sábado, 24 de junio de 2023

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 14 )

 

Este relato es FICCIÓN

¿Se entiende? ¡Es solo un relato ficticio!


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                                  14



       — Gracias, Euse.

       —¿Por?

      Paula hizo un gesto de dejalo, no dije nada , y quiso llevar la conversación a otro tema. Como yo tenía fresca la conversación que tuve con Silvio mientras ella estaba en el baño del patio de comidas con nuestra hija, la curiosidad por ese repentino agradecimiento me resultó acuciante. Insistí: Gracias por qué, pero no hubo caso. Se puso a mirar su celular. No sé si se daba cuenta de que yo la miraba fijo, expectante; tenía la sensación de  que se  escuchaba el ruido que hacía mi cabeza al especular. Seguramente el otro le debe haber contado que intenté grabarlo, pero observando el comportamiento de Paula, pareciera que no, de otro modo, ella ya me hubiera hecho algún tipo de comentario, puesto que esa noche ella parecía muy preocupada porque yo generara una situación incómoda. En caso de que el otro sí le haya contado, se deben haber cagado de la risa, los dos. El agradecimiento deber ser por mi “buen comportamiento”. No se me ocurre otra cosa. Ahora que estoy escribiendo esto, no me gusta tener que atribuirle a Silvio algún sentido de nobleza; quiero decir, reconocer que él estuvo bien en no hacerme quedar como el orto con Paula. Al tipo ese le percibí un aire de superioridad, en virtud del cual (¿por qué estoy escribiendo así?), le debe haber restado toda importancia al incidente de la grabadora de voz. Me hizo recordar una frase que le gustaba a una jefa que tuve hace años donde trabajo: “dejalo, tomalo como de quién viene”. Silvio debe haber tenido esa misma actitud. Me da bronca, no puedo evitar el desprecio que siento por el ojitos celestes. ¿Da para hablar con Mirta sobre esto? De lo que no tengo dudas es que tendría que bancarme los palos en su consultorio.  Paula está enterada de que estoy haciendo terapia, pero más que estar contenta, como me dijo, debe estar sintiendo lástima. Hmm, no me gusta nada cómo se dio esto. Todo mal.

            Ey, no puede ser que esté tipeando directamente lo que me pasa por la cabeza, que esté volcando mis reacciones en tiempo real. Mi cara está recibiendo más veces el guante del otro; yo también quiero embocar algún golpe. De todas maneras (volviendo a lo que contaba de cuando fui a ver a Paula), estaba dispuesto a enfrentar el eventual bochorno del grabador de mi celu sin echarme atrás en mi terminante no sobre el tatuaje de Nuria.

             —Bueno, si no querés decirme por qué son las gracias, entonces quiero cerrar el tema del tatuaje. Te pido que lo manejes vos, Paula. Decile a Nuria que lo hablaste con papá y que está decidido que no queremos que se haga el tatuaje.

              —El que tiene problemas con el tatuaje sos vos, no yo.   Ah, pero… con todo lo que hablamos… ¿no te dije? Ya se lo hizo.

               Si hubieran estado allí se habrían sobresaltado:

              —¡¿Cómo que se lo hizo?!  ¡Fui muy claro cuando me preguntó! ¡Le dije que yo no quería! ¡¡¡Ah, pero debe haber sido ese forro, basura sorete de mierda de tu Silvito!!!  Nuria me dijo que él le había recomenda——

              Y sí, me saltó la térmica, no lo pude evitar. Al ver la forma en que Paula me miraba, me quedé callado.

              —Calmate, ¿qué te pasa? ¿Cómo te pones así por algo tan tonto? — dijo de una manera me pareció extraña. Apenas se sobresaltó ante mi arrebato, me respondió en un tono de voz desacorde, es decir, semitonos abajo respecto del mío —. Como te dije: me alegro de que estés haciendo terapia.

         Entonces pasé sin escalas al estado anterior a que Paula saliera con lo del tatuaje de Nuria. Aun en ese momento me pareció que la transición fue demasiado instantánea como para considerarla genuina:

              —Perdoname. Es que me pone mal que Nuria no me haya hecho caso. 

          —Tranquilizate. No, no se lo hizo. Quedate tranquilo, perdoname vos por decirte eso. No pensé que te alteraría tanto — me respondió mirándome con preocupación —.  Eusebio, ¿por qué le dijiste todo eso a Silvio? ¿Qué te hizo? Pensé que habías tomado nuestra relación con espíritu deportivo.

              ¿Cómo espíritu deportivo? ¿Qué me quiso decir? A Paula jamás se le hubiera ocurrido eso del espíritu deportivo. Sin dudas, él otro la está convirtiendo en otra mujer, sí, en todos los aspectos. Debe ser como un instructor del ministerio de deportes de un país Europeo en la previa a la última guerra mundial. Ese tipo es una suerte de mitosis mengueliana. No sé ni lo que estoy escribiendo. Y por supuesto que me pregunté en ese momento por qué carajo me probó diciendo que nuestra hija se había salido con la suya. Pareciera que Paula me hubiera leído el pensamiento porque agregó:

        —Dije eso porque Nuria me contó que cuando te llamó te pusiste loco con la sola mención de Silvio. Quería saber qué te estaba pasando. No creo que sea necesario que te recuerde que, así como yo estoy con él, vos podés hacer tu propia vida.

           —Lo de tu nueva vida con tu ingenierito social me tiene sin cuidado.

       Ahora que lo pienso, haberle contestado eso en un repentino estado de serenidad debe haber intensificado la ironía obvia que cargaban mis palabras. Traté de controlarme. —Simplemente no me gusta que él le ande sugiriendo a nuestra hija sobre tatuadores y esas cosas.

             Paula me miraba sin decir nada. Era como si procesara mis palabras y al tiempo considerara alguna hipótesis que tendría sobre mí. Sentí que podría erupcionar otra vez porque noté en ella más bodylanguage inédito: mantenía la mirada perdida en algún punto de la sala como si yo no estuviera ahí con ella a la vez que intensificaba su sensualidad. [Hm, me doy cuenta de que estoy escribiendo sin filtro]. Otra vez, esa gestualidad es influencia del otro, estoy seguro, o esta mina ve demasiadas series, películas, o no sé qué carajo.  Aunque sentía que la "serenidad" se evaporaba otra vez, le hablé controlándome. —No escuchaste lo que estuve diciendo, ¿no? A la gente que usa tatuajes le está pasando cosas raras. Ni me diste pelota mientras te hablaba.

              Paula dio un suspiro de resignación. Me miró haciendo patente que la había decepcionado:

          —¿Sabés una cosa? Nuria me dijo que te olvidaste hasta de llamarla el día que fue su cumpleaños, tan susceptible que te pusiste con la play que le regalaron. —Esto me lo dijo evitando mirarme a los ojos.  Advertí el cuidado que tuvo en no volver a mencionar al otro; esta omisión le daba implícitamente la razón. Y añadió—: Al menos dejala que se haga el tatuaje…

             

              Eusebio deja de tipear frenéticamente. Se queda mirando desconcertado la pantalla, como si estuviera frente a una criatura extraña. Sus dedos regresan lentamente al teclado y se pone a repasar lo que acaba de escribir sobre la visita a Paula.  Edita vacilante algunas partes. Y después de un instante en que queda ensimismado, en un arranque de fastidio torpe, selecciona toda esa hora de catarsis espontánea plasmada en el procesador de texto de su PC para golpear en la tecla Delete. Si estuviera alguien más con él ahí en su cuarto, lo oiría rezongar Vos y tu ingenierito social de mierda. Da un resoplido y se dice que escribir le hace bien, pero no tiene por qué echarse tierra de esa manera.

              El sonido de la llave que gira en la cerradura de la puerta que da al pasillo común lo devuelve al aquí y ahora de su cuarto.  Sin levantarse de la silla de su escritorio llama levantando la voz e inclinándose para ver hacia la sala a través de la puerta entreabierta del cuarto:

         —¡Genaro, espera, no te vayas!... Genaro… ¡Genaro!

             

              En su casa, Esteban también se encontraba frente a la pantalla de una PC, en este caso escribiendo y reescribiendo un ensayo que debía entregar al día siguiente para Historia Social del Mundo Contemporáneo, una materia que Eusebio ya había aprobado el año anterior. El pequeño hijo de Esteban hacía más bulla que lo habitual jugando alrededor con un vecinito, justo cuando su papá necesitaba concentrarse. Como Lara, su mujer, llegaría en cualquier momento de hacer las compras, Esteban consideró seriamente irse a otro lugar para terminar el ensayo, aunque fuera usando el celular. Salir de casa era una buena idea, como se enteró que acostumbra Eusebio, según le contó Genny el día de la reunión en el bar con Tamara. “Pero me parece que Euse no sale a hacer sus tareas de la facultad. Sale a escribir su diario de Ana Frank", le reveló Genny ocultándose la boca con la mano en un susurro bastante audible que hizo revolver los ojos a un mozo.

              Esteban levanta su celular para contactar a Eusebio; tal vez esté En línea y pueda ayudarlo con el ensayo, especialmente, con cómo incorporar la fundamentación bibliográfica, que es la parte donde está trabado. Lo que encuentra en el wasap, en cambio, es un mensaje de Genny que había llegado hacía dos horas:

Hola Steve. Estuve pensando mucho en el tema de los tatuajes. Tengo en mente un curso de acción para saber que pasa con esos tattoo y queria consultarte algo

            Esteban sonríe sospechando que el ex cuñado de Eusebio no está solamente interesado en el tema de los tatuajes. Aunque Esteban se sabe una persona de mentalidad abierta y generalmente buena onda, como se dice, piensa que tal vez debió ser claramente desalentador, cortante, "seco como culo de perro" con este Genny desde el primer día. No está en Esteban, en realidad, irritarse o incomodarse con este tipo de personas. Lo que sí debería es enojarse más seguido como padre, viendo cómo su nene no le hace caso en nada y está jugando a tocar el piano sobre el teclado de la PC que tiene su ensayo en la pantalla. Además, ve que desparramó por el piso unos PDF que le había tomado tiempo ordenar. Justamente, el problema de Esteban en este momento es el tiempo. Esta inquietud que le trae Genaro debería pasar a un plano secundario,  aunque Esteban haya estado investigando en estos últimos años, entre otras cosas, la aplicación de la tecnología en la manipulación de la gente, descartando las opiniones de académicos y comunicadores de los medios mainstream que niegan de plano todo lo que conduzca a sospechar de la corrupción que opera a espaldas de los ciudadanos de a pie —incluso en la esfera de la Ciencia—, y que responde a la agenda que Esteban identifica con el diseño del tatuaje que tiene Tamara: “el reptil autofágico”.  Esta materia de Historia Social le está costando debido a su renuencia a las lecturas obligatorias de la cátedra. Paradójicamente se trata de una de las materias de la carrera que más expectativa le ha despertado cuando se fijó en el syllabus al comienzo del cuatrimestre. El problema, según Esteban, es la visión demasiado oficial de la cátedra, en particular de la docente, y admite que, lo que le complicó la cursada son los debates sobre las verdaderas causas que se encuentran aún más por detrás de los acontecimientos de la historia mundial, causas como no están presentadas en los textos canonizados por el sistema educativo. Porque ¿a quién se le ocurriría poner bajo el microscopio a la bacteriología que pulula en la UNESCO y otros organismos de la ONU, es decir, sobre ciertos agentes?  A la UNESCO no le preocuparía que las cátedras de materias como esta manejen bibliografía de perspectiva progresista/izquierdista, o conservadora/(pseudo)liberal, o de la intersección de ambos extremos, intersección que por tibia es igual de vomitable. Lo que procura este organismo que vela por la paz y la seguridad del mundo a través de la educación y la “formación” de docentes, profesores  y profesionales es que no haya un acercamiento a información alternativa sobre los factores efectivamente agentivos que han determinado el rumbo de la historia mundial, como tampoco el descubrimiento de la gravitación/injerencia en su real dimensión del Grupo Pilderberg, de La Comisión Tricotalateral, o del proactivo Forro Ergonómico Bestial que está localizado por las tierras de Heidi y abuelito dime tú, a más de otras madrigueras que son iniciativas de Henry `Scheme-inger. A propósito, Esteban ha visto que a este centenario personaje se lo menciona en los textos de la materia, pero que no se le da cabal crédito por el engeneering de muchos acontecimientos en la historia del Globo loco, ni se lo asocia suficientemente respecto del plan de gobernanza mundial, plan que se vienen acariciando he and the like desde hace mucho, y del cual nadie parece estar enterade ni interesade, incluida esta docente de Historia Social del Mundo Contemporáneo. ¿O sí está enterada? Es muy probable que sí, piensa Esteban; está tan enterada como algunas personas del entorno cotidiano, tanto en el suyo como en el de Eusebio, por ejemplo, en sus respectivos lugares de trabajo.

        No, en los textos obligatorios de la materia no hay suficiente información alternativa sobre estos factores determinantes del rumbo que ha ido tomando la historia mundial, merced de la inyección del poder financiero provenientes de…

          Un pim del wasap interrumpe la casi diatriba en la mente de Esteban. Se fija y encuentra que Genaro acababa de agregar Estás? El entusiasta excuñado  de Eusebio insiste con su aparente interés por estos tatuajes sospechosos. Pero el Estas? no llegó al contacto individual de Genaro sino a un grupo que creó seguramente este y al que le puso el nombre de “Cazadores del Reptil Hipnotizante”.  Genny, piensa Esteban, debe creer que el asunto es como jugar a los detectives; evidentemente no abrió los links que le mandó ni se imagina que, si realmente estos tatuajes tienen que ver con un proyecto experimental que involucra a unos tecnopsicópatas internacionales, el asunto podría llegar a ser realmente peligroso. Hay que manejarse con cautela.  

        Tiene que contestarle a Genaro pesar suyo; después de todo, Esteban mismo le pidió el número. Pero antes,  ve que Eusebio también aparece En línea. Enseguida acude a él para que lo ayude con el ensayo. Eusebio le ofrece venir a su casa y le dice que su excuñado no está ahí y que no va a volver por un rato largo debido a sus actividades. Después de asegurarse de que así será, Esteban acepta la invitación.

       

      —Tenés que fumarte la materia, te guste o no. Es la única cátedra del turno vespertino — le dice Eusebio a Esteban pasándole el mate—. Además, ¿qué podemos hacer? Capaz que, como una vez me dijiste, en esas jornadas docentes que tienen cada tanto les bajan línea sobre cómo tienen que contestar a los alumnos que están informados como Dios manda. ¡Qué forma simplista de interpretar la realidad, la historia, o la mierda que sea!   remeda a la docente poniendo vocecitas —. En otras materias te dicen lo mismo, como el chabón de Literatura. ¿Y no lo escuchaste al otro, al pelado de Filosofía? — Imita la voz del profesor—: Ataques ad-hominem, ataques ad-hominem. Dijo eso cuando lo tocaste al viejo pelado del Forro de Davros. Mirá, ¡hasta el beato de mi amigo Darío tiene razón con la Biblia! El árbol malo no pueda dar frutos buenos, dice. Una verdad tan simple.  ¡Y el doctor en filosofía ese sale con que no hay que hacer ataques ad-hominem a los de la madriguera de los Alpes!  Me hace acordar a cómo habla el pelucón de "MiLey".

         —Euse, te noto un poquitín nervioso. ¿Estás seguro de que me puedo quedar acá? A lo mejor necesitás una siestita o dar un paseo por el parque. Afuera hay un domingo precioso.

        Eusebio niega con la cabeza y sonríe. Le dice que lo disculpe y que le muestre el borrador del ensayo.  Le da feedback y también... :

       —Para mí está bien esto. Es solo que acá… la parte donde cuestionás las causas conocidas para la Gran Guerra tal como dicen los textos de mierda esos… Mirá, poné lo que dicen los textos obligatorios, y los sugeridos también. Poné lo que ella quiere, como hacen todos. ¡De última, la cátedra se mete sus versiones oficialistas en el orto y vos adelantás un paso en la carrera!

      —La verdad es que ya pensé en eso. Pero tengo que entregar mañana. No llego a leerme los textos.

     —Pero, querido, escuchame lo que te voy a decir: ya que nos vienen hinchando las pelotas con el IoT [internet de las cosas] y la Cuarta Revolución Industrial, la resilience y no sé qué porongas. También ahora tenemos a la …  AI … AI… AI…

      —“¿Ay, ay, ay?” — dice Esteban. Las mejillas se le empiezan a colorear.

   —No, no me duele nada. A I : Artificial Intelligence, papi. ¡Para qué carajo la inventaron! Sé que sabés cómo manejarla, estoy seguro. Pero por si acaso, agarrá y pasale a ese chat pijaté… — Esteban estalla en una carcajada y dice “es el chat GPT". Eusebio prosigue—: Ese mismo. Dale el nombre de los autores y que te prepare un resumen o, mejor que vaya directo al meollo del tema en cuestión, and then you go editing away the result for you to get your own thing. Capische? Después de todo, seguro que la A I nos va a cagar la salida laboral,  a todos. ¡No sé para qué carajo estamos estudiando!

       —Euse, calmate un poco, te percibo bastante calentito (no como el agua del mate) por algo que no sé  y  que si querés, contame. Pero que estás inspirado no se puede negar. Entonces me pongo ya. ¿Te puedo usar la compu? Tomá, gracias.

     —Vení, acá, ponete cómodo. Ahí voy y caliento el agua. Bolas, ni tocaste los bizcochitos. Yo también me pongo con un borrador para [Introducción a la traducción] Literaria que también tengo que mandar.

          —Che, ¿y si la mina se da cuenta de que usé la A I ?  No es ninguna boluda…

       —No la verdad que no es, tampoco es una docente con un poco de tacto en el trato de estudiantes inquietos. Pero, loco, nos están cagando con la tecnología. Hay que usar las mismas armas.

        —Bueno, siempre han ocurrido revoluciones tecnológicas con consecuencias para la gente. Ahora nos toca a nosotros. Me lo dijo ella también... — dice Esteban para aplacar un poco a Eusebio.

         —Todo lo que quieras, ¡pero esta es una tecnología de la reputísima madre! Vos mismo también me dijiste una vez que ellos tienen a su disposición herramientas, recursos y armas que nadie se puede imaginar porque nadie lo sabe. Bah, muy pocos. Y las están usando para adelantar sus movidas encubiertas. 

        —Esta profesora y el doctor en filosofía deben ser ases en el ajedrez. Algún grado, aunque menor, deben tener…

       —¡Olvidate! Aunque no sé si ella. Vos sabés mejor de esas cosas.

      Grado de graduación alcohólica de las bebidas, ¿no? —, aclara Esteban entre toses fingidas y mirando para todos lados —. ¿No viste la cara que con la que viene a veces?

      —Si le da al chupi, entonces no creo. Che Esteban, cambiando ligeramente de tema, ¿no tendrás alguna amiga para presentarme? No me digas que de la facu, que son todas pendejas…

      —¡Hubieras empezado por ahí, chabón! Me pongo con esto y hablamos bien.

        —Dele para adelante, mi querido licenciado.

       Eusebio le señala el asiento que está junto a su PC.  Los compañeros se palmean y se ríen por el pedido insólito con el que salió el anfitrión.

             


         Un día.

    Un día, hace ya unos cuaaantos años, Esteban regresaba a casa del colegio secundario en colectivo como de costumbre. Viajaba sentado en la fila de asientos traseros junto a la ventanilla, no se cansaba de escuchar Rock the Casbah🔊en su walkman Unicef, cuando se dio cuenta de que el colectivo había alterado el itinerario habitual debido a un gran choque ocurrido en las cercanías. El tráfico también iba congestionado sobre la calle que tomó el colectivo para escapar del embotellamiento. Antes de cruzar al fin el siguiente semáforo, vio a través de la ventanilla una pintada sobre una pared larga que decía "¿YA LEYÓ LOS PR-TOC-LOS DE LOS S-BIOS de SIÓN?. Junto a esta pregunta había un dibujo de un triángulo que tenía un ojo adentro. La pintada era distinta respecto de las innumerables otras pintadas que se veían en todas partes, porque era (es) común ver esas de los partidos políticos, o consignas en contra de la reciente dictadura militar en el país, o bien, en menor medida, grafitis personales de amor/insultos, o esos de los hinchas de fútbol. Pero la pregunta que habían pintado en esa pared, seguida de ese triángulo que le recordaba las caricaturas de Dios que todo lo ve le pareció a Esteban algo especial, distinto, verdaderamente llamativo sin que entonces supiera por qué. Pasaron años desde ese día pero la extraña pregunta de la pintada permaneció latente en su memoria debajo de los innumerables pensamientos y afanes que pasan por la mente de alguien en la vida.

     En uno de los primeros empleos de Esteban, había un compañero del departamento contable que era alguien inusual para lo que era el promedio de los empleados en esa empresa. Ese compañero era alguien bastante retraído, alguien al que el rebaño en todos los entornos cotidianos necesita señalar con la frase “a ese no lo quiere nadie”. Pero como Esteban siempre había sido alguien de una personalidad independiente de la influencia de los demás, solía acercarse a aquel compañero retraído y le sacaba algún tema de conversación.  Los acercamientos a veces se encontraban con cierta resistencia por parte de aquel, que prefería leer algún libro que se traía y que sacaba del cajón de su escritorio a la hora del almuerzo. Una tarde, cuando sonó el timbre de salida, aquel compañero agarró sus cosas y abandonó apurado la empresa. En la calle, a media cuadra de distancia, Esteban vio que aquel revolvía en su mochila sin dejar de caminar; aparentemente lo que buscaba era una bufanda, porque estiró una y se la envolvió al cuello. Al hacer esto se le cayó un pequeño libro, por lo cual Esteban lo llamó gritando un par de veces. Aquel no lo escuchaba y, como vio que se acercaba el colectivo, apuró el paso para no perderlo. Cuando Esteban llegó a donde había quedado el librito, lo levantó y lo metió enseguida en su mochila. Ahora bien, la libido sexual es el eje del vórtice alrededor del cual gira la energía/motivación/interés predominante de la mayoría de los chicos de alrededor de 20, según dicen los psicoespecialistas, y Esteban no era la excepción.  Explotar su apariencia de galancito inofensivo para llevarse a la cama a cuanta chica pudiera era todo lo que le interesaba por esos días; y eso explicaría por qué no se le había ocurrido fijarse siquiera en el título del librito que levantó del piso. A la mañana siguiente, Esteban se acercó al escritorio de aquel compañero raro con el librito en la mano.

         —Ibas como el correcaminos, y yo detrás tuyo ¡Claudio, Claudio!

       —Ah, gracias, Esteban. Ni me di cuenta. Tenía que llegar a la cita del dentista.

       —A ver, ¿qué es?... Los pro-lo-cotos…

        Claudio lo corrigió, pero Esteban se equivocaba igual cuando repetía la palabra.

           —Te lo regalo. Ya lo leí.

        Esteban se preguntó internamente por qué entonces lo llevaba consigo. Y viendo la ilustración de la tapa le preguntó:

         —¿Trata de magia o algo así?

          Claudio se rió por lo bajo.

       —Leélo. Después si querés te comento.

         —Pero ¿de qué trata?

        —Leelo, no es mucho, después te comento  Y si no lo querés, regaláselo a otra persona.

      —Che… — Esteban quedó de repente con la mirada perdida después del pequeño flashback que ocurrió en su memoria en ese momento — ¿Sabés que una vez encontré un grafiti con esta frase? — dijo Esteban señalando el título del librito —. Creo que por fin me voy a enterar de qué es eso de los pro-lo-tocos…

        Ante la mirada curiosa de los demás en aquella oficina, ambos se volvieron a reír por la torpeza de Esteban para pronunciar esa palabra, palabra que años después, a partir del 20-20, se hizo muy común para todo el mundo por razones que mejor lo dejamos ahí.

 

             

             Cuando Esteban vuelve a su casa con el borrador del ensayo prácticamente listo para pasar en limpio aunque seguramente habrá partes que necesitará expandir. Se acuerda de que todavía no le respondió los wasap a Genaro:

          Qué tal Genny. Disculpa que no te respondí antes. Estaba con mis tareas para la facu.

        Ah disculpa no sabía.  En otro momento cuando puedas quería preguntarte sobre el instituto de yoga al que van tu mujer y Tamara. El día del bar estuve a punto de preguntarle a Tamara pero no

         Estuviste bien Genny. No era buena idea dejarla pensando mucho en eso. 

          Genaro ahora ve que el wasap indica que Esteban está por mandarle un audio. Cuando toca play, la voz de Esteban pone otra vez en movimiento su vórtice de energía e inspiración, como un piloto con la hélice de un aeroplano de fines del siglo 19:

           Cómo andás, Genny, ¿todo bien? Mirá, la verdad no sé bien dónde queda el lugar al que va Lara. Creo que queda por la calle Estado de Israel, me dijo, cerca del Parque Centenario, pero la dirección no, no la sé bien. Espero que ella se quede en casa porque mi nene me estaba volviendo loco. [Risa --- Segundo audio:]  Averiguo y te la mando. Ahora estoy complicado con un práctico que tengo que entregar para una materia. No sé qué estarás queriendo hacer, Genny. Después contame. Bueno, te tengo que dejar. Un…  —. La voz de Esteban vacila—.   Un saludo.

 


           Esteban no podrá por ahora enterarse de qué se propone Genaro con respecto al misterio de los tatuajes. Justamente, este detective improvisado está a punto de ponerse en acción. Apenas escuchado el audio de Esteban, guarda su celular en un bolsillo y ve que se abre la puerta del local ante la cual estuvo esperando por unos minutos. Una mujer joven que tiene un aspecto intimidante a juzgar por la forma de llevar el pelo y el tipo de ropa que usa asoma la cabeza a la galería y le dice Pasá.

            Genaro entra al pequeño local y mira alrededor. Ve un diván donde se recuestan los clientes que vienen a tatuarse.

             —¿Venís por tu cuenta o… te manda alguien? — le pregunta la mujer dándole la espalda porque se pone a acomodar unos frascos y una maquinita eléctrica entre otros objetos.

           —Mirá, yo quería ver a un tatuador de este local, uno que me recomendó una amiga, a uno que le dicen Caio, ¿puede ser? —dice Genaro. Era como si le hubiese ordenado date vuelta que te quiero ver la cara porque la mujer gira hacia él. Las miradas escrutadoras son recíprocas. Ella se pone visiblemente incómoda.

              —No lo conozco. La única que trabaja en este local soy yo.

             —Hmm, el que me atendió el llamado era un chico…

             — Capaz fue mi pareja, a veces me atiende los clientes.

              —¿Sabés? Me dijo esta amiga que el tatuador es uno medio regordetón y con rulos. Y con cara de no tan… quiero decir, alguien normal…. — Genaro no termina la frase, se da cuenta de que habló de más.   Trata de subsanar el efecto que han causado sus preguntas diciendo contento que por fin podrá hacerse el tipo de tatuaje tan especial que hace ahí, que ya no podía esperar más; pero al mencionar el nombre de la vecina de Eusebio echa a perder miserablemente la investigación —: Paz se llama esta amiga. Ella se hizo un tatuaje hermoso acá.

            La mujer mira a Genaro de pies a cabeza.  Por la manera de expresarse, no es precisamente alguien con ímpetus de rockero duro. El  que tiene enfrente normalmente le habría sacado una mueca sugestiva, pero ella se olvida de respirar por un par de segundos. 

        —¿Regordetón con rulos? ¡Ni idea! Como te dije, acá trabajo solamente yo —, atina a contestarle ella, ahora con cero entusiasmo por atenderlo. De hecho, no deja de ordenar sus herramientas de trabajo.

               A través de los espacios no cubiertos de la puerta de vidrio del local, se ve a otro cliente que está parado esperando afuera en la galería. A ver, dice molesta la mujer y sale a su encuentro. Mientras tanto, la mirada de Genaro queda clavada en una estatuilla de casi medio metro de altura, menos en realidad, más bien delgada, que tiene una base de un diámetro un poco mayor que el del cuerpo. Está parada en un estante próximo a la entrada a un espacio interior del local que tapa una cortina. La estatuilla enseguida le resulta casi familiar a Genaro. Esteban y Tamara repararon en algunas muy parecidas; Esteban, incluso, dijo que un profesor suyo tenía una ilustración de un pájaro como este en una carpeta. Pero, sobre todo, le viene el recuerdo de una cosa así muy parecida que está detrás de él y de Bruce en una foto que se tomaron en un bosque en L.A. Nunca le había dado la menor importancia a ese pájaro parecido a una lechuza que se ve en esa foto, ciertamente, una imagen un tanto macabra.

              El sonido de una tos que proviene de detrás de la cortina saca a Genaro de un virtual breve estado de hipnosis. La mujer regresa al local decida a no atender a nadie; Genaro insiste:

           —Pero… ¿acá no se hacen unos tatuajes especiales que vienen en una promoción del Instituto “11 Gozos del Alma”, un instituto onda New Age que tiene solo tres sucursales en el país?

            De pronto, un hombre con anteojos negros y un gorro que le cubre totalmente los cabellos emerge bruscamente del cuartito que tapa la cortina, y le dice a la mujer: Tenemos que limpiar el local, ahora no tenemos tiempo. — Y desaparece tras la cortina.

         —No te puedo atender,  tengo que limpiar el local  dice la mujer.

        —Pero… me dijeron por celular que me iban a atender…

              Reaparece el tipo de los anteojos y el gorro.

          —Flaco, acá trabajaba otra gente pero ya no trabajan más. No tengo idea adónde se fueron, ni sé nada de ellos. Nosotros no tenemos nada que ver con los que alquilaban este local antes. Ahora no podemos atenderte. Disculpanos.

              Genaro sale a la galería y el hombre cierra la puerta con claro fastidio. Por entre unas fotos de modelos que lucen tatuajes y motivos místicos/rockeros que tapizan la pared de vidrio del pequeño local se ve que los dos ahí dentro entran al cuartito tras la cortina. El local de repente queda a oscuras pero igual Genaro puede ver el brazo del hombre que asoma para arrebatar la estatuilla del pájaro hacia el espacio interior detrás de la cortina.  Además pudo escuchar (porque los ventiletes de la puerta de vidrio están abiertos) que el hombre gruñó ¿Quién es ese putito?


            Ahora Genaro está caminando por la calle apurando el paso, tiene que dar una clase de stretching en media hora. Piensa que el resultado de la misión puede ser interesante para sus amigos. Claro que sí. ¿Qué tanto misterio hay con estos tatuadores y ese pajarraco? Esteban no podrá resistirse a los resultados de mi investigación, piensa Genaro. El calentón de Eusebio seguramente me va a poner caras raras diciendo que exagero y me va a sacar cagando. Pero si este supiera que en el local de tatuadores que me indicó Paz pasa algo muy raro... Y esa lechuza... (o la mierda que sea) tiene seguramente algo que ver en todo este misterio. Esteban seguro que me va a felicitar…

    Pero algo le dice a Genaro que la seriedad de este asunto va más allá de sus sueños sentimentales; algo así admite mientras camina apresurado hacia clase que tiene que dar en una plaza.

             





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