se viralice la pasión por esta bazof… , que no es otra cosa que hacerse fan de que te hagan un monitoreo 24/7;  no vaya a ser que aparezcan otros Eusebio o Esteban.  En este punto de la conversación, Mirta me volvería a dar la bienvenida al Siglo 21 y a las nuevas maneras de relacionarse que tiene la gente. ¡Mirta! Ya les estoy contando sobre ella.  Control y vigilancia… Con una expresión facial muy normalizadora,  Mirta rechaza como de idea paranoica  el que de hecho existan en todas partes a-gentes en ascenso [referentes / líderes / gente con influencia y cierta cuota de poder] que están chequeando que las cosas marchen como es debido, que nadie se salga de la huella grupal.  Eso sí: tanta vigilancia no evita que decrezcan la corrupción política y la corrupción en todos los niveles; mucho control, pero es un control selectivo que no detiene la permanente siembra de cizaña en la sociedad, la pérdida progresiva de la libertad y los derechos conquistados del trabajador. Tengo la ligera corazonada de que Silvito Mazzini es uno de esos, lo cual se desprende de la amena conversación que tuvimos en aquel patio de comidas, ¿se acuerdan? ¿Qué me había dicho ese transhumano? [muffled little laugh] Ah, dijo algo así como que hay que tirar abajo las cosas como están para construir lo nuevo. Algo así, más o menos. Consta en actas. Acabar con la privacidad de la gente y naturalizar el hecho de que alguien alrededor pueda estar chequeando tus actos/acciones/comportamientos [como quieran llamarlos], en especial, los no alentados por el entorno ni los que no gozan del beneplácito de este. Y por las dudas, si te resistís, lo que se hace es  tirarte abajo atacando tu autoestima y generándote miedo; en otras palabras, accionar de gente psicópata. OK, admito que puede ser una interpretación un poquito forzada de las palabras de mi tecno-competidor. A lo mejor no volqué verbatim todo lo que dijo en su momento, pero recuerdo que sugirió eso cuando Paula y Nuria regresaron a la mesa. Fingiendo que me interesa el fútbol, indudablemente,  mi pelotazo da en el palo. ¿Que por qué lo digo? En una parte del material que había escrito [para el capítulo 16] y que se me perdió, tenía un registro de la última sesión que tuve con Mirta, la terapeuta que estuve vi$itando durante casi un año, aunque no regularmente (tal vez por eso no consiguió modularme). Había volcado la discusión que tuve con ella sobre estos temas que opino que se derivan de eso de dinamitarlo todo para construir lo nuevo, lo que dijo Silvito Harari. Por supuesto que cité las palabras del quetejedi; Mirta salió en su defensa, a capa y espada, cual abogada del diablo. ¡Justamente! Ella habló de lo normal que es el chequeo por parte del entorno, de que no hay nada necesariamente malo en que nuestras acciones y comportamientos sean monitoreados, influenciados, interpretados y hasta a veces regulados por el entorno social en el que nos desenvolvemos,  y que esto puede influir en cómo actuamos. Que es esperable. Que cuando las cosas no funcionan así, se estaría atentando contra una convivencia deseable y adecuada … y bla bla bla… ¿Deseable para quién?, le retruqué. ¿Acaso la injerencia/influencia de los medios de comunicación at large no fomentan también acciones/actitudes no deseables? ¡Los dueños de la massmedia ciertamente no son gente común de los entornos cotidianos!  Pero estos dueños, y otros stakeholders en diferentes niveles, sin duda hacen el feeding y el checking, y no me vengas a decir que no es así! Reconozco que en esa parte de la discusión, me exalté un poquitín. Y más cuando le dije que además del retrato de Freud en su consultorio, no me sorprendería encontrar uno de Xi Jinping. Me había ido un poco al carajo en este punto; Mirta hizo un gesto con las palmas de que me calmara un poco. Y atención en este instante: ella se levantó y agarró un carpeta de tres solapas de un estante para mostrarme algún material, seguramente para apoyar su postura (tal vez fuera unas notas, apuntes que tendría preparados, ni idea, en ese momento le miré el  culo). Y al sacar la carpeta del estante, enganchó sin querer otra que contenía hojas A4 y que se le cayó; algunas algunas hojas quedaron desparramadas sobre el piso. Mirta se agachó, las recogió enseguida, y después de meterlas torpemente en la carpeta, dejó esta sobre una mesita que había entre nuestros  asientos. Vi sobre la tapa de la  carpeta el circulito con los 17 iconitos de colores de la Agenda 2030 de la ONU, que una vez me mostró Esteban. Había un rótulo con un nombre pegado arriba del círculo. No me considero un buen actor, pero en mis agarradas con Paula tomé algo de práctica:

      —Disculpame, Mirta. Me estoy irritando mucho últimamente — dije, actuando un MiLey cuando se recupera de sus arrebatos en los debates partidarios y sonríe conciliador. Claro, las cámaras están chequéandolo ante la opinión pública [al pedo]—. Me pasé un brazo por detrás de la nuca poniendo cara de adolescente ingenuo y pregunté sobre el nombre que figuraba en el rótulo de la carpeta, como para mostrar que ya estaba relajado y quería abandonar el tema anterior. Como no me respondió, leí audiblemente— : Hernán Kaplan… Programa de Formadores de Líderes Globales… Foro Económico Mundial ...Hmm… interesante … ¿No es tu marido? 

    Mirta asintió desganada sin verme a la cara; claramente, no recibió con simpatía mi curiosidad. No sé cuál será la gama completa de efectos que produce en su interlocutor cuando ella se acomoda los anteojos de marco grande; creo que uno de ellos afecta los cuerpos cavernosos.

    Resumiré muy groseramente en un escueto párrafo los últimos quince minutos de la última sesión con Mirta. ¿Conocés el Memorando NSSM del simpático abuelito, arquitecto de la gobernanza global?, le pregunté.. —No. ¿A qué te referís?  —Qué raro, vos que estás en contra del patriarcado…  Cascada —desordenada, lo admito— de información supuestamente desconocida por ella; previsible rechazo prudente, rotulando la info de teoría de la conspiración; breve referencia al misterioso y controversial émbolo 2020. Claro, pero si mi postura está chequeada por el entorno mayoritario, es difícil que Mirta pierda el debate; Vox Populi, Vox Dei. Y ¿quién da el feeding oficial al gran entorno, es decir al “soberano"? Pregunta retórica, al menos para mí.  Pero el último punch lo dio ella: Según me contaste,  al émbolo vos te lo diste…  Me lo espetó en un tonito irónico y con unos los ojos relampagueantes que distinguí detrás de sus lentes.

     El abuelito arquitecto al que me referí es Henry `Scheme-inger [bah, Kissinger].


        Esta vez, el que miró el reloj primero fui yo. Faltaban casi cinco minutos. Me levanté, y ninguno de los  dos habló de la continuidad de la terapia. Antes de dejar el consultorio, apunté con el dedo la carpeta esa con el nombre y apellido arriba del logo de los 17  colores sustentables. Mirta cobra cada sesión por adelantado, así que fue The End.

      ¡Qué digresión! Disculpen. Seguramente voy a editar y acomodar un poco. Pero quería contar aquello, lo del esposo de bella terapeuta, Mr. K-Plan, a quien nunca tuve el  "placer" de conocer en persona; Mirta solo lo mencionaba, Hernán... Hernán... . A lo mejor, Silvito sí lo conoce, deben dar capacitación juntos por ahí. ??¡Qué carajo me importa, anyway!

       Pero vayamos ahora a lo otro que me estuvo pasando últimamente, sobre lo que ya había escrito y que también se me perdió por completo hace casi un par de meses, por haber usado esa tablet barata que me compré, y por no poner correctamente nombre a los archivos de texto  para evitar borrarlos, como me pasó, sin querer.

      Ahora sí, retomando. Cuando bajé a la entrada del edificio para traer a Nuria,  esta me recibió, como siempre, con un beso, me dio su mochila y se puso a caminar por delante hacia el ascensor con esos pasos que parece que arrastra un poco los pies. Al abrir la puerta corrediza, como para que yo no tenga razón cuando le digo que nunca me cuenta nada, comentó: 

              —Recién había un hombre que preguntó por el profe de gimnasia de la plaza.  Tío Genny da clases en la plaza, ¿no? [bubblegumming sound].  Dijo que quería unirse al grupo. 

            El chicle que iba mascando mi nena debía de ser demasiado sabroso

              —¡¿Eh?! ¡¿Ah, sí?!— reaccioné alarmado—. ¿Dónde está? — dije, pero no esperé a que me contestara. Retrocedí raudamente hacia la puerta de entrada y la abrí para salir a la vereda. Oí que Nuria me preguntó si pasaba algo. Le ordené que entrara rápido a casa, cerrara la puerta con llave, y que no le abriese absolutamente a nadie, a menos que fuera yo.

              Ya en la vereda, hice un barrido visual por toda la cuadra como para ubicar a la persona que, según Genaro, lo había perseguido con un arma. Retrocedí hacia el hall del edificio para preguntarle más a Nuria sobre lo que me contó, pero ya no estaba allí. Me acerqué entonces al panel del portero eléctrico interior. Mientras escuchaba a mi hija, oía parloteos exaltados de fondo. Eran de Paz y de Genaro, de quiénes si no.

            —¡Decile a esos dos que se calmen! Escuchame, Nuri. ¿Cómo era ese hombre? ¿Cómo estaba vestido? —  Mientras esperaba que el chicle la dejara hablar, los otros dos no paraban. Por fin, mi nena me respondió con ese tono apático y monocorde que conozco bien. A veces me dan ganas de zamarrearla un poco. Un poquito nomás.

          —Era un hombre común de la calle. [bubblegumming sound] Tenía una campera, no sé. [bubblegumming sound] No era tan joven [bubblegumming sound] como vos…

             —¿No tan joven como yo?

         —No. No tan joven, quiero decir, [bubblegumming sound]  como vos, que no sos tan joven.

            No podía decir que “en casa de herrero, cuchillo de palo”.

        —Qué dulce. Escuchame, Nuri… — Ahí vacilé, pero pensé que, aunque ella pudiera asustarse, igual tenía que preguntarle —: ¿Por si acaso el tipo estaba armado? No te asustes, pero podría ser. ¿Tenía cara de maleante algo así?

       —No sé, pa. El portero del edificio tiene una cara horrible, y no creo que sea un maleante — me respondió Nuria, haciendo cierta vocecita para la palabra maleante. A lo mejor le causó gracia la palabra, o entre los chiques como ella, en lugar de maleante dicen otra cosa. Y hablando del portero del edificio, este salió de su office, que está al final del pasillo y se acercó.

          —¿Pasa algo, Eusebio? Lo veo medio nervioso — me dijo con una cara de quien está por retarte por algo —. Entré un momento a cambiarme los pantalones. El muchachito ese que vive con usted, Genny ¿no?, me hizo mojar como un viejo.

          —Escúcheme, Ismael: cuando Genny llegó corriendo, ¿no vio al que lo perseguía?

         —No. La verdad que no. Entró corriendo como un desquiciado y me atropelló justo cuando estaba por tirar un baldazo a la vereda. No puedo usar la manguera hasta que arreglen la canilla. ¡Lo mojé a él y me hizo mojar a mí, ese Genny!

        —Pero al que lo perseguía, ¿no lo vio?

        —No. Pasa que al darme vuelta, justo encontré a uno que conozco. Lo saludé  y me metí para cambiarme. —Ismael aspiró ruidosamente los mocos y dio unos pasos para no escupir sobre la vereda sino sobre el agua que corre junto al cordón—.  Ah, antes de entrar, vi que llegó su hija, y me parece que ese que conozco se le acercó a hablarle a la chica. No creo que estuviera persiguiendo a su cuñado. Ese que le digo es de un local de tatuajes. Bah, si ese Genny anda haciendo quilombo por todas partes, a lo mejor sí lo perseguía. Capaz que no le pagó, no sé.  ¡Tiene que tener más cuidado, che!

          Me di cuenta de que me quedé duro, mirando fijamente al portero.

          —¿Local de tatuajes?

       —Sí, sí. ¿Usted también quiere hacerse uno? Yo no seré tan joven, pero yo quiero uno también. —Sonrió con un poco de vergüenza —. Uno chiquito y muy lindo, como el que se hizo mi pibe en ese local… Ah, pero hablé de más ¿sabe? Como todavía no se instalaron bien los del local, me pidieron muy encarecidamente que todavía no corra la voz. ¡Pero debe haber también otros locales de tatuajes! Están de moda,  ¿vio?

        [música de suspenso]

 

 

 



          

       [casa de Esteban]

         Tamara intenta levantarse de la silla; sus movimientos son algo tambaleantes. Por la forma en que mira alrededor, su expresión es como de quien acaba de despertarse de una pesadilla. Claramente, a Lara la punzan la desconfianza y la sospecha, a decir por su típica manera de entrecerrar los ojos cuando escruta a los demás. Ella quisiera detectar rastros de complicidad en las caras de su marido y de Tamara, indicios de una aventura de la que difícilmente habría sospechado. ¿Justamente con ella, Tamara, que aparentaba ser la más centrada y madura de la clase? Seria y casada, por sobre todo. Para una chica que está próxima a cumplir 30, sin embargo, no debe ser fácil reunir estas cualidades, y más si luce como una chica del secundario. Tamara es la chica más linda entre todas sus conocidas. Es justo eso, piensa Lara: aparentaba, porque ahí está ahora, vestida así, en casa, recibiendo la atención preocupada del ocasional profesor de inglés, el zorrito de Esteban, que ahora pretende convertirse, además, en traductor. ¿Debería creerle a este, al que cuando conoció la hizo sufrir por un tiempo por culpa de unas competidoras que reaparecían y estropeaban su “logrado” desapego a las correrías de picaflor? ¡Ah, pero la cabra tira pa’l monte! reverbera en la cabeza de Lara el dicho de su mamá.

         —Tamara está bajo el efecto de un shock. Te digo que es el efecto del tatuaje..  — insiste Esteban, mientras el nene da vueltas alrededor de los dos, reclamando que le cambien el pañal.  Esteban le pide a su mujer que traiga un vaso de agua.

        —Pero, Esteban, ¿vos creés realmente en esas cosas que me contás? — responde Lara, tratando de contenerse —. Yo te escucho como si me contaras una película. A lo mejor querés ser escritor también, de películas de ficción. Pero eso de que  controlan a la gente con tatuajes… ¡Y mirá que a vos no te gusta ver Netflix!  — Lara deja la postura de jarra de dos asas y marcha a la cocina para traer el vaso de agua. Mientras va y viene no para de hablar —. ¡Hace poco pasaron una serie que trataba de cosas así!

      —Sí, Tami, pero… — Esteban se corrige nervioso —. ¡Perdón, Lara, Lara! Ju jus justamente, creo que esas series  están para que la gente nunca imagine que estas cosas ocurren en la realidad.

         Lara Mira a Tamara y le pregunta en un tono un poquitín agrio:

       —¿Vos podés escucharnos? ¿Te sentís bien? — Tamara agarra el vaso y bebe con ganas. Todavía parece en trance, aunque no tanto ya —. ¿Y así vestida se vino? — le dice Lara a su marido —.  Quería hacerte caer a vos, me decís. Qué raro… Qué raro… Me hago yo un tatuaje y pasado mañana cuando venga lo hago caer al sodero! —  Arrecian las miradas suspicaces que van de Esteban a Tamara y viceversa—.  Además… ¡tatuajes! No sé si te diste cuenta pero en la calle todo el mundo anda tatuado. Y no tienen uno o dos. ¡Se tatúan el brazo entero, las piernas, y hasta el cuello! ¿No lo viste a Messi? Claro, justo vos, que no te interesa el fútbol  ni ahora que la selección está llegando a la final. ¡Sos raro, Esteban, eh!

      —Pará un poco Tami… ¡Perdón! ¡Lara! — Esteban se vuelve a corregir torpe y más nervioso. Lara conoce bien cuando su marido se sonroja, por eso no deja de entrecerrar los ojos. Esteban, genuinamente preocupado por el estado post hipnótico de Tamara, apoya levemente una mano sobre su hombro desnudo, y con la otra le acomoda el cabello que el cachetazo suyo despeinó.      

         —Esperame un poquito, Lara — dice en voz baja a su mujer—. Quiero ver si ya volvió del todo en sí.

         Tamara levanta un poco la cabeza y mira a Esteban; es como si Lara no estuviera allí, aún cuando la mirada estupefacta de esta podría inquietar hasta a un ciego.       

       —Esteban… —por fin habla Tamara, débilmente —. ¿Seguimos en el bar?

        —¿El bar? ¡El que tiene que volver en sí sos vos, guacho!       

        ¡CHAF!

       Esta vez el cachetazo lo liga Esteban, y sonó más que el que despabiló a Tamara.  Nuestro estudiante anti-designios-sustentables recibe, además, un rodillazo en la entrepierna. En este punto, Tamara parece reaccionar del todo, se levanta de la silla, pero trastabilla debido a los zapatos de taco; y Esteban, de cuclillas y rebotando por el  dolor, teme que a su mujer le de un ataque y los eche a los dos haciendo un flor de escándalo.

 

 


 

 

        Han pasado dos semanas desde estos☝️acontecimientos. Eusebio y Esteban están ahora tomando una cerveza en el bar que se encuentra en diagonal a la ya varias veces mencionada plaza. Son alrededor de las 18.45, es una reunión tipo after office. Esteban  ya contó el incidente con Tamara en su casa; Eusebio reprimió lo mejor que pudo la tentación de cagarse de la risa  y, por la cara que pone Esteban, cambia de tema.

          ¿Ya te corrigió el essay? [la materia es Historia Social del Mundo Contemporáneo].

    Esteban busca en su celular el archivo con su ensayo ya corregido para mostrárselo.

      —¡Siete! ¡Bien ahí! — reacciona Eusebio —. ¿Te hizo muchas correcciones?

     —Las que había previsto.  No pude incluir más evidencias para mi postura por falta de tiempo. Me jode que me haya marcado errores de redacción. Se me acabó enseguida el plazo para entregar.

       —Es comprensible. Ahora, te queda el integrador y listo.

     —Para promocionar, ahora necesito sacarme siete en el integrador. Creo que voy a salir bien.

       —Por supuesto, capo.  Por suerte se lo pudiste mandar a tiempo.

    —¡Y casi sobre la hora del deadline! Eso sí, como te digo, no pude incluir el comentario de que la famosa Revolución Cubana fue financiada por corporaciones ocultas del gran país del Norte. Estuve a punto de desarrollar la cuestión, pero claro, eso hubiera extendido el ensayo y no tenía más tiempo. Por lo de Tamara, así como te conté, y lo que me costó apaciguar a Lara… Lo demás, ya te conté.       

     — Y decí que Tamara no te llevó demasiado lejos antes de que llegara Lara. Digo, por lo que me pasó a mí con Paz, ya sabés.

      —No, conmigo no hubiera pasado.  Aunque… acá, entre nosotros… — Esteban baja la voz y se inclina un poco hacia Eusebio, al que tiene sentado enfrente. Eusebio queda  mirándolo fijo, suspendido de la expectación — …mhm… dejalo. Lo bueno es que no pasó.

      —Mirá que te entiendo, tranqui. Uno es de carne y hueso. Y más si Tami estaba como me contaste…

       —“Tami”... — lo remeda Esteban—. Es que vos debés ser más de carne y hueso que yo, ¿eh?

       En ese momento, a través de la pared de vidrio del bar, ven la cara de Genny saludando con la manito y  haciendo una mueca festiva, ¡los encontré!

       —Ah, pasa que este da una de sus clases justo en esta plaza — dice Eusebio. Mira hacia atrás, a la puerta del bar, y ve que Genny se acerca rápidamente a la mesa. Eusebio le dice a Esteban —: Espero que no te moleste.

         Esteban hace un gesto de para nada, no del todo creíble. Genny ya está junto a ellos.

         —¡Conque en la guarida de siempre! ¿Vinieron a ver el partido? Ya empieza, ya empieza.  ¡Cómo andás, Steeeve!

         Sonoro beso.

          —¿Qué partido? — dice Esteban.

         —Ustedes dos juntos tienen menos fútbol que yo — dice Genaro revolviendo los ojos  —. ¿Ni siquiera el Mundial les interesa?

       La pregunta quedó sin respuesta. Desencantado, Eusebio le pregunta a Genaro:

       —¿Siguen suspendidas tus clases?

      —No hubo moros en la costa por dos semanas, así que, aquel debe haber sido un incidente aislado.

      Eusebio mira a los otros dos sin el mismo entusiasmo.

      —Ahora que está Esteban  — dice Eusebio, poniendo cara de preocupación —, y me jode, créanme, traer otra vez el asunto del reptil hipnotizante, como dice este —, señala a Genny—.  No es algo que pasó, lamentablemente, recién empieza.

     —Es como una canción que me gusta ful if iú zink its ouver, yos bigón… — canturrea Genny.

       Esteban le hace eco : 

  —...fool if you think it’s over, just begun…”  — Sonríe y cuenta que, en su momento, empezó a salir con Lara porque ella le había pedido que le tradujera esa canción ¿De quién es? No me puedo acordar.

       —Cris Diarrea.

     —Pará un poco, Genaro — interviene Eusebio—. Cuando les cuente sobre lo que descubrí por accidente se les va a acabar la alegría.  Digo, no sé. A Esteban y a mí, en realidad, el tiempo que nos queda fuera de nuestros laburos es para el último tramo del cuatrimestre. Tenemos materias que aprobar. 

      —Son ciertas las dos cosas. Siguen hipnotizando a la gente ... —dice Esteban. Por mente pasa el momento en que Tamara estiró la mano hasta una parte indebida de él, y el tortazo que le dio su mujer— ... y estamos hasta las manos con la facu.

    —Mirá cómo se puso Steve. A lo mejor tiene alguna alergia. O alguna contractura… Esteban, por si acaso, mirá que yo…

      —¡Por favor, Genaro! Lo que tengo para contar es serio. Bah, si quieren. No tienen por qué seguir con el asunto de los tatuajes. Ahora sí que se puede poner feo.

         Genny  se sirve el resto de la botella de cerveza en el vaso de Eusebio y hace fondo blanco. Esteban observa que el bar ya está lleno de clientes que vienen por el partido de la selección; pregunta si se quedan ahí. Genny estaba por responder con alguna de sus ideas; para él la presencia de Esteban le hace olvidar el peligro del que habla Eusebio. Sin embargo, los otros dos ven cómo de repente Genny pone cara de espanto. 

        —Acabo de verlo, la puta que lo parió…

        —¿A quién? — dice Eusebio.

     —Al que me persiguió con el arma. Pasó recién frente a nosotros tras el vidrio. ¿No lo vieron? — dice Genny con una voz que suena algo estrangulada. Mira hacia atrás para ver si lo ubica afuera, sobre la vereda.

        —No jodas. ¿Estás seguro? — dice Eusebio.

       —¡De verdad, boludo! Tenía un gorrito de la selección, de esos que son así… —Describe el gorrito, es del tipo joker.

      Esteban, que está ubicado de frente a la entrada del bar, señala con un dedo y pregunta:

      —¿Como el que tiene aquél que está entrando?

      Eusebio y Genny giran como en cámara lenta y ven a un tipo que se sentó a tres mesas de la de ellos y  que está  llamando al mozo.

         —¡Chicos, rajemos! — dice Genny

       —Calmate, calmate. Si es él, ahora solo vino a ver el partido. No va a pasar nada.

       Y como si los hubiera escuchado, el hombre con el gorrito ambiceleste de joker mira hacia donde están ellos. Genny cree el hincha que le interceptó la mirada incrédula y  aterrorizada...




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