domingo, 12 de junio de 2022

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 3)

 Este relato es FICCIÓN


                                    






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 7 de Junio                                                                  


Definitivamente, escribir en casa, en mi vieja PC que tiene algunas teclas duras, es mejor. Me encanta tipear lo primero que aparece por mi cabeza cuando estoy desayunando enfrente del parque, temprano, cuando hay poca gente en el piso superior del bar.  Pero ahí, el tiempo suele pasar muy rápido y no puedo escribir todo lo que quisiera. Estuve anoche, había demasiada gente. Apenas tipeé unas líneas para las sesiones de terapia que empecé hace medio año, una vez por semana por recomendación de un amigo, para que me ayude a “transitar el duelo” de la separación con mi mujer. Confieso que ya en la primera sesión (es la primera vez que hago terapia) quedé… ¿fascinado?, puedo poner provisoriamente esa palabra aunque eso fue al principio. Eso sí, nada de opciones virtuales, por Zoom o cualquier otra basura. Prefiero soportar el bozal pero estar cara a cara (por suerte acordamos en no usarlo). Estaba enganchado las primeras veces; es que las sesiones pudieron abrir las compuertas de mi represa. Los que están habituados a la experiencia de terapia sabrán a qué me refiero. En cuanto a mí, creo que ya cumplió su ciclo, creo que iré un par de sesiones más and I’ll call it a day.

Ahora, esto es sobre las observaciones que hice a pedido de Mirta, mi terapeuta.  La última vez que estuve con ella en su consultorio,  surgieron unas cuestiones recién hacia el fin de la sesión.  Mirta no estuvo de acuerdo en general con algunas de mis impresiones, pero bueno, lo que ella diga se supone que puede aportar un punto de vista diferente y calificado.   

Como nuestra hora se terminaba y tuvimos que dejar justo cuando yo empezaba a dar con ideas que le parecieron interesantes, Mirta me asignó esta tarea para la semana:  que anote las cosas que se me vayan ocurriendo a partir de lo que observe/escuche a mi alrededor.

  —Creo que así en la próxima sesión podríamos ir directamente al punto con cosas como las que me empezaste a contar de repente, después de que permaneciste callado la mayor parte del tiempo.

  —¿Escribo todo, como un diario?

  —No, no como un diario. Solo las ideas. Frases. Por ejemplo, en tu trabajo, tomás notas muy breves, para no interrumpir mucho tus tareas. Me traés lo que anotaste y charlamos sobre eso. Y si querés y podés, después lo elaborás un poco más en tu casa o donde quieras, para que no olvides las cosas que querés decir. O sea, podrías escribir como en los telegramas.

Iba a hacerle este chiste: “COMPAÑERO HACE COMENTARIOS RACISTAS. STOP.  ENVIDIOSO Y TILINGO. STOP. FORRO SIN DUDA. STOP”,  pero con Mirta me propuse ser serio, así que me quedé callado. Con las psicólogas, más que con otras personas, hacer chistes de este tipo puede conducir al tema de la madurez, cosa que ahora no me parece venga al caso.

Mientras el mozo me traía el cortado, anoche, trataba de pasar en limpio lo que escribí en esa caligrafía espantosa que tengo. Ahora en la PC voy a ampliar  mis anotaciones breves y voy a organizar esto así: las partes que subraye van a ser para decírselas a Mirta en la sesión.  Las que no subraye, en cambio, me las voy a reservar. Ya veré para qué.  Así que veamos...

Notas para Mirta:  

El comportamiento de los que me rodean en la oficina es bastante predecible. (Ya estoy viendo a Mirta, arqueando las cejas y haciendo un gesto inquisitivo.) 

Si bien supongo que cada persona tiene una manera de comportarse que le es característica, ¿qué parte de esa forma de ser le es genuinamente propia, es decir, no modelada (por no usar un término que suene técnico como “determinada”) por la convivencia grupal? También me pregunto: ¿no tendrá lugar algo así como ese fenómeno que yo denomino "síndrome de la hinchada popular"?


Una vez intenté explicárselo a Mirta más o menos así: en una tribuna en la cancha, los hinchas cantan, se mueven y hacen todo como si fueran una sola persona en nombre del amor por una camiseta. Pero si de esta masa aisláramos a un solo individuo,  es muy probable que este individuo continúe cantando por unos instantes con esa voz deformada que emula el rugido de una multitud, hasta que después de unos minutos  (y preferentemente separado de los otros energúmenos) recupere su identidad/individualidad propias. La cuestión es: ¿Cómo el todo llegó a formarse de la suma de las partes, observando que ahora el susodicho individuo en forma separada volvió a ser él mismo, es decir un pobre infeliz? O bien, esta otra forma de ver el fenómeno: si hubiera alguien, una sola persona en medio del fragor de la tribuna,  que no quiere que se lo lleven puesto porque simplemente desea ver el partido tranquilo, ¿dejarán que logre lo que pretende? Realmente, yo no lo sé porque no debe ser una buena idea desafiar a Hulk (=la hinchada de la tribuna) exigiendo respeto. Sospecho que la existencia de la bestia tiene un por qué y un para qué. En otras palabras, a alguien le conviene que exista.

Ya le había dicho una vez algo parecido a Mirta. Me respondió "ay, no exageres”, y me explicó algo así como que se trata de un ritual consagrado por la cultura popular, que tiene un gran arraigo en nuestra sociedad, y citó a un especialista en cuestiones sociales de apellido difícil de pronunciar y bla bla bla. Pero no sé si entendió que para mí lo de la cultura popular no estaba en cuestión sino que me refería al fenómeno de la despersonalización de los individuos. Porque, ¿hasta dónde es normal que alguien se tenga que despojar de su propia forma de ser, de los valores que le inculcaron (si es que le inculcaron alguno), para que se confunda en una turba y le reviente la cabeza a alguien por amor a una camiseta?  Convengamos en todo caso que lo que pasa en una cancha estará bien porque hablamos de una cancha, pero hay mucha gente que traslada la intimidación grupal otros ámbitos de la sociedad, o que se comporta como si permaneciera en un estado de adolescencia perpetua de colegio secundario, donde es mejor que no se te ocurra diferenciarte de los demás.

Me di cuenta de que estas cuestiones son bastante difíciles de explicar. Me pasa siempre cuando estoy frente a Mirta  que no encuentro las palabras o me cuesta capturar mis propias ideas. Hace dos sesiones le dije que en muchos hogares, los padres son los que menos crían y educan a sus hijos. ¿Y quiénes si no? me preguntó. La televisión, le respondí, o más bien internet, las redes sociales, las modas, los amigos, los compañeros de trabajo, cualquiera. Los padres están ausentes trabajando para mantener cierto nivel de consumo o están muy ocupados procurando conservarse por siempre teenagers. Eso la debe haber molestado un poco porque la vi revolver los ojos; creo que la hice sentir incómoda, aunque no fue mi intención. Mirta me preguntó si no es una forma un poco simplista de entender la realidad. No voy a subrayar  todo esto último que escribí para que, cuando analicemos el tema, no volvamos a los mismos lugares. 

Lo que sí subrayo es esta otra cosa que escuché comentar a mi alrededor donde trabajo un par de días atrás: “¿Viste esos primeros días" —comentaba esta persona— "cuando empezás en un laburo nuevo, cuando todavía no sabés bien a quién le vas a hablar, con quién te vas a dar o no…?”  Bueno, opino que me parece la actitud de un calculador choto por no decir una actitud de mierda.  A lo mejor Mirta no va a ver nada malo en esto, pero yo identifico en esta actitud un doble cariz: por un lado la ansiedad de sobrevivir ante el grupo uniformizado y uniformizante, y después, por supuesto, la ambición/aspiración individual de trepar con la que viene programado el individuo medio. Pero ella es de justificar o naturalizar esta característica conductual de la gente. No conozco al marido de Mirta, pero se me hace que es un ganador del Método Grönholm. Al margen,  muchos de los que me rodean donde trabajo parecen intimidantes o que se las saben todas, pero todos  tuvimos que tomarnos el caldo del dragón del lejano oriente emitiendo balidos de pánico, meee, meee, meeee... 

Si le dijera las cosas que no subrayo para la tarea que me dio, ya me  imagino a Mirta separando un poco los labios como suele hacer, a veces golpeando suavemente el extremo de su lápiz contra el labio inferior.  Me hace acordar a  Marylin Monroe cuando cantó Happy Birthday, Mr President. La última vez que hizo eso, estaba cruzada de piernas, haciendo que las pantorrillas blancas trabajadas en el gimnasio se marcaran aún más. Y pude distinguir sus ojos sorprendidos, a pesar del reflejo de la luz de la ventana sobre sus anteojos de marco grande que están de moda. Tuve una erección pero me tapé con el pulóver que llevaba en la mano. Y por supuesto, no subrayo estas cosillas, jeje. Sí. porque Mirta es tan oficialista como Paz, mi vecina aunque aparentemente menos histérica. Jajaj

Pero es cierto. Y creo que lo constaté cuando empezó un compañero nuevo en la oficina la semana pasada. Los primeros instantes en que traté con él, lo noté una persona libre de influencias. Se comunicaba con naturalidad, en un ida y vuelta, como creo que es lo normal. Y otra vez —inducción del entorno de por medio—, esa necesidad de dejar su yo original para sobrevivir, porque a los pocos días el chico se convirtió en otro selectivo y otro "solo te hablo si vos me hablás primero".  Como ya sé que Mirta me va a preguntar que cómo lo sé, que qué hay de malo en pertenecer, tendré que presentar más evidencias concretas. 

Y esto es otra cosa que anoté para mi tarea: escuché cuando los de alrededor le informaron significativamente al pibe nuevo que cierto empleado que trabaja en la otra sala del piso es la persona más odiada de la empresa. Ni hablar de cómo lo matan al del otro piso. Y el pibe nuevo,  en su necesidad  de pertenecer para sobrevivir, ya ha dado muestras de haber etiquetado según se le dijo.   


El acatamiento al "deber ser colectivo" y la pérdida de la personalidad propia (y original) subyacen en las cosas que observo cuando digo que la gente es por demás predecible.  No se nota en la superficie pero es así, y no estoy lejos de dar con la usina de este comportamiento colectivo. Bah, los dos o tres que están detrás de la mala onda en el sector donde trabajo. 


Lo que sigue no se lo voy a comentar a Mirta. Una vez me dijo "intelectualizás mucho". Pero... si no estoy aludiendo al hombre primitivo de Hobbes (aunque lo que dice sobre el Leviatán es pertinente, oh sí) ni al de Rousseau, ni a Nietzsche, ni a ninguno de los otros. Estoy hablando de situaciones cotidianas/ámbitos domésticos. O si no, para no  intelectualizar mucho puedo decir: Dios los cría y ellos se juntan. "Mirta, la ciencia oficial dice que el planeta y el ser humano devinieron del big-bang, que la supervivencia del más apto es la ley, y no debe extrañar porque la parte que sobra de la torta a ser repartida es limitada".  Sé que no es tan así, cuando se lo dije simplemente repetí algo que me dijo mi amigo Darío. Mirta me retrucó que es simplista pensar a la gente de esa manera. Más simplista es, sin embargo, seguir al rebaño, ser un idiota útil a los planes de los que nos están cagando la vida, quitándonos cada vez más la libertad. ¡Oh, qué amargo es reconocer la realidad!


Quisiera que Mirta me contradiga en estas cosas, que se revuelva incómoda en su sofá cambiando la pierna que cruza. Quisiera que en nuestra hora de sesión, que suele pasar tan rápido, ella me haga ver cosas que tal vez no estoy pudiendo ver. Y espero no distraerme para que pueda defender mi punto de vista. Voy a tener mi pulóver a mano.



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