sábado, 17 de diciembre de 2022

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 9)


Este relato es FICCIÓN



LINK AL CAPÍTULO ANTERIOR 👈


                                                




                                                                                      9



No hubo caso. Por más que la reté y me burlé un poco y fingí enojarme, Nuria se salió con la suya, consiguió que el domingo pasara a buscarla por un MacDonald's en vez de ir a la casa donde viven Paula y ella.  Además, como no estaría esperándome sola en el Mac sino reunida con unas compañeras del colegio (y no quería quedar como la nena al que el papá trae y lleva), me pidió que cuando yo estuviera a una cuadra del local le mandara un mensajito, así ella salía a encontrarme a la calle.  Qué pavadas, me quejé, pero no hubo caso, si no es como quiere, se pone difícil. Está bien, seguro que yo hacía lo mismo en su momento con mis viejos.  Estaba convencidísimo de que ellos no tenían ni idea de lo que yo hacía ni de las cosas que me gustaban ni de mi música. Yo pensaba, aún así, que en nuestro caso era distinto: Nuria tiene un papá joven —bueno, yo me veo al espejo y me percibo joven en muchos aspectos—, supongo que no estoy tan ajeno al mundo de su generación, soy consciente de cómo han ido evolucionando las preferencias, las modas, la música, y de cómo y quiénes las generan y vuelven virales. ¿O los chicos de ahora creen que inventaron la rebeldía?

   Por supuesto que no iba a concederle eso de quedarme afuera del Mac para que ella saliera a encontrarme. Una vez en el local, miré alrededor y no la encontré en la planta baja, así que fui directo al piso superior. Estaban ella y dos chicas, cada cual enfrascada en su respectivo celular. Me quedé unos metros cerca, mirándolas, a ver cuánto tardaba Nuria en darse cuenta. Y pasaron fácil un par de minutos hasta que una de ellas advirtió que yo estaba ahí.  No me pareció que la presentación haya sido tan traumática, de hecho, las otras chicas mostraron poco entusiasmo cuando conocieron al papá de Nuria. Si le hubiera molestado, yo estaba resuelto a imponerme, siguiendo algo que opinaba Darío en cuanto la autoridad que tenemos sobre nuestros hijos.

   Después, veníamos charlando mientras caminábamos hacia la entrada del subte.

    —Pa, ¿qué te pasó en el ojo? ¿Te peleaste?

     Nuevamente la pregunta me tomó por sorpresa. Como el moretón estaba menos visible lo tenía casi olvidado. Pensé en lo que había contado en el trabajo, donde inventé que unos tipos peleaban en la calle cuando yo pasaba y me habían dado una piña por accidente, algo poco creíble a menos que se tratara de los Tres Chiflados. No probé eso con Nuria porque me preguntaría muchas cosas, cambié el tema de la conversación comentándole algo que observo en todas partes:

    —Me causa gracia. No sé para qué se reúnen si no se dan bola entre ustedes. Está cada una en su celular. Parece que tampoco se sacan selfis a cada rato. ¿Ya pasó de moda? — le dije tratando de no sonar tan irónico.

   —Es que ahora somos así.

    —¿No tienen cosas para contarse entre ustedes?

    —No, ya nos contamos todo antes por wasap.

    —Ya veo…

    Me reí. Era uno de esos momentos que trae las vueltas de la vida para que uno actúe su parte. ¿El eterno retorno de Milán Kundera? Bah, apenas recuerdo de qué iba esa famosa novela suya que tuve que leer hace años. ¿Cómo se llamaba? No me acuerdo, solo sé que me pareció insoportable, sinceramente.  En el test escribí apenas lo que recordaba de unas notas que me habían pasado.   

   El eterno retorno... por ejemplo, mi viejo me criticaba cosas que yo hacía o decía de pendejo. Típico. Ahora, siguiendo el curso de la progresión generacional, Nuria dentro de no mucho le criticaría a mi nieta por qué ya no se reúnen en persona con sus amigas como se acostumbraba aaantes, que por qué lo hacen solamente en el espacio virtual del Metaverso; o por qué hurgan los implantes biónicos en sus cabezas para intercambiar los Elonchip® extraíbles que contienen programas de habilidades: ¿Me prestás el tuyo? Quiero cantar como Maluma; o quiero bailar como Miley Cyrus (o alguno de esos productos de hoy, ¡no tengo idea!). Alguien del grupito diría Cuidado, hay cámaras por todos lados vigilándonos; genial, como en Gran Hermano; es que a papá se le acabó la renta básica universal y no me puede alquilar otro Elonchip®, porque no tenemos nada y somos felices…  Parece una idea sacada de los episodios de Los Simpson, ¿verdad? La verdad que no, se los aseguro. Esos muñequitos detestables al principio para mí eran lo más genial de la televisión. Ya no los soporto más, con su metralleta de gags (nihilismo encriptado) me cago en todo. Esteban  dice que en Los Simpson (y en las series y películas y muchos productos del entretenimiento mediático) se emplea una técnica llamada primado negativo, que tiene el propósito de inducir en la gente una determinada actitud frente a la información que le conviene conocer. Sugiero a los lectores que investiguen este y otros temas vinculados. ¿Y quiénes aplican esa técnica? Ya no es un misterio. Tal vez San Martín y Bolívar hayan sesionado a puertas cerradas, pero hoy en día todos los "grandes planes" se terminan destapando.

   Chips de habilidades... ¿Acaso esos chicos ya no van a valorar o creer en los dones innatos o habilidades naturales de cada individuo? Yo no soy religioso ni demasiado conservador, pero la idea del transhumanismo me parece monstruosa. ¿Cuántxs sabrán de esas “maravillas” que está desarrollando la ciencia actual, copiosa inyección de fondos públicos de por medio? Pienso que muy pocos “conspiranoicos''. Y pensar que esas cosas ocurrían solo en las películas futuristas (por eso, investiguen esa técnica que mencioné). Gracias, señores CanElon Fucks y Yeguan Noah Tarari.

      Llegué con mi hija a casa y nos esperaba el olor de una salsa que estaba preparando Genaro. Este salió de la cocina con los brazos abiertos para recibir a Nuria, luciendo un delantal de cocina que se habrá conseguido él. Mi nena, que tiene a quién salir, después de los besos bromeó sin contener la risa que parecía que yo estaba conviviendo con su tío Genny como si fuéramos una pareja o algo así. El otro se lo festejó con esa carcajada acelerada que tiene.

    Comíamos los fideos de tío Genny que, debo reconocer, cocina mejor que yo. El almuerzo fue una buena oportunidad para enterarme de algunas cosillas en detalle.

   —¿Y cómo anda tu mamá? ¿Se quedó en casa… sola…?

   —Bien —, me respondió Nuria desganada —. Estaba con Silvio.

   —Silvio Mazzini—, se metió Genaro.

   Miré a Genaro y volví a Nuria.

   —Ajá, Silvio. ¿Por eso no querías que fuera a buscarte allá? Mirá, es cosa de ella, yo no me iba a quedar.   Nuri, dejá un poco el celu, estamos comiendo.

   —Ya terminé.

   —¿Me salieron bien? Si quieren hay más. No se hagan rogar, sé que les encantó lo que aprendí en mis años de gourmet. O traigo las pegas au viñuú… ¡Nah! Peras de lata.

   —No, gracias, tío.

   Le hice un gesto a Genaro de que yo también estaba satisfecho.

   —Comé Euse. Algo me dice que desde que empezaste a vivir solo no aprendiste mucho más que hacer salchichas con puré instantáneo Billy Gatos:  te inocula con su sabor . Ah, ¡y huevos en sus variantes Eusebio!

    Ahogué las risitas de ambos lanzándole una mirada a Genaro, pero traté de no perder el humor.

   —Nuri, che, contame algo. Hace mucho que papá no te ve. Nuria, ¡dejá ese celular!

   Por las caras que ponía Genaro, era evidente mi inquietud acerca del tal Silvio Mazzini. A lo mejor, había cosas que Nuria no quería que yo supiera. Pero empezó a contar, yo iba sacándole las palabras como con un tirabuzón.

   —Nah. Pasa que hoy vino Silvio a casa para arreglarle la compu a mamá.

  —Bueno, pero ¿por eso no querías que fuera a allá? Saludaba y nos íbamos nomás…

     El poder hipnótico que tiene el celular sobre las masas es difícil de desactivar. Es lo mismo adondequiera que voy. Observen en todas partes: los transeúntes, los choferes, los pasajeros, en las salas de espera, en las aulas, en los templos, en los bares, los agentes de policía, los pobres, los ricos… En una ocasión Mirta en su consultorio reaccionó a este mismo comentario con bienvenido al siglo 21, adaptate para no quedar afuera, todos debemos, nos guste o no… Dijo eso en lugar de hacer alguna reflexión distinta de cómo se plantea en el espacio del aula, donde nos inculcan solapadamente que la Ciencia y la Tecnología son nuestros nuevos dioses, una visión excluyentemente pragmática en ambos casos, a diferencia del discurso bíblico de Darío.

   Los dedos pulgares de Nuria sobre la pantalla no paraban de hacer tiqui-tiqui- ti-tic -tiqui tictiquic. Eché la cabeza atrás contando internamente hasta diez (“Euse, los padres tienen el derecho y el deber de darles un buen chirlo a los hijos cuando es necesario…” Darío).

    —No la atoshigueish, hombre. ¡Dejala que disfrute el día! Vos andá a estudiar a tu cuarto que yo me quedo con Nuri jugando con la play. Nuri mi amor ayudame a levantar la mesa — dijo Genaro mientras levantaba su plato.

    —¡Dale!

  —¿La play? — pregunté pensando en el día que usé la frase That did the trick en una composición y la profe me dibujó una carita sonriente.

   —Me la traje en la mochila.

   —La que te regaló Silvio…

   —¡Sí!

    Pasan las generaciones y nos reinician la vida sin que nos enteremos, pero la grieta entre el mundo de los padres y de los hijos siempre estará allí y se hará cada vez más grande (“...si dejamos que el Estado y la actividad $ corporativa se metan demasiado…” Esteban).  Y peor aun cuando el padre queda empantanado en sus cavilaciones mientras los extraños ganan terreno.

   —Pero tu cumple, ¿no es la semana que viene?

  —¡Ay, Euse! ¡Estos chiques ya no esperan a Papá Noel o a los Reyes, ni son supersticiosos como vos!

   —Vamos, tío. La conecto.

   —Los platitos… llevalos a la cocina, yo lavo. 

  Iba a reconocer que la play era más divertida que salir al parque, pero me quedé callado. Cualquier comentario me hubiera salido acompañado por una melodía agridulce de violín. Nuria se fue a la cocina y yo le dije Genaro:

   —Silvio Mazzini. ¿Lo conocés?

   —Ponele. 

   Genaro se quedó callado y se hacía el interesante.  Supongo que la expresión de mi cara era el gesto no lingüístico que mejor podía compeler a alguien a que largara información sin que me se arriesgara a quedar como un chismoso o alguien con el orgullo amenazado. 

    —Papá, no encuentro el detergente — dijo Nuria desde la cocina.

  —Fijate debajo de la pileta — le dije para que se quedara ahí. Yo seguía esperando que Genaro abriera la boca.

   —Es más joven que vos. Tiene un aire a Dean Paul Martin Jr. — dijo soñador. 

   —¿Dean Martin, el que actuaba con Jerry?

  —No. ¿No mirabas Misfits of Science (Los rebeldes de la ciencia”), una serie ochentosa?

   Puse cara de perplejidad.         

   —¡Ay, no sabés nada! Era el hijo de Dean Martin, boludo. Uno que se reventó en un avión.

   Agarré discretamente mi celular y guglié rápidamente la foto. 

   —[  ] Fachero

   —Sí. Paula dijo “Basta de negros feos en mi vida”.

   No sabía si reírme o pegarle un saque a este aparato. ¿Acaso el tal Silvio se parecía al hijo de un personaje tan entrañable como Dean Martin? Mi autoestima o mi orgullo o ambos sintieron una punzadita.

  —Mirá vos.

  —Tiene un aire nomás. No me cae bien.

   Mi interés era más que absoluto, pero como Nuria ya estaba conectando la play, Genaro se fue con ella.


  Bueno, es hora de estudiar. Entré a mi cuarto y me senté frente a la PC. Mis fotocopias estaban desparramadas sobre el escritorio. Empecé a leer acerca de “The Lithium Triangle in South America”, y busqué la planilla excel con el glosario relacionado.  Ah, y recordé que tenía que considerar antes la teoría para la justificación de mis traducciones.  Apenas había tocado ese material y el miércoles teníamos el mid-term. A ver, ¿por dónde estará la marca que dejé sobre la extracción del litio? Decidí que era mejor retomar desde el comienzo del capítulo. También abrí un PDF con información adicional que había encontrado sobre el tema, avancé varias páginas y leí al azar:

 “Production of Lithium from this unique ecosystem [se refiere al Salar de Uyuni, en Bolivia] can only be environmentally damaging. Anything more than limited and very careful recovery of Lithium is incompatible with the production of ‘Green Cars’...”

    ¡Qué interesante! Me pregunté si Esteban también encontraba perlitas como esta, ya que la profe es taaan partidaria de todo lo corpiñable, perdón, quiero decir, sostenible. “Corpiñable”... jajaja: Esteban se va a prender con eso cuando se lo diga. Es que la profe compró la agendita con sueños de colores made in ONU, y además es refemi como mi vecina la amnésica.

    Oía cómo Nuria y tío Genny se mataban de la risa jugando en la sala. ¿Y si llamo a Esteban y estudiamos juntos? Vive a pocas cuadras de casa. En realidad, prefiero prepararme solo cuando vienen los exámenes, pero sentía que no iba a aprovechar bien la tarde del domingo. Parece que el tal Silvio era un galancito que no le cayó bien a Genaro, eso era de por sí significativo. Además,  hacía rato que Paula no daba señal alguna, siquiera por wasap [últ. vez hoy a las ...]. No, no. Solo no voy a poder concentrarme.  ¡Era tiempo de cambiar mis hábitos! 

     Esteban respondió al instante el wasap aceptando la invitación.

    Hay algo que estoy pasando por alto. Antes de que el apego de mi hija al wasap me irritara, ella insistió en que le contase por qué tenía el ojo así. Tuve que improvisar torpemente que Paz —a quien mi hija conoce— me había dado un codazo sin querer mientras yo la ayudaba a instalar unas alacenas en la cocina de su casa. Mentí reconstruyendo la escena con mímicas y contando que yo estaba detrás de ella sosteniéndole los tarugos y los tornillos y el destornillador eléctrico… “como esta chica es feminista, no acepta que un tipo haga eso por ella, viste cómo son… Y  así fue como bla bla bla". Mi nena y su tío me miraban raro; ella no preguntó más, él ponía caritas.

   Lo que ocurrió en realidad (qué vergüenza) fue así: yo había aceptado compartir la pizza calabresa que Paz había pedido por delivery. Estábamos en su departamento, sentados en el mismo sofá de la sala donde la encontré el día que ya saben. La conversación no fue exactamente como la reproduzco a continuación, porque la gente que se tiene confianza dice muchas cosas insustanciales, se superpone al hablar y demás:

   —Che, creo que no está tan buena como la última vez que pedí de este negocio— dijo ella, aunque se chupaba los dedos.

    —Nah, para mí está bien.

    Levanté la tercera porción. 

  —Traigo otra birra [otra botella de cerveza]. 

  Paz se levantó y entró a la cocina. Y me pasó que en ese momento recordé vívidamente cómo había empezado aquel incidente que ella negaba. Cuando entré al departamento con la llave que me había mandado por debajo de la puerta, la encontré recostada sobre el sofá. Estaba bien vestida para lo que es su estilo normal, un vestidito. Parecía dormida, sin embargo, me estaba mirando…

    Oí que Paz me decía desde la cocina, Ay, qué tarada, no me queda cerveza, tengo Coca ¿Te va? Le dije que sí. Y dijo algo así como que los vasos que tenía estaban medio chotos, que los iba a lavar, que un segundo.

   Volví a las imágenes de mi memoria: la había levantado del sofá y la cargaba en mis brazos hacia su dormitorio. Recuerdo el perfume de su piel, un brazo suyo caía como si ella estuviera inconsciente.  Ya en la cama cuando quise arroparla me tomó del cuello y acercó mi cara a sus labios. Los ojos entreabiertos, la sonrisa enigmática… todo era muy extraño; ella estaba sumida como en un éxtasis… la veía embriagada de… parezco un novelista barato, me cuesta describir el momento. Y ahí nomás… No lo voy a contar otra vez, si gustan pueden ir al capítulo 5.

   Cuando Paz volvió al sofá con una botella de Coca en la mano, me encontró recostado a lo largo, con un brazo mío tapándome parcialmente la cara [este uso del gerundio es incorrecto, pero igual lo dejo así], tal como yo la había encontrado esa mañana.

   —Necesito que me lleves a la cama, me pasé con la cerveza— le dije con una voz mal actuada de alguien adormilado.

   Se rió. Dejó la Coca sobre la mesita y se quedó parada mirándome.

   —Viste que yo no saqué el tema de que estás últimamente raro. Con confianza, Euse: ¿qué te está pasando? ¿Seguís yendo a la terapeuta?

    Me acuerdo de que una vez se lo tuve que contar (en realidad, yo no quería) para desalentar uno de sus avances conmigo porque, como dice Genaro, yo soy un cavernícola al que no le gusta cuando las mujeres toman la iniciativa. Es decir, le di a entender que me analizaba para superar lo que sigo sintiendo por mi ex.

    No le respondí. Ella debió notar que el brazo cubría poco mi cara contraída por la tentación de reír. Entonces se sentó casi pegada a mí y me retiró el brazo para mirarme a los ojos. De pronto me puse serio y le tomé la muñeca con firmeza.

   —Estoy bien, Paz. Solo quiero refrescarte la memoria. Ese día que me llevaste con artimañas a tu cama para cojer, ni vos ni yo estábamos borrachos. Así, como ahora.

    Créanme, lamento la forma en que actué. Es que yo venía bastante obsesionado con el incidente del que esta chica se desentendía totalmente. Necesitaba que pusiéramos en claro todo, que ella lo admitiera, así dejábamos el asunto atrás y podríamos seguir con nuestra relación de vecinos, en la que yo no lo habría hecho con ella a no ser por la trampa que me tendió. Y no, no crean que no sé que se están riendo: ay, qué pretende usted de mí, cómo se atrevió, soy un hombre de su casa, qué ultraje y etcétera. No se lo puedo relatar a los que me conocen sin quedar en ridículo, en el hazme reír entre los muchachos que tenemos mentalidad tradicional.

  Bueno, otra vez me rehúso a ser explícito o específico con lo que pasó a continuación. La tenía sentada bien cerca de mí, ella me miraba desconcertada, diría que incapaz de hacer nada. Para sacarla de ese estado, apoyé una palma de la mano sobre uno de sus muslos que la falda corta dejaba bastante descubierto. Retiró mi mano bruscamente y se puso de pie. También me levanté y dije señalando la puerta entreabierta de su habitación: “si querés lo hacemos otra vez, pero después no te desentiendas, que yo no soy un boludito”. 

    En realidad, yo no quería, estaba sacado.  Paz me respondió que yo estaba perdiendo la cordura, que no sé qué me estaba pasando pero que, aunque admitió que le gustaría, jamás, JAMÁS tuvo sexo conmigo, que yo lo había inventado. Fue lo más enfática que una persona convencida de algo puede ser. Y entonces le dije algo de lo que me avergüenzo y que no voy a escribir literalmente acá. Le pregunté si aquella mañana, más tarde, no había notado algo … un vestigio de que… porque yo… dije algo presuntuoso sobre mis cualidades anatómicas.   ¡Salí de acá! ¡Te vas!, tronó señalando la puerta. Y hecha una furia, repentinamente levantó una botella vacía de cerveza de la mesita y me la revoleó (menos mal que era una botella chica). Reaccioné con la mano a tiempo y pude amortiguar un poco el impacto en la cara, aunque sí, me había alcanzado un ojo. El estallido de la botella contra el piso la hizo volver en sí. Se quebró y me pidió disculpas, que no tuvo la intención. Yo también le pedí disculpas, me deshacía pidiéndole perdón por haber provocado la situación. Ella quería ver mi ojo, pero le dije que no se preocupara, que mejor me iba a casa, que tenía hielo. No me costó nada convencerla. Salí al pasillo para desaparecer lo más pronto posible tras mi puerta. Por suerte, no me vio ningún vecino.

    Bueno, por fin lo conté en este diario. Por suerte no fue tan grave. Pienso que Paz pudo haber llamado a la policía y yo terminaba en la cárcel. En España me hubieran arrojado al calabozo de por vida. Qué horror. Creo que Paz aún siente algo por mí, aunque piense que no estoy bien de la cabeza. Desde que pasó el escándalo no he vuelto a cruzármela.

   Se asomó Genaro avisando que Estaban estaba abajo; le pedí que fuera a traerlo. Esteban y yo enseguida pusimos manos a la obra organizando nuestras fotocopias, abordamos los textos yendo al punto con las guías de preguntas y nuestras notas de clase, cotejamos los glosarios de términos que habíamos trabajado por separado, y discutimos cuestiones que tienen que ver con los criterios de justificación para las traducciones. La verdad, fue un golazo haber llamado a Esteban, él es un tipo muy práctico y a tierra, mi concentración en cambio es como el humo.

    Cuando vimos que habíamos hecho suficiente, nos relajamos y pasamos a las otras cuestiones que nos habían quedado pendientes. En vez de gaseosa como le invité al principio, ahora podíamos tomar una cerveza. Recién entonces le mostré ese párrafo sobre el litio que transcribí más arriba; él no pudo contener su monólogo/cascada de información anti-establishment, tal como esperaba.

   —Prestame esto. ¡Lo voy a leer en clase para todos!

  —Dale, dale. Servite, che. Y ahora contame lo de la compañera de yoga de tu mujer.

   Levantó la botella.

   —Uh, se acabó.

   —Ah, ahí lo llamo a mi cuñado para que nos traiga otra.

   —Euse, vos todavía no me contaste cómo fue lo del ojo…

     A Esteban se lo conté con mayores detalles que lo que escribí arriba. Me merece confianza. Particularmente, me gustó que no se haya burlado, aunque la tentación y la cerveza le ponían la cara casi del color de la chomba que usaba. Todo bien. El caso de la otra amnésica ahora cobraba un interés todavía mayor; era un caso aparentemente muy parecido. En realidad, Esteban ya tenía un interés a priori por este tipo de fenómenos psicológicos o lo que fuera, a juzgar por las cosas que me contó sobre los experimentos secretos que condujo cierta agencia de investigación norteamericana vinculada con cierto anciano que está más allá del bien y del mal, y que es demasiado influyente alrededor del globo.

    Me asomé a la sala y llamé a Genaro, pero no me dio bola hasta que lo llamé Genny. Al rato entró trayendo otra cerveza. Miró a Esteban, le hizo una caída de ojos y se fue rápido. Esteban sonreía para sí. Le hice un gesto de que contara, pero indicó con la cabeza que no tenía importancia.

    —Es el hermano de Paula, mi ex— le dije.

   Se ponía cada vez más colorado de la tentación.

   —Veníamos caminando hacia el ascensor y escucho que por detrás dice Paáaapii. Me doy vuelta y lo miro así, y este me dice Es que me acordé de papá.

    Nos reímos más que mi hija y su tío que jugaban en la sala. Esteban me empezó a contar lo de la compañera de yoga de su mujer, continuó mientras lo acompañaba a la planta baja al despedirlo, e incluso mientras caminábamos unas cuadras en la calle. No puedo contar eso acá ahora, al menos hasta que pase el mid-test. Solo diré que relacioné el interés por la práctica de yoga de la gente que conocía con unas noticias raras que había escuchado en los noticieros.

   Ya había oscurecido cuando estaba regresando al edificio. Tenía pensado apagar el videojueguito para que decidiéramos qué íbamos a cenar, si en casa o afuera. Me llevé una flor de sorpresa cuando oí que Paula me llamaba desde un auto estacionado a la entrada. El que iba al volante debía de ser el carilindo hollywoodense; en realidad, no lo sabía, no podía verle bien la cara. Mi ex lucía rutilante; sería el peinado o la manera de sonreír como en la época anterior al nacimiento de Nuria. 

   Sentí que me iba a ser difícil retomar más tarde la lectura de los PDF para el mid-test.




..

      



 



martes, 8 de noviembre de 2022

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 8)

 

Este relato es FICCIÓN










8


    —Who battered you black-and-blue? 

    —Hey, that was very idiomatic. Good use of the language, Mati!

     Lo primero que hizo Mati cuando le dije en inglés que empezáramos fue preguntarme quién me había dejado así de una paliza. Me sorprendió doblemente porque no imaginé que anduviera avanzado con inglés, y porque, así de súbito, tenía que contestar su curiosidad por el moretón que me había dejado Paz en el ojo cuando estuve en su departamento compartiendo la calabresa (voy a contar este episodio más adelante, en otra entrada, la verdad es que no me quiero acordar ahora).  Halagué a Mati por usar expresiones idiomáticas, le corregí un poco la pronunciación y le pregunté, sin dejar de hablar en inglés, qué carrera estaba cursando. Mientras me respondía entusiasmado sobre sus cosas, yo trataba de pensar en una versión distinta del incidente con mi vecina en caso de que persistiera su curiosidad. 


     Es sábado por la mañana.  Estoy escribiendo esto en el piso superior de mi bar favorito, desayunando enfrente del parque, como acostumbro, ya saben.  Lo habré dicho más de una vez: de alguna forma, escribir me ayuda a digerir las cosas que me suceden. Al que encuentre extravagante este hábito —insisto— le diría que piense en el personaje en primera persona del cuento “¿Quién Sabe?” de Guy de Maupassant y su necesidad de exorcizar aquel suceso perturbador que le había acontecido en su casa, aunque por supuesto que las cosas que me han estado ocurriendo no me quitan el sueño. Por ahora. 


    Lo habrá alentado el elogio que le hice, porque Mati volvió a preguntar por mi ojo morado usando otra expresión idiomática en inglés. Le respondí very kindly que me reservaba el asunto por tratarse de algo personal; me pidió disculpas y empezamos nuestra sesión, que le avisé duraría una hora. Mati está haciendo el Profesorado de Inglés en un instituto estatal prestigioso y ya está cursando materias de segundo año. Nada que ver con lo que yo había pensado. Su nivel es bastante bueno, es solo que aparentemente le cuesta un poco preparar textos para hacer presentaciones orales. Para mi es mejor que no se trate del chico que sabe poco y nada,  o que, más que la ayuda de alguien, lo que necesita es dejar un poco el reguetón y las redes sociales. Vino a verme el jueves porque para el día siguiente (ayer) tenía asignada una presentación sobre la novela Animal Farm, de George Orwell; necesitaba una mano para proponer una actividad en clase basada en la novela. Por suerte, como ambos la teníamos leída, repasamos los hechos y los personajes con agilidad. Le sugerí que planteara en clase un debate trazando algunos paralelos con la historia geopolítica mundial. Al principio puso cara de y eso con qué se come. Supongo que para alguien muy joven las cuestiones geopolíticas deben sonar muy alejadas de las ganas de disfrutar la vida, pero igual creo que me prestó atención de buena gana.  Pensando en las cosas que aprendí de Esteban, me hubiera gustado darle procesados los paralelos y las alusiones que tenía en la mente, mirando un poco más allá de lo “simplista” que es reducir la realidad a la ubicua y constante dicotomía de bandos enemigos: por ejemplo el Capitalismo versus el Comunismo, Cambiemos vs Todos (estos dos partidos tienen garantizada la primarias electorales en mi país),  Demócratas vs Republicanos, ateos vs creyentes, conservadores vs progresistas, River vs Boca… En fin, el ying y el yang compuesto de una lista interminable de dialécticos y multilécticos. Por eso, para el debate en clase, qué tal si  ponía la lupa especialmente sobre los agentes de afuera de la Granja, es decir, los que comerciaban secretamente con los cerdos, que eran los líderes de los animales. Estuve a punto de tirarle, como referente de la actualidad/realidad, el nombre del prácticamente centenario Henry Scheme-ingger, (bah, la cosas por su nombre: Henry Kissinger) en su lugar me pareció más acertado mencionar a Nathan Cecil David u otro de esos criptofinancistas supra-inter-nacionales. Por la cara que ponía Mati me daba a entender que sus compañeros lo mirarían raro. Para no perder de vista nuestro punto de partida, le pegamos un vistazo a su ejemplar Penguin de Animal Farm, y tomamos nota de los personajes que hacían los tratos comerciales a espaldas de los animales subalternos. Uno de ellos era Mr Whymper.  Sin embargo, pensándolo bien, decidí que era mejor concentrarnos más en las estrategias discursivas para la presentación oral que en sugerir a esos magnates proactivos de la realidad, cuya noción de existencia debe estar más oculta que la mano negra de la historia (hoy en día —a Dios gracias—  no tan oculta ya). Al chico no le conviene poner en riesgo su progreso en la carrera, si es que le tocó algunx profesorx como la mía, la que me dijo delante de todos que yo escucho a los vendehumo… ¡Sí, seguro! Imagínense si el que ayudaba a Mati fuera Esteban. ¡Se recibe el día que en el país la gente deje un poquito el sempiterno rodar de la pelotita apertura/clausura para informarse de verdad un poco. Bueno, también dicen que la culpa no es de los chanchos sino del que les da una dieta chatarra de farándula, guerras partidarias locales y payasadas frente a las cámaras. A los guionistas de Peter Capusotto les diría que el sketch de Violencia Rivas no funcionó conmigo. 

      La hora con Mati pasó volando, incluso nos quedamos casi media hora más. Al contrario de lo que había esperado, ese tiempo me resultó hasta placentero. Si no fuera porque sonó el timbre de la puerta. El chico me miró y produjo una event sentence correctamente acentuada. ¡Bien!  No sé él, pero yo tuve que recursar Fonética 2 en su momento.  Obvio que siempre que me pida algo para su carrera no le voy a cobrar.

     Vuelve a sonar el timbre. Si es esta vecina mía, no sé con qué cara está viniendo después de que me dejó el ojo así. Qué insistente, que espere. No le voy a pasar la llave como la otra vez, no, no; cada vez que deslizamos la llave por debajo de la puerta, se arma quilombo.  No quería que este chico seriecito y aplicado me viera en un escandalete con esta mujer. 

    —Euse, I should be going. ¡Nos re pasamos de la hora! Muchísimas gracias por todo —dijo Mati, levantando sus cosas. 

    —It 's OK and it’s been a pleasure —le contesté con una sonrisa preocupada porque el timbre sonó otra vez—. Debe ser una vecina del piso. Está medio loca. Puede ser que haga un poco de bardo. Kindly excuse me in advance— le dije poniendo voz de Gold Silver, y nos reímos—. Vamos, Mati, te acompaño.

     Miré por el ojo mágico de la puerta y… ¿¿¿¿Pero es que le dije hoy…???  No me quedaba otra que abrir:


    —¡Eusebio  Na-ta-naeeeel!


   Genaro cruzó el umbral dando pasos teatralizados, dejó el bolso que traía en el piso y se lanzó a mi cuello como el padre que recibía al hijo pródigo. Cuando se soltó, dio un medio giro mecánico y besó efusivamente en la mejilla al chico, que se quedó con la mano en el aire.    

    — La plandemia terminó. ¿Un alumnito?

    —¿Qué hacés acá, Genaro?

    —Genny. Don’t forget.  Euse, ¡¿quién te cagó a palos, negrito hermoso?!

    —Él es… era mi cuñado —, necesité aclararle a Mati.

    —¡Ex cuñado, mejores amigos!

    —¿Cómo entraste? Te mandás así hasta acá…

    Mati estaba tentado. Le dije a Genaro que me esperara, que yo acompañaba al chico a la entrada.


     Antes de contar sobre este loco que ahora debe estar durmiendo en el sofá de la sala y al que en realidad esperaba recibir el lunes o el martes, no quiero que pase a un segundo plano algo interesante que surgió,  que retoma directamente el motivo por el que empecé a escribir este “diario”.  Cuando redondeaba con Mati, sonó la llegada de un par de mensajes nuevos de Wasap. Solamente vi que eran audios de Esteban; los escuché recién cuando volvía en el ascensor:


    “Euse, ya mandé nuestro TP a la profesora. Quedate tranquilo que antes lo revisé y vi que estaba bien nomás. Así que ya está. Ahora, esto que hace rato te quería comentar: mi mujer me estaba contando de un caso parecido al de tu vecina, la que te garchó y no se acuerda de nada [lo dijo riéndose un poco]. Es de una compañera de unas clases de yoga que toma mi mujer. 


    "La compañera esta le contaba que tiene kilombo con el  marido porque él la acusa de haber hecho extracciones de los ahorros de ellos sin avisar. Y ¿sabés? La mina dice que no, que ella no sacó nada.  Dice que nada que ver. Y dice que el chabón ya constató que la mujer sí lo hizo. ¡Re loco! Debe haber comenzado una epidemia de amnesia".


      De veras que se trata de algo parecido a lo que me pasó con esta Paz. Y sí, como dice Esteban, debe haberse desatado alguna psicocosa entre los habitantes de la ciudad (no quiero poner psicosis porque todavía no busqué qué es exactamente). Ahora no sé cuál va a ser el tema principal que quiero conversar en terapia: si analizar qué me está afectando acerca de la nueva relación de mi ex, o este fenómeno de la amnesia que me ya no falta mucho para que empiece a obsesionarme. Una nueva epidemia… Al final, el religioso de Darío parece que tiene razón. Él cree que en los últimos tiempos se oirían de guerras y de rumores de guerra, que habría hambres y pestes. ¡Pestes! Trastornar al prójimo y después desentenderse, díganme si eso no es el síntoma de una peste, una psicoenfermedad o psicopatología, creo que es el término. Bueno, los noticieros encienden las alarmas de que están apareciendo enfermedades nuevas y que reaparecen algunas que se supone habían sido erradicadas. Ahora estoy escribiendo esto con algo de ansiedad, pero a Darío le contesté canchero en su momento que siempre ha habido enfermedades, epidemias y demás, que la fuente de su espanto no es otra que sus profecías bíblicas. Él agregó algo así como que ya salió el primer jinete, el que lleva el arco y las flechas, y que las flechas que lanza este jinete llegan hasta los confines de la tierra, hasta el último rincón. ¿De qué jinete me hablaba, de una especie de Robin Hood, un paladín de las ONGs? Porque no creo que este vaya al hipódromo.  A ver, hace dos años (estamos en 2022) explotó la calamidad que lo trastornó todo y nos llenó de miedo, un miedo que persiste, a juzgar por el bozal que lleva el mozo de este bar. Corrimos  al Estado para que nos administrara la salvación si queremos seguir bajo el sol con nuestros proyectos, para tener el pasaporte para entrar en el nuevo mundo. Esteban y Darío, aunque crean en cosas distintas (aquel es agnóstico como yo, o ateo, no estoy seguro; y este se aferra a la Biblia),  coinciden en que dicho pasaporte es extorsivo. De debates y enlightenments separados que tuve con ellos sobre el año bisagra (2020) se desprendió que yo soy otro borreguito más que se precipitó a entregar el brazo al establishment, y a abrazar la nueva normalidad que el biofactor trajo aparejada [para que el lector de mi humilde diario no se pierda: biofactor = la calamidad que explotó]; biofactor que ya había predicho con pasmosa precisión hace unos cuantos años cierto tecnomagnate anteojudo y con cara de pelotudo, proveniente de cierta corporación informática (por poner a solo a este como ejemplo de entre los otros tecnopsicópatas); anteojudo preocupado porque el mundo se está convirtiendo en lo que se lee en el cuento Billenium de J.G. Ballard; anteojudo que —ahora que me acuerdo— una profesora que tengo ¡hasta defiende!   Tenía un montón para poner acá sobre esas charlas con estos dos conocidos míos; creo que cometí el error de haberme conectado a una red de wifi del Gobierno de la Ciudad cuando estaba escribiendo. ¿Por qué lo digo? Me desaparecieron “misteriosamente” un montón de cosas (entre ellas, observaciones para Mirta), y sucede que justo trataban sobre los motivos que me habían dado Darío y Esteban para no consentir lo que yo acepté. Bueno, dicen que mal de muchos, consuelo de tontos, aunque quizás yo no tenga mucho que arriesgar o perder en comparación con la gran mayoría de la gente. 


     Sigo acá dándole sin piedad al teclado de mi tablet con un tecito verde y con la mirada a veces perdida en la copa de los árboles del parque que tengo enfrente cada vez que me quedo suspendido tratando de recopilar las cosas que se me arremolinan en la cabeza. Cuando salga del bar, voy a cruzar la avenida y voy a entrar al parque. Hace mucho que no paseo por entre los senderos o me siento en un banco debajo de un árbol. Y después del mediodía y durante todo el domingo (mañana) mi tiempo estará consagrado al mid-term exam. De acá veo que en el parque hay mucha gente… Ah, pero el domingo no será enteramente consagrado, olvidé que quedé con Nuria (mi hija) en que la voy a buscar. Tío Genaro supongo que me ayudará a administrar el día.  Ahora,  mi nena es de la generación que se queda enfrascada en su celular, en las redes sociales y con la play, lo cual me recuerda otras cosas que he discutido con Darío. Todo el mundo parece que tiene razón, menos yo.

     Lo que me va quedando para esta entrada debe ser un caos textual. Ya lo acomodaré a partir del viernes, después del examen. 

     Darío, Darío.  Las cosas que surgieron de nuestras conversaciones suelen activarse cada vez que veo el noticiero. Anoche estuve viendo un poco de tele mientras comía el delivery que pedí con Genaro (“¡ay Euse, decime Genny!”). Genny estaba enfrascado en su wasap, no le daba bola al noticiero. Lo bien que hace: la mayoría, si no todas, son noticias perturbadoras. La inseguridad y el crimen están peor cada día; antes, las entraderas ocurrían en el Gran Buenos Aires [el área circundante al distrito federal].  En cualquier momento abrís la puerta y…

   —¿Y vos cómo subiste hasta acá? —, le pregunté a Genaro cuando volví de acompañar a Mati a la puerta del edificio. Al abrir la puerta, lo encontré en el sofá de la sala posando como Francisco de Miranda en un cuadro famoso del prócer.

  —Pertenecer tiene sus privilegios— me respondió. Yo lo miraba fijo esperando que hablara en serio —. Cuando llegué a la puerta del edificio— dijo sentándose como corresponde —, pensé que quería darte la sorpresa. ¿Cómo hago?, me dije. Mientras buscaba tu departamento en el portero, apareció a mi lado una chica muy simpática que me miraba con dulzura…

  —¿Ah sí? Una chica muy simpática que te miraba con dulzura…

  —Sí, sí. Y ahí se me ocurrió — dijo, regodeándose en su picardía. Yo seguía mirando fijo a Genaro, era todo oídos.

   —Ay Euse, diríase que no te alegra el reencuentro, estás con los brazos cruzados y me mirás así…

   Me relajé para que no se sintiera mal.

   —Te escucho.

   —Prometeme que no te vas a enojar —dijo Genaro con ojitos de perro mimoso. Sacudí la cabeza sin deshacer la sonrisa —. Le dije la verdad a esta chica tan simpática de la entrada, que soy tu cuñado Genny. Ella me miró de pies a cabeza y dijo “claro, sí, sí”, como si ya me conociera—. Mi cara denotaría que me daba cuenta, y Genaro prosiguió más confiado —: Y bueno, le dije que vos ya me abriste de arriba pero que no sabrías que estaba con llave. Y que como siempre estabas en calzones, estarías buscando un jean para impresionarme.

  —Te abrió la puerta y te dejó pasar…

  — That 's right!

  — Y decime, la chica de la mirada dulce, ¿por casualidad tenía el pelo arreglado en colitas de colores, era medio rellenita y…

  —¡Y tenía unos borceguíes espantosos!

     Bueno, espero que a Paz no se le borre de la memoria esto. Ahora tengo un testigo de que dejó entrar a un extraño al edificio en caso de que lo niegue.

  —Es una vecina del piso.

—Se ve. Y dijo que sos un boludo que le tira la llave a extraños. Se nota que es una vecina que se preocupa por vos… dijo Genaro mirándome el ojo morado.

   Lo que no sabe este personaje (o quizás ya lo averiguó) es que la vecina que se preocupa por mí me revoleó una botella de cerveza a la cara. Estoy bastante seguro de que ella es consciente de que lo hizo y de que no lo olvidó. Y no me pregunten cómo, pero al ver a mi ex cuñando, que ahora estaba sentado con las piernas cruzadas sobre el sofá a lo indio, me di cuenta de que él, la mujer que extrajo de los ahorros y no lo recuerda (lo que me contó Esteban en su audio) y Paz tienen en común la afición por el yoga. Para el colmo de los distraídos que soy, estuve (modestia aparte) brillante.

  



...

    



sábado, 8 de octubre de 2022

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 7)

 

Este relato es FICCIÓN


LINK AL CAPÍTULO ANTERIOR👈





          

                                                          7

                        

Antes de apagar el velador y lograr una cantidad mínima de sueño para empezar una nueva semana, agarré mi tablet nueva y puse al día estas notas (en realidad me puse a editar las cosas que venía escribiendo). No sé si es que alguien aparte de mi vaya a leerlas alguna vez. No sé, pero escribir me hace bien, es algo que recomiendo a los demás. 

     Por supuesto que no fui a hablar con Paz a su casa al mediodía como me sugirió cuando la encontré en el ascensor, aunque estando solos otra vez en su casa, a lo mejor, se deja de joder con el orgullo o la autoestima, o el cuidado de que algún vecino pueda enterarse, o lo que sea que le esté pasando. ¿Qué onda? ¿Es algún tipo de estrategia? ¿Una movida de guerra de la bandera muerte al macho?  Esta chica es bastante liberadita y hubo ocasiones en las que claramente se me insinuó. No fui a su casa porque yo también decidí que ♪ lo que pasó pasó entre tú y yo ♪ Ustedes no me escuchan, pero estoy cantando una de esas cancioncitas que ella pone;  por si acaso, no es el tipo de música que me gusta.

     Si la policía de la web me detecta escribiendo lo que oigo decir a mis compañeros de oficina para evaluar un caso así (ya saben, una chica te induce a hacerlo con ella y, después de consumado el asunto, niega que ocurrió y pretende que uno es el loco), seguro que pierdo puntos para aplicar al crédito social de emergencia. Que con la inflación galopante y el continuo desabastecimiento post Rusia/Ucrania, no me conviene poner en riesgo mis finanzas domésticas.  Por cierto, tengo que ser más prolijo con la administración de mis gastos, consumos, y mi huella... No solamente los codiciosos y manipuladores planifican a mediano/largo plazo persiguiendo sus intereses. ¡Todos tenemos derecho a planificar independientemente nuestras vidas!  La gente de a pie no tenemos intereses multimillonarios, ¡tenemos libertad! Además, dicen que en los países más autoritarios, cuando detectan en los aparatos electrónicos palabras que ahora se clasifican como lenguaje de odio o sexista, o rebelde para con el Estado, hasta secuestran y torturan a la gente. Nunca imaginé que las cosas que se cuentan en películas como The Truman Show o Demolition Man se convertirían en realidad. Yo me reí por lo bajo de Esteban, mi compañero [ver entrada anterior], cuando dijo en clase que Hollywood nos venía preparando. Lo que no entiendo es por qué dijo eso si la película que alguien había mencionado fue El día después de mañana, del director de Día de la Independencia.  Siguiendo la hipótesis de Esteban, creo que se puede sacar el factor común del polinomio formando por películas, directores, Hollywood y mensajes a la mente de la gente. No voy a escribir cuál es el factor común para evitar que apliquen conmigo el no tendrás nada y serás infeliz, además de la consabida hecha la ley hecha la trampa, aunque en esa me parece que estamos cayendo todos. Tengo que mejorar mis consumos, mi huella de...A la huella a la huella, Claus y Puertitas  /A la huella a la huella que contamina ♪... Tampoco me escuchan, pero sigo cantando, es la prueba de que conservo el buen humor a pesar de todo.                         

                                    

     Hace un rato, mientras dejaba lista la ropa para trabajar al día siguiente, oí que me llegaban mensajes de Wasap. Eran de mi hija, de Darío (debe ser lo de inglés para su chico), de Paz (¡ajá!), y de un número desconocido. A mi vecinita la voy a dejar para el final. Ya que se hace la misteriosa, yo también haré lo mío.

     Nuria (mi nena) por fin me manda algo. Dice que aprobó todos los exámenes con buenas notas, aunque le quedó para recuperar inglés. Es que no hay forma de convencerla de que estudie conmigo, prefiere estudiar sola o con sus compañeras. Le quise pagar una teacher pero ella no quiere, insiste en que gaste en su regalo, lo cual me recuerda que el cumpleaños es en un par de semanas. Mientras escribía que la felicitaba por los exámenes veía que ella estaba agregando algo:

    “Pa, no te preocupes por la play. Mama dice que Silvio iba vender una suya pero q me la deja”

     “Bueno igual te felicito mi amor. Viste, estudia conmigo o deja que te pague la — Quien es silvio?”

    Pasaron unos segundos de nada, y: 

   “Es la pareja de mama”

    “No me contaste. Lo conoces?”

    “Perdoname, pasa q estaba a full con el cole” 

      Quedé en ir a buscar a Nuria el próximo fin de semana, a ver si esta vez la convenzo sobre la teacher.

    Así que… Paula (mi ex) ... muy bien, muy bien, todo lo mejor para ella... Hmm, no es lindo enterarse de algo así, debo admitirlo. Hace mucho, cuando corté una de mis primeras relaciones, alguien me tiró esta frase: el amor es largo pero el olvido es corto. No, no, creo que es al revés: el amor es corto pero el olvido es largo; que, supongo, implica que vas a sufrir un poco durante algún tiempo. Ahora bien, Paula y yo estuvimos enamorados con la misma pasión adolescente que nos impulsó a casarnos y que duró un poco más de dos años. En realidad, lo digo desde mi punto de vista, no sé si ella siente lo mismo. Lo cierto es que seguimos juntos por un tiempo después de creer que habíamos superado una crisis seria de la cual yo fui el responsable. No voy a escribir sobre eso ahora ni sobre lo penoso de la separación que dejó en el medio a nuestra hija. Demasiado pronto, después, yo logré que un clavo sacara a otro clavo, aunque fue una anestesia que duró poco. Por eso, cuando le referí mi historia a alguien, me tiraron la frase esa de que el amor es corto y bla bla. Ahora me entero por mi hija de la nueva pareja de Paula, y siento que eso me jode un poco. Punto para Mirta, mi terapeuta: "Eusebio, para mí, vos no cerraste lo de Paula. ¿Por qué seguís solo? No te sigas engañando". La había corrido con el tema de la libertad como derecho natural inalienable, y con la autonomía de la personalidad en medio de la jungla colectivista, pero ahora en cuanto al tema de la libertad sentimental... Sí, punto para la psicóloga oficialista.  Al margen, con todo el peso de la separación, una vez charlé de esto también con mi amigo Darío, y rechacé su óptica excluyentemente piadosa de que si no es hasta que la muerte los separe quedarán heridas que creemos que se van a curar. "Darío, no te ofendas, pero la tuya es una postura... ultraderechista... no está acorde con los tiempos que corren". "Ya sé, Euse —me retrucó—: lo que te digo será ultraderechista o conservador para muchos. En los tiempos que corren, hay mucha gente que no sabe perdonar ni pedir perdón. Eso trae consecuencias". Con la mirada, parecía que Darío me leía la mente.

   Y hablando de Darío:  

   “Euse, porfa, podras esta semana con Mati antes del viernes? El viernes tiene examen. Decime cuanto te pago” 

   Antes de que le contestara algo, Darío me pasó el contacto de Wasap de su hijo para que arregle el horario con él. Qué hincha pelotas, no tengo ganas de enseñarle a nadie ahora salvo a mi hija. En fin, un par de horas no debería complicar mucho mis horarios, a lo sumo disfrutaré menos tiempo escribiendo para este diario…  ¿Diario? Cada vez se parece menos a un diario. OK, ya no le voy a poner fechas a las entradas que escribo.  Mati, Mati... Voy a reservarle este próximo miércoles cuando vuelva del trabajo.  Después le preguntaré qué necesita exactamente. Mati no es tan chico. Creo que ya terminó el secundario o está en eso. La verdad, podría decirle a Darío que no puedo, pero como ya conté, una vez le prometí ayudarlo con inglés. No quiero llevarme mal con un viejo amigo. Un hombre separado que vive solo necesita un poco de vida social.

    A continuación, amplié la foto del mensaje desconocido para ver quién era.   Pero… ¿No será...? ¡Noooo! ¡Genaro! ¡Genny! ¿Qué quiere?   Tardé unos segundos en reconocerlo porque cambiaba seguido de look (o de concepto, como él decía): Genaro es hermano de Paula. Cuando era mi cuñado ¡me hacía pasar cada veranito! Este Genaro —aunque él quería que lo llamáramos “Yeni'', deletreado por él como Genny, ¡cualquiera!—, Genny… No está bien ese chico, y no lo digo porque él sea gay, porque eso es de lo más común  en la “nueva normalidad''. Es solo que los "cavernícolas" todavía existimos, aunque dicen que somos cada vez menos. Dicen. En fin, no sé qué quiere. Al leer su mensaje, me parecía escuchar esa voz de personaje de Favio Posca que tiene: 

     “Euse, soy Genny - Me urge verte. Paso por tu casa mañana o el martes” 

    Genny permanecía En línea como esperando que le respondiera. ¿Qué le pongo?

  “Hola Genaro. Mira, estos dias estoy complicado de tiempo” 

   “Euse, mi situacion es delicada, necesito tu rescate de manera imperiosa”

   No sabía qué responder, pero no dudé en no llamarlo Genny para anticiparle la cuota de frialdad que generaron los años sin tener contacto y por el hecho de que ya no éramos parientes. Después de terminar con Paula, no esperaba volver a tener que ver con este loque. Mala actitud la mía por lo que ya les cuento.

   “En que andaras esta vez. ¿Es algo urgente?” 

    “Por favor, hemos atravesado juntos momentos duros te acordarás pero salimos adelante” 

     Debe ser lo que estoy temiendo; no puede ser otra cosa: cuando andaba por los diecinueve y acababa de conocer a Paula, por un tiempo necesité de un lugar para vivir porque me había peleado con mis viejos por haber dejado la facultad y porque mi novia de aquel entonces no les caía bien a ellos; cuestión que me fui de casa dando el portazo. Y entonces este Genaro —gracias a la mediación de Paula— me dejó compartir el departamento que él alquilaba. Cuando más tarde me enamoré de ella, Genny facilitó bastante mis movidas para que llegáramos a estar juntos. De ese año y medio de correrías en las que con mi excuñado parecíamos Dean Martin y Genny Lewispero del cuarto mundo— también podría escribir. ¿Para qué? Después del The End sobre la pantalla y de la música de final feliz (me comprometí con la chica de mis sueños de ese momento) suele retomar la realidad. Ahora no puedo darle la espalda a Genaro. No, no puedo, aunque se trate de Genny… Ey, a no entrar en pánico, todavía no sé concretamente qué necesita. En fin, le respondí que lo esperaba en casa y me desconecté sin pasarle la dirección. Seguro que ya la averiguó.

     Y ahora, ¿qué le pasaba a mi vecina, la bella durmiente con flequillo? Puso que estaba en camino el delivery de Pedidos Ya y que me invitaba a cenar con ella. Pero, no. No pienso ir. También permanecía En línea en el Wasap, vio que yo estaba conectado. No le voy a contestar, me dije. Y abandoné el celu sobre algún mueble. En el placar tenía camisas sin planchar. ¿Por qué no me dejarán un poco en paz? Oh no, mejor ¡déjenme tranquilo! Wasap, wasap. La vida era mejor antes cuando las cosas pasaban cuando tenían que pasar, y no te enterabas de todo al instante, ni te ponías un poco ansioso porque no te respondieran enseguida. Además, con el telefonito verde en el celu, todos se enteran de si estás o dónde estás, ves que suben boludeces al estado, y puede que no estés de humor para esas cosas; después te entra la curiosidad cuando cambian las fotos, y te aparece gente que no querías volver a ver… 

     Me dije, tendré que volver al consultorio de Mirta, mi terapeuta, y admitirle que posiblemente no tenga negociada…— no, el término era “elaborada”—, elaborada mi separación con Paula como le dije, y que en definitiva tal vez no soy tan… tan…   Mirta me va a knockear con un uppercut, se pondrá exultante de pronto, y con un sacudón de su cabeza quedará salvajemente despeinada, sus anteojos por el piso, y lanzándose para estar a horcajadas sobre mí me susurrará intimidante al oído: maldito machirulo, te atrapé sin pulóver.  No, no. Eso es muy de los guionistas Zucker, de "Dónde está el piloto/La Pistola Desnuda". Mantengamos la cordura: pasa que Mirta me señaló que yo era muy reticente en reflexionar sobre mis relaciones fallidas post Paula; quería demostrarme que ella tenía la razón. También debe haber percibido que yo la miro con ojos de... (Ey, no tengo por qué contar todo acá). En cuanto a la tarea que me dio, no escribí un carajo sobre lo que estuve observando a mi alrededor, ni siquiera sobre el par de infelices que no dejan de boquear a causa de la mala leche que los corroe por dentro. Si voy a verla, lo que haré será limitarme a leerle algunas partes de esto que estoy escribiendo ahora. Si me dice, A ver, ¿me prestás eso?, le contestaré con un firme no. Es improbable que se ofenda y que yo tenga que buscar otra terapeuta para empezar otra vez. No creo que pase eso. ¿Cuándo voy a verla? Después del mid-term exam, la próxima semana.

     No, no, no creo que realmente necesite ir a ver a Mirta. No me está pasando nada serio. Son solo cosas que se juntan cada tanto. Nada grave, es solo que mi ex está rehaciendo su vida y mi reacción no es de indiferencia como yo suponía, mientras que mi nena va a recibir el regalo que tanto espera, pero de parte del otro; es solo que tendré que dar un par de clases a un chico restándole tiempo a las decenas de fotocopias que todavía me esperan desordenadas, porque los PDF salvan árboles, pero te arruinan la vista, ¡las personas también son importantes!; que le debo un favor al loco de mi excuñado (“ya me dio cosa”), y que… 

     Esta vez sonó el timbre de casa. Salí de mi cuarto a la sala con la camisa en una mano y la plancha en la otra. Me acerqué hasta la puerta y pregunté quién era.

 —¡Euse! Ya está abajo el chico del pedido. Venite que comemos. Pedí una calabresa, que te gusta.

   ¿Qué carajo hago? Una calabresa. Todavía no me preparé nada y hambre tengo, pero no quería darle bola a esta. Me quedé callado por un instante. Tocó de nuevo: 

   — Dale, no te hagas rogar. Sé que estás ahí, guacho.    

   Le mandé la llave deslizándola con fuerza por debajo de la puerta. 

   — Abrí— le dije secamente.

    Mientras la llave giraba en la cerradura ella me decía:

   —¡Qué ocurrente, che!  ¿Qué estás, creativo?  Vení comemos, y si querés hablamos, o si no querés no.

    Ya la tenía enfrente, me miraba con preocupación. Le dije vengativo:

  —Así me pasaste la llave cuando estuve con vos en tu casa, ya sabés, esa mañana.

  —¿Y si te entra un chorro y te desvalija la casa?  Qué loco este —me dijo cruzándose de brazos. No le contesté. Levanté la plancha y agarré la camisa de nuevo en el ademán de continuar con lo que estaba haciendo. —. Me preocupás, Euse, en serio. Tanto, que soy capaz de planchar esa camisa por vos. Sí, como lo escuchás. Vení un rato, comemos un poco y nos relajamos. Che, no me mirés así…







..