domingo, 8 de octubre de 2023

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo *16 )

 


Este relato es FICCIÓN



LINK AL CAPÍTULO ANTERIOR👈













                             3/4 de 16 



        Minutos después Genaro irrumpe en el departamento todo agitado, abriendo los ojos como un personaje histriónico de Gasalla. De la agitación que trae, apenas tiene aire para hablar.

       —No me digas nada: te meabas encima y no llegaste— le dice Eusebio.

       Genaro se mira el pantalón.

       —No,  me lo llevé puesto al portero, estaba baldeando la vereda.  ¡Me están persiguiendo!

      Ay, Genny, qué pasa  le dice Paz, azorada. 

      Genny prácticamente se abalanza sobre Eusebio y lo tironea de la manga del buzo.

    ¡Los del tatuaje hipnotizante son una mafia! ¡Me venían siguiendo con un chumbo! [pistola].

       Eusebio y Paz se quedan mirándolo, atónitos.


    


          Es solo la chicharra del portero eléctrico, pero para Genaro suena como el ruido de la picana que ha visto en una película sobre las torturas de la dictadura militar.

               —Euse, ¡es el tipo, es el tipo!

             Paz le cree a Genaro, se impulsó de la silla como un resorte, abre los ojos como una coneja.

         —¡Pará, soltame un poco, paparulo! — le dice Eusebio a Genny —. Mirá cómo me estás dejando. Es Nuria. Además, ¡quién te va a perseguir!, seguramente alguien que cagaste con tus sesiones energéticas.

             —¿No será nomás? Si es Nuria, entraría directo, ¿no le diste llave a tu hija? — dice Paz mirando a un lado y al otro, se lleva la mano a la boca.

            Eusebio se levanta actuando sin darse cuenta (?) el manly hero de alguna serie de televisión vintage, y contesta el portero:

               —Hola [...] Esperame mi amor, ahí bajo.

           —¡Te juro que el tipo venía detrás mío un chumbo así, así! —, gesticula Genaro.

          —Me guardo el chiste por la señorita aquí presente.

            —¡Dale, fijate, machirulo de la disidencia controlada! —, Paz reta a Eusebio.

 

 

  

 

             —Justo ahora. ¿Quién será? ¡Lara!, ¿podés fijarte?, estoy re ocupado con esto.

              —Pa, mami no tá — dice el nene de Esteban  —. Diko enteguida vene.

         Esteban se asegura de guardar lo que estaba redactando en pantalla y se levanta para dirigirse a la puerta de calle. Al abrirla, enfrenta unos ojos grandes y penetrantes a los que la tarde luminosa en la calle no les resta intensidad.

            —Tamara, qué sorpresa — le dice Esteban a la vez que saluda a un vecino que pasa haciendo una mueca picaresca por la mujer despampanante que está a la puerta, se rasca la cabeza y le dice a la chica —: Lara debe haber salido por acá cerca, pero… pasá, pasá. — Tamara cruza el umbral, y una vez dentro, permanece callada por más tiempo del que se puede considerar normal, con los ojos anclados en Esteban. El casanova latente en este hace que escanee de pies a cabeza a la amiga de su mujer y no puede evitar la torpeza al hablar —. Que…que…qué bien que est… ¿Todo bien, Tamara? —  Espera que ella diga algo, pero ni siquiera un hola —. Te noto medio… no sé, rara...

           Tamara lo sigue mirando de una manera extrañamente sugestiva e impersonal a la vez, tan así que él puede reparar sin disimulo en que ella está producida, como suele decirse. Es evidente que se tomó tiempo para aplicarse maquillaje con el mismo empeño que pone Lara cuando tienen que ir a un evento social: los párpados están dotados de una profundidad ideal, las pestañas lucen realzadas y aumentadas como para cosquillear cual mariposas sobre la sien de alguien, y el cutis luce casi sin imperfecciones en un degradé de tonalidades. Pasado los labios ligeramente separados y tentadores como una manzana en su esplendor, el close up que hacen los ojos de Esteban aprecia más detalles a medida que desciende hacia las partes más exuberantes de ella,  ataviadas con un vestido que no le llega a las rodillas y se ajusta a su esbelta y ondulada figura; los hombros están al descubierto porque el vestido es strapless. “¿Tendrá una fiesta a esta hora? Está muy distinta de cuando nos reunimos en el bar”.  El perfume que se desprende de su cuello adornado con una gargantilla de zafiro rosado conspira con el ello (Id - si pensamos en Sigmund Talmud Babilónico Freud) de este afanado estudiante, y lo debilita acrecentando las pulsiones que lo dominaban en el pasado. Pero una sonrisa mazzinezca (por no repetir el adjetivo enigmática) de ella  pareciera anticipar una propuesta que Esteban escucha en su cabeza y que tiene el efecto de un dardo narcótico que lo vulnera más y más con el paso de los segundos.  Y cuantos más segundos palpita Esteban así, más se convence de que no es cierto que él puede controlar la situación y no a la inversa. De hecho, cae en la cuenta de que se está abanicando con la hoja A4 que es el borrador con tachaduras y anotaciones de su ensayo. El caso de Eusebio es distinto: él no solo es propenso a que la situación lo controle de una, sino que no puede evitar aprovecharla para reciclar/refrescar su thesaurus adictivo (Is it gape, stare or gaze? Maybe gape…  ), aun cuando quien tiene enfrente lo está comiendo con la mirada como ocurre ahora. En comparación, posiblemente Esteban sea más de carne y hueso porque…:

               —Tami… --- atina a pronunciar, y traga saliva.

               —¡Pa! Quero ver lo dibukitos en iutúb.

          Esteban voltea. El nene vino de la sala y está paradito en el umbral del recibidor. Se debe haber cagado encima, se dice Esteban reaccionando parcialmente, porque su sentido olfativo cancela cualquiera que sea la fragancia que lo está cautivando. Tal vez el nene ya le pidió que lo llevara al baño y, tan ocupado que está papá con terminar el bendito ensayo, no lo escuchó. Justamente, el papá re emerge e intenta acudir al rescate.

              —Ya voy, papi, esperame un poquito, ¿sí?

             Esteban mira a Tamara. La actitud provocativa de ella no se inmuta ni cesa de estimular las pulsiones que compiten con el circuito sináptico del córtex del estudiante, reacciones químicas que le advierten del peligro. Y entonces Esteban comprende lo que debió saber apenas la vio al abrir la puerta. Tiene que tratarse del mismo efecto bajo del cual estuvo la vecina de Eusebio, Paz. ¡Eso es! ¡Ahí está, lo está viendo: es el reptil hipnotizante, como puso Genny en el grupo de Wasap! El vestido lo deja al descubierto a la altura del área vacunatoria del brazo. Tamara debe haber extraído los ahorros de su matrimonio bajo el influjo de ese dragón púrpura y azulado que pareciera latirle en la superficie de la piel.

       Entonces Esteban le habla en voz queda, casi susurrante por miedo de provocarle algún tipo de shock:

         —Tamara. ¿Me escuchás? Por favor, sentate acá —. Ella se sienta, y él le chasquea los dedos delante de la cara. La mirada de ella parecerá hipnótica, pero al mismo tiempo la actitud es claramente volitiva. La mano de Esteban, que ahora se mueve en círculo delante de sus ojos, es súbitamente atrapada por sus tersas manos de uñas adornadas. El que era antes de sentar cabeza reemerge automáticamente desde profundidades del confinamiento para acecharlo; aún así, el padre de entrecasa sigue luchando estoicamente para no bajar la guardia —: Sentate, Tamara —insiste angustiado—, quedate quieta un momento, está mi nene, por favor— le dice casi en un siseo desesperado. Ella obedece.

        Se da vuelta para ver a su hijo, pero él no está ahí, regresó a la sala. Entonces, antes de volverse a ella, siente que lo toca debajo de la cintura. La reacción neurovascular es difícil de contener y el jogger no ayuda. En ese momento se ve obligado a forcejear con Tamara, que ahora está sentada. El escaneo desciende un poco más: los muslos y las rodillas de ella convergen en forma de una “A” suculenta e invertida, donde el palito del medio es el borde del vestido. Una de las manos que luce anillos le atraparon la remera desteñida de The Clash y  la otra pretende ir por más. Tiene que sujetarla de las muñecas. Por momentos Esteban parece estar maniobrando el volante de un camión para esquivar obstáculos al desplazarse en punto muerto cuesta abajo. Vuelve a sentir el olor a caquita mientras el forcejeo se torna más y más dramático.

               —Papi, ¿qué ta chendo cona tenora?

               ¡CHAF!

               No le quedó alternativa.  El recurso que ha visto en tantas películas, cuando a algún personaje le da un ataque de histeria o acaba de proferir un insulto imperdonable. Fue tan sonoro el cachetazo que hasta le dio pena y se sintió un cobarde. Algún día, el tópico me iba a ocurrir a mí, se dice Esteban. Es un extraño punto en común entre este muchacho y su compañero Eusebio, los lugares comunes los tienen rodeados últimamente. Justo a ellos, que se hicieron conscientes del efecto replicador que ejerce el mundo del entretenimiento. Sin embargo, dio resultado porque Tamara se quedó quieta, aunque alterado quedó él. Si pudiera verse en el espejo encontraría que su rostro casi parece la pulpa  de una sandía.

              Y, no, no podía faltar el segundo tópico in a row:

              —¡¿Qué está pasando acá?!

             Lara encuentra a su marido de pie frente a Tamara con el jogger un poco bajo, por lo cual se ve el boxer estampado que le regaló. Este se quedó sujetando las muñecas de ella, quien, con el cabello cubriéndole un ojo parece Rita Hayworth después de que Glenn Ford la despeinó de un cachetazo.  Quien gira primero para enfrentar a Lara es él y, segundos después, ella. Esteban le suelta las muñecas como si cayera en la cuenta de que están a punto fragua; se agacha rápidamente y manotea del piso la maltratada hoja borrador de su ensayo (“qué suerte que me la traje sin darme cuenta"). A Tamara, de pronto, se la advierte confundida, como si se hubiera despertado de golpe de una pesadilla espantosa, porque mira desorientada alrededor y también a Esteban y a Lara. Todos están anonadados. Esteban es demasiado joven aún como para preocuparse por cuestiones cardíacas, pero su canción guilty-pleasure, Tell it like it is (en la versión de Don Johnson), que en secreto pareció musicalizar los primeros instantes al abrirle la puerta a Tamara, terminó convirtiéndose en Heartbeat/ I’m looking for an enalapril / Get me just one! 

           Quién sabe si ahora Esteban logrará enviar el ensayo en el plazo previsto por la simpática y oficialista profesora de Historia Social del Mundo Contemporáneo.

 

             

 

          Una semana después, en el piso alto de su bar favorito, Eusebio no puede concentrarse en la lectura de un texto de Gayatri Spivak, "La Política de la Traducción", porque se distrae contemplando a un grupo de gente mayor haciendo ejercicios en el parque. Cada vez hay más personas que trabajan ofreciendo estas actividades (como se vio, Genaro está entre ellas). Es como dijo uno de sus profesores hace un tiempo, que la educación tiene que ser repensada, rediseñada; no para preparar a la gente para que marchen a las fábricas sino para dedicarse a la prestación de servicios. Esteban había acotado algo sobre la imposición de la división internacional del trabajo, dejando en claro que la suya no era una interpretación de la izquierda si bien había empleado sus términos. Y agregó que de todas maneras existe una mejor educación, una que seguramente inspira a los privilegiados que la reciben reflexiones “superadoras” como las que acababa de impartir el profe. Esa mejor educación no prepara para la actividad primaria ni secundaria ni terciaria, ni aún para la cuaternaria, y que es la educación VIP que está reservada para formar a los que arrían al gran ganado por cuenta y orden de… Y en ese momento Esteban hizo algo con la mano, un  gesto o pose. Eusebio no entendió en ese momento por qué imitó la manera en que algunos próceres posan en los retratos, entre los cuales después se acordó de los cuadros de Napoleón y de Cornelio Saavedra. Y este Esteban, con esa  cara de muchacho encantador, se lo dijo nomás al profe: una educación como la que se imparte en la universidad a la que asistió usted.  Hay algo en Esteban que fascina y a la vez perturba a Eusebio, el hecho de que parezca no tener tacto cuando surgen estos temas. 

         Y Eusebio cierra el PDF de Spivak con un gesto de desdén, para repasar el borrador de su diario que tiene abandonado desde hace un par de semanas de intenso trajín, entre el trabajo, la facultad y el asunto del “reptil hipnotizante”. Primero se pone a leerlo antes de ponerse a editar:

         Estoy teniendo una seguidilla de sobresaltos. Digo sobresaltos porque no quiero decir emociones fuertes. Bueno, sí, si provocaron que mis intestinos se aflojaran por un momento entonces se pueden llamar emociones fuertes. Me estoy refiriendo primero a Paz. ¿Se imaginan, yo papá otra vez, unido de por vida con mi vecina? Me trastornaría la vida, me terminaría deconstruyendo. Todo por un instante en que perdés el control. No, no, la verdad es que no hubiera sido por responsabilidad exclusivamente mía. Y no quiero volverme a acordar de cómo ocurrió. No quiero ser padre otra vez. Por ahora. La verdad es que con Paula habíamos buscado el segundo no mucho antes de la cagada que me mandé y por la cual nos separamos,  algo de lo que no voy a escribir acá. Solo digo que si pudiera volver al momento en que me entusiasmé demasiado pretendiendo ayudar a esa compañera de enfermería de Paula con la práctica de lectocomprensión de inglés para un examen de ellas, le diría a esa compañera disculpame no tengo tiempo entre el trabajo y la facu. ¿Por qué no probás con la AI?  Aunque claro, por aquel año todavía esta ciberbestia no existía. Ahora Paula está feliz  al lado del pulóver de wachiturro, y si te ponés a discutir con ella sobre lo que le pasa al mundo, ahora es más "Laudato Sí", que el Papa.

       Vuelvo a admitir que soy el colmo de los posesivos. Tengo absolutamente en claro que Paz no es la mujer con la que quisiera compartir mi vida, sin embargo, al mismo tiempo, cuando todavía me recuperaba del susto, esta me sale que conoció a un hombre fuera de serie. No me gustó escuchar eso. Aunque Paz nunca me lo dijo, algo tácito en nuestra relación de vecinos me hacía creer que el fuera de serie es justamente un servidor. Ah, antes de que irrumpiera Genaro, todo asustado él diciendo que lo venían persiguiendo, tuve que soportar [buscar otra palabra] a Paz, ok, escuchar lo que tenía para contarme sobre el colibrí fuera de serie que tuvo que esperar hasta ahora para conocer. Me contaba todo sobre él; yo no lograba cambiar de tema, que Damián esto, que Damián lo otro. Por momentos yo procuraba hacer lo que aconseja un libro de Mindfulness que me había regalado Paula (y que terminé regalando a un Centro Cultural de la Cámpora para que sepan qué hacer cuando la gente despierte y deje de votar a los del jet-set corrupto que representan a las clases vulnerables y se esperancen después con pseudoliberales como el León de Judá).  Me acuerdo de que en ese libro de Mindfulness decía que cuando se te viene encima la ola gigante, en lugar de entrar en pánico, lo mejor es meterse en sentido contrario, por debajo de la ola. Quiero decir que yo mismo le preguntaba a Paz por esto o lo otro sobre el fuera de serie, Damián. ¡Para qué! Llegué a enterarme hasta de que usa boxers con botoncitos. Qué insufrible, o qué malo que debo ser yo. Cuando me contó que era fanático de River y que no se perdía un partido,  dije para mis adentros que su Damián no era más que otro cabeza de pelota, y en fin. Pero hete aquí que me llevé una sorpresa cuando me enteré de que el hincha millonario también lo era de la guita real. Paz me dijo que Damián daba clases sobre educación financiera, y que ella empezó a poner en práctica sus consejo$, que colocó sus ahorros en algún instrumento financiero o no sé cómo me dijo, y que quedó entusiasmada con el giro que dio su percepción afectivo/sentimental sobre lo que debería ser una pareja.   Y me contaba más maravillas a las que no pude prestar mucha atención porque me quedé procesando algunas cosas que comentó. Lo cierto es que sin que me lo haya dicho expresamente, yo volví a ser para ella tan solo un epítome antisistema, alguien que hace bien en no meterse en el apasionante mundo de la pelotita pero que tampoco apue$ta mucho en el juego de la vida.  Al margen, me doy cuenta ahora de que hay algo que nunca conté acá: que la pareja de mi ex también es un wizard de las finanzas y que, por lo que me contó Genaro, asesora mucho a Paula al respecto. Odio tener que pensar que los sentimientos, el amor, o las cosas en las que uno cree terminan supeditados al poder del dinero. Billetera mata galán, pero tengo que admitir que Silvio en este caso es un galán con billetera. Me estoy acordando de Darío, a veces lo critico y a veces quisiera ser un creyente como él. "La raíz de todos los males es el amor al dinero..."   Y ahora que Paula dejó atrás al conservador antisistema que le gusta escribir con la mirada perdida …  ¡tengo que volver al texto de Spivak!    [editar - Ey, tampoco me gusta esto – lo vuelo de una o  no???]  … 

 

 

 

 

Nota del autor:  Al igual que me ocurrió antes de subir el capítulo 6, perdí el borrador de este capítulo completo. Así que debo interrumpir el presente capítulo acá.

 



..

             

 


martes, 15 de agosto de 2023

20 - 20 y DESPUÉS (Capítulo 15)

 


Este relato es FICCIÓN


LINK AL CAPÍTULO ANTERIOR 👈







            


                                      15

 

 

         Situaciones paralelas: la que vimos de los aspirantes a traductores en el capítulo anterior, y ahora esta otra, que tiene lugar en la casa de Darío, amigo de la infancia de Eusebio. Porque, ¿no se trata acaso de dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios?

 

 

       —Siempre viendo a esos muñequitos amarillos—, le dice Darío a Nahuel, su hijo menor—. Más vale que ya hayas terminado la tarea que estabas haciendo.

             —Sí, pa, ya hice casi todo. Por eso me puse a ver a los muñequitos.

              —A ver…

              —El señor Flanders hasta ahora no apareció, quedate tranquilo.

              —No, a ver, mostrame la tarea que hiciste.

                   Sin dejar de mirar la pantalla, Nahuel le alcanza unas hojas que imprimió. Darío las toma, les echa un vistazo y lee en voz queda:

              “El Giro Copernicano: Hacé una reseña explicando qué es el Geocentrismo y el Heliocentrismo. Desarrollá brevemente quiénes fueron Copérnico, Galileo, Newton y Kepler, y cuáles han sido sus aportes al conocimiento de la correcta cosmología de la Tierra. Trabajo individual.

               Debajo está la información que encontró Nahuel con la que  desarrolló punto por punto cada una de las consignas.  Sin duda, lo único que tuvo que hacer fue guglear y después resumir. En la época de Darío no existía este recurso maravilloso del internet; él tenía que levantarse temprano para ir hasta una biblioteca pública. Recuerda que las ideales, por contar con la mayor variedad y calidad de libros, eran la Biblioteca del Congreso y la de La Caja de Ahorro, ambas ubicadas en la Plaza de los Dos Congresos. Si bien había que hacer la búsqueda en unas tarjetitas mecanografiadas que se encontraban embutidas en unos cajoncitos-nicho, no era imposible que todo se pudiera encontrar allí. De todas maneras, piensa Darío, el saber oficialista está en cualquiera de las modalidades, del pasado y de hoy. Y, paradójicamente, por muy prodigiosa que sea esta “Biblioteca de Alejandría” de la era digital, que favorece un estilo de investigación mecánica y facilista, a través de ella también se puede encontrar información a la que difícilmente se podía acceder hasta el tiempo presente. Por algo en el libro de fe de Darío dice que “Nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse”.

              Al devolverle las hojas a su hijo, Darío levanta la vista hacia el televisor instalado en la pared; allí sigue la “familia más famosa de la televisión”, que ya lleva acaparando casi toda la tarde de los sábados de forma ininterrumpida desde hace más de una década. Aparentemente, la serie no deja de fascinar a los fanáticos, aunque se trate de los mismos capítulos una y otra vez. Darío escucha que sus hijos repiten de memoria los remates de los desopilantes diálogos que se suceden a un ritmo tal que no deja espacio para reflexionar sobre qué hay entre líneas, sino que, al contrario, imprimen de esa manera una mentalidad cínica en el televidente.  La escena en la pantalla ese momento es por demás imaginativa, una “genialidad original”, piensa este padre viudo: En un estadio de béisbol colmado de espectadores, hay un pitcher disfrazado de Papá Noel (Santa Claus) que lanza la pelota a un bateador que, a su vez, le pega con tal fuerza que la pelota va como un proyectil hasta impactar literalmente contra el cielo que se ve sobre el estadio; entonces este se quiebra como si consistiera en una cúpula de vidrio. Inmediatamente, a través de la rotura cae una enorme catarata de agua que deja sumergidos a todos los personajes en el estadio.

              —Guau, impresionante—, comenta irónico Darío.

              —¿Viste que son geniales? Son los mejores de todos los tiempos. Mati también los ama.

              Pero Darío le responde llevando la atención a la tarea de su hijo:

              —Nahuel, es lamentable que te tengan que evaluar con todo esto que pusiste acá. Lo digo porque lo que quieren que aprendas no es verdad, no es así. Ya se los expliqué. ¿Se acuerdan?

           Hay una interrupción publicitaria en la serie de Matt Groening. Nahuel mira a su papá con cara de resignación.

            —Pero pa, si pongo lo que nos dijiste de cómo es la Tierra de verdad, no apruebo la materia nunca. Solo vos crees en eso. El profesor me va a preguntar, ¿tu papá es astrofísico? ¿Querés que todos en la clase se rían de mí? Si se ríe el profesor, ¡imaginate los demás!

            —No, tu papá no es astrofísico, pero entendió la Palabra de Dios en la primera página de la Biblia y en muchas de sus otras partes. ¡Ahí se revela cómo es la Tierra, y dónde están la luna y el sol. ¡El que busca la verdad la encuentra, y al que llama a la puerta se le abrirá! —. El gesto de resignación en la cara de Nahuel se acentúa. Darío sigue—. Por eso, hijo, entregá el trabajo, lo que el colegio espera que aprendas. Yo les dije también a ustedes que el mundo yace bajo el poder del maligno, el mentiroso, el que oculta la verdad de Dios.

           La mirada de Nahuel vuelve a la pantalla. Le dice a su papá:

            —Es algo que pasó en este capítulo, el agua que cae, ¿no? Me acuerdo de que una vez le dijiste algo a Mati, que hay aguas arriba, encima del cielo, como lo que pasa en este capítulo... ¡Es una locura!  El profesor me va a bardear delante de todos como hace cada tanto con alguno de la clase…

         —No, Nahuel. No quiero que tengas problemas. Vos entregá ese trabajo práctico como lo hiciste. Fijate que hayas pasado bien esos “datos”, la información que encontraste. Y que el colegio y el profesor se metan bien en el bolsillo su programa de estudio. ¿Sabés? No tiene sentido discutir con los incrédulos, con los que creen en los argumentos de la falsamente llamada ciencia. Vos tenés que terminar el secundario, y después si querés (que creo que es lo mejor para vos), seguir estudiando. Quiero que vos y tu hermano sepan la verdad, las cosas cómo son; no lo que quieren que creamos. Pero saber la verdad no para tener ventajas sobre los demás, como hacen algunos… —, le dice Darío caminando hacia la cocina. Si pudiéramos asomarnos a su mente, veríamos desfilar a una pléyade de personajes destacados de la ciencia y la historia del mundo, los "algunos". Curioso cómo coincide Darío en esto último con un agnóstico y un ateo como lo son Eusebio y Esteban respectivamente—. Me voy a hacer unos metejirillos con unos bizcochirillos… ¿Querés?

     —Ah, ¿viste cómo te enganchás vos también?

     —Pero che, ustedes que viven haciendo memes… ¡Hace como veinte años que los están pasando! Antes yo también los veía. Y justo que enganché [Darío apunta al televisor] cómo se burlan en la cara de todos con el cielo que se rompe y la catarata que cae, ahora me gustan menos estos muñequitos “inteligentes". El enemigo es muy astuto.

 

 



 

              —...no, no me parece una locura lo que me decís que pasó conmigo. En serio, Euse.

              Eusebio, que estaba terminando de editar un trabajo práctico en grupo para la facultad a través de google.docs, mira con curiosidad hacia Paz que está a su lado cebando mates para ambos. No se lo dice, pero se pregunta si ella está siendo sincera (considerando los incidentes que ocurrieron entre ellos) o se propone algo que él no sabe qué puede ser esta vez. 

              —Claro, pasa que después te vas a olvidar… —, le responde Eusebio y da un sorbo largo a la bombilla. Y para evitar que nuevamente se genere tensión debido a su desconfianza, agrega un cumplido—: Che, enseñame cómo hacés para que me salga así de rico. Bueno, ahora no —, le dice señalando la pantalla de su tablet donde está el .doc en modo de edición.

              —Obvio. Te venís otro día a casa. Y te preparo unas tortas fritas que te los vas a chupar.

              Aunque le retruca preguntando si no tendrán esos sellos “alto en grasas saturadas", lo cual le provoca una carcajada, por dentro a Eusebio le cuesta creer que Paz se comporte como si nada, tan jocosa como él, y, sobre todo, que admita su propio comportamiento extraño.

            —Ya casi tengo listo esto. Después mis compañeros lo verán, y comentarán. Tomá. Che, y… entonces, ¿en serio no te parece una locura lo de tu amnesia? Casi me trataste de psico-broter, eh…

              —¡Psicobroter! —. Paz le festeja la ocurrencia, y a la vez dispara una contra acusación velada—:  Bueno, supongo que un poco psicobroter debo haber sido yo también ¿no? —.  Y continúa seria —: La vieja (Águeda, la vecina de ambos del 5to E) será medio chusma, pero si dice que me vio haciendo cosas que yo no recuerdo para nada, tengo que preocuparme. A Águeda le caigo bien, la conozco. Es tan chusma como fiel.      

          —Pero lo que pasó en tu casa conmigo…  ya sabés, y perdoná que saque el tema de nuevo…

             —Ya te dije: había estado en la despedida de una amiga que se casaba. Sé que tomé bastante. Es posible que haya pasado lo que decís, la verdad no me acuerdo. Me hubiera gustado estar sobria… —, dice inesperadamente haciendo un pucherito. Eusebio no sabe cómo reaccionar, toser sería muy trillado, su mirada viene y va un par de  veces de la cara de Paz a la pantalla de la tablet, no sabe bien qué decir para no rechazarla.

           De pronto la mirada de ella adquiere una expresión diferente de su característica actitud femi-combativa, una forma de mirar que anticipa palabras cargadas de emoción: Euse, creo que este es el momento para decírtelo…

              Eusebio se queda callado, fija la mirada en ella levantando el mentón y las cejas un par de veces. Como Paz se queda sonriendo cual si estuviera congelada, Eusebio vuelve a la pantalla, borra y vuelve a tipear un par de caracteres en el .doc  de su tarea como para mitigar la necesidad  apremiante de inquirir sobre esa expresión soñadora que está irradiando ella.

           —Nuria se va a poner contenta cuando sepa que va a tener un hermanito… 

       Ahí está Paz sonriéndole beatíficamente como un cuadro de la Virgen María, pero sin velo y con mechitas de colores. En los dos o tres segundos de silencio que siguen, como en esa creencia de la película que se proyecta en la mente segundos antes de morir, se recrea en Eusebio el momento en que tuvieron sexo la mañana de la resaca: una mano se tiende para alcanzar los preservativos de la mesita de luz. Él está seguro de que se puso uno, tal vez no el más apropiado sizewise. Vuelve a mirar a Paz enfrente de él sosteniendo el mate con esas manos cuyas uñas se le antojan como las cuchillas filosas de Freddy Krugger, ¡es que le gusta esa moda Nosferatu! Y los recuerdos se vuelven a reproducir instantáneamente: con esas uñas así de amenazantes y adornadas con brillantina, Paz corta el envoltorio plástico y extrae el anillo de látex, cuyo cuerpo comprimido y lubricado está listo para ser desenrr…  A Eusebio no le gustaba que Paula usara las uñas así, le causaban impresión.  ¿¿¿Son tuyas o son postizas, Pau???  Se ve que a Silvio Mazzini no le da miedo que lo lastimen, se le ocurre ahora.  No recuerda qué le respondió su ex. Y ahora, ¿un hermanito para Nuria de su mami, la revoleadora de botellas? Con Paz mirándolo así, Eusebio se pregunta cuál de las dos es más desconcertante,  ella o su ex.

              Y lo sobresalta una carcajada de la bruja de Blancanieves que lanza Paz  al ver la cara que ha puesto el vecino aspirante a traductor.  Ella se lleva la bombilla a la boca haciendo un gesto provocativo.

              —¡Mentira boludo! [risas] ¡La cara que pusiste! [más risas]. ¡Nah, nada que ver, quedate tranquilo…!

            Paz se esfuerza por dejar de reír e insiste en que fue una broma. Eso sí, el quedate tranquilo resonó con tal estridencia que Eusebio quisiera que esta chica ajuste el volumen de su voz con algún software indicado para normalizar audio. De todas maneras, este recupera la respiración y pretende negar el shock de pánico del que fue presa por un instante reaccionando de la manera más temeraria e imprudente, como admitió para sí  más tarde, porque cabeceó hacia la puerta de su habitación:

        —Mirá que estoy solo y con ganas atrasadas, eh…

        Si hay algo que tiene claro en esta vida es que lo acaba de decir es en broma.

      —Paso. Nada que ver. Estoy en otra, mi huidizo y estimado vecino —, le responde. Y dosificando la medida de orgullo y despecho que aún la recorre como el gas de una serpentina dentro de una heladera doméstica, anuncia —: Estoy en una relación. Estoy saliendo con un tipo fuera de serie. Tuve que esperar hasta ahora para conocer a un hombre así —, agrega, como hace con el agua al mate para pasárselo con algo de brusquedad a su vecino. Este lo alza como una copa para brindar. El color ya regresó a su rostro:

      —Me alegro mucho por ti, Paz, de veras que me alegro. [Ay, te me hacés el locutor de español neutro, se superpone Paz] Después brindamos bien, con alguna bebida apropiada en envase  eco friendly. Y escúchame Paz, al margen de todo, tú siempre serás mi gordita hermosa…

      —¿Gordita? ¡Andate a la puta que te parió! — le dice riendo. De hecho, ambos festejan las chanzas como siempre lo han hecho.

      —Lo único… no me lo vayas a lastimar ahí al príncipe azul… — le dice Eusebio, señalándole las uñas.

       —Ay, qué guacho que sos.

      —Che, Paz. Ahora, fuera de broma: quisiera que hablemos más de la amnesia —.  Paz se pone seria aunque abre los ojos como un personaje de caricatura japonesa. No entiende por qué Eusebio le mira un punto de su cuerpo que no es precisamente la cara ni el busto —. Dos cosas —, sigue él—: ahora que estás más feliz [ella, en una octava más alta ¡sos terrible, qué guacho!], no ya ya mismo en realidad: ¿me dejás ver el tatuaje que tenés en el brazo, cerca del hombro?

        —¿Hm? Te contó Genny.

     —Sí. Y, además, quisiera que conozcas a un compañero, un amigo casi, que sabe mucho de esta clase de amnesia rara. Es un muchacho serio, bah, quiero decir que es un padre de familia.

    —¿Esteban? ¡Si me habrá hablado Genny de Esteban!

    —Veo que vos y Genaro entraron en confianza. Bueno, ¿qué decís?

    Paz lo mira y se palpa el punto del brazo donde está el tatuaje debajo de la remera de manga larga que tiene puesta.

    —Ah pero si querés hacerte este tatuaje, la promo donde me lo hice ya no está más, se terminó.

    —¿Ah sí? Seguramente también vamos a hablar de dónde y quiénes te hicieron ese tatuaje.

    —Qué raro que te interesen estas cosas, pero dale. Che, pero ¡qué misterio! Algo me contó Genny sobre información que le mandó Esteban. Tienen que explicarme todo, che, ¿será verdad eso, lo del control mental? —. De repente, suena un par de veces el portero eléctrico —. Tenés  gente, igual ya me iba.

      —Ah, es que no vi que me llegaron varios mensajes —, dice Eusebio viendo su celular —. ¿Sabés qué? ¿Te podrías quedar un poco más?  Me avisa Genaro que está llegando —. Eusebio queda anonadado al reproducir un audio con la voz jadeante y agitada de Genny anunciando que tiene novedades sobre los tatuajes —. No sé en qué andará este loco. Justo, lo que estamos hablando…

      —Tenía que cocinar, pero no hay drama, me quedo. Ya sé: ¡Pedidos Ya!

     El recuerdo del porrón de cerveza que le impacta en el ojo hace que se le marquen a Eusebio unas arrugas profundas alrededor de los ojos.


 

 

         Después de haber pasado por el local de tatuajes para encontrar a Caio, Genaro dirigía una de sus clases de stretching sobre el césped del parque cercano a la casa de Eusebio. Participaban sus seis alumnos y alumnas habituales que lo habían esperado por casi diez minutos; uno de ellos prestaba el parlante para amplificar la música del celular de Genaro. Mientras éste les mostraba un determinado ejercicio de estiramiento espinal, advirtió a un extraño que lo observaba atentamente sentado en un banco a pocos metros de donde trabajaban los del grupo. Genaro creyó al principio que se trataba simplemente de algún interesado en la actividad, pero al cabo de un rato de ver que este parecía en realidad estar más interesado en él, empezó a fantasear con que sus habilidades podían atraer admiradores casuales, vanidad suya que no tardó en encender un spotlight imaginario sobre sus movimientos al frente del grupo. No está nada mal el regordetón de rulos, se decía Genaro, y le iba devolviendo las miradas, no precisamente de manera disimulada. Pero ¿qué onda con ese aire misterioso, esos lentes oscuros? ¿No lo había visto ya en otro lugar hace poco?

           Un rato más tarde, estando de espalda a sus alumnos y agachado con las piernas separadas para tomarse las pantorrillas con las manos, Genaro ve de forma invertida a otro hombre, igual de misterioso por el tapabocas negro que usa, aproximarse a su extraño espectador. Nota que se dicen algo entre ellos, entonces el recién llegado se sienta en el banco y el admirador extraño se levanta para alejarse por el sendero que lleva hacia el subte. Girando un poco en la postura en que está, Genaro también advierte la presencia de una mujer que andaba por allí cerca; esta se une al que se va y ambos apresuran el paso. No llegó a fijarse bien en la cara de la mujer, pero por la forma de llevar el pelo y la ropa, enseguida se da cuenta de que se trata de la que lo recibió de mala manera en el local de los tatuajes hace ya casi dos horas. Los alumnos ven que el profesor abandona rápidamente la postura y se queda tieso mirando hacia esos dos que se alejan. Es muy posible ---se dice Genaro--- que el tipo sea el mismo que manoteó la estatuilla hacia el interior del espacio que cubría la cortina. 

           Aldana,  una del grupo, se da vuelta siguiendo la mirada alarmada del profesor, y se da cuenta de que también mira a un tipo que usa un tapabocas negro (como en los momentos más paranoitrágicos del 20-20) que está sentado a pocos metros del grupo. Hasta a ella le parece que el del tapabocas tiene un aspecto que mete miedo. Y no está equivocada: Genaro lo enganchó justo cuando una mano de aquel pasa rápidamente un objeto del cinturón al bolsillo de su campera. La mano, notó Genaro, no pudo cubrir la culata de un revólver.

        —Vení acá, Aldi. — dice Genaro casi gritando. La alumna se acerca, y él les dice tartamudeando un poco a los demás del grupo —: Chiques, dejo a Aldi a cargo de la clase los diez minutos que quedan. Me tengo que ir urgente, me me surgió un… un … me…  Aldi, mi amor, repitan los ejercicios de las pantorrillas. Me llevo el celu. Pongan la música que quieran. ¡Nos veeemos, chiiqueeees…!

         —¡Genny, cualquier cosa, tengo papel higiénico en la mochila! —, le grita otro del grupo al profesor que se aleja, exagerando un poco, con la velocidad de un guepardo en una sabana africana.

        El extraño del tapabocas se eyecta del banco y se lanza a la persecución.  Las piernas  largas y el inmejorable estado físico del profe ya le permitieron  alcanzar la avenida, esquivando y sobresaltando a los numerosos peatones, puesto que ya se encuentra próximo a la boca del subte. Además, derriba sin querer un stand proselitista de JxC, haciendo que la brisa deje flotando algunos volantes con la cara de Patricia Bullrich. ¡Perdón, Brujitaaa!

        El del tapabocas no es tan ágil como Genny, aunque también alarmó a los transeúntes con las frenadas que provocó cuando trató de imitar la peligrosa cruzada que hizo el otro con luz roja. De hecho, el cazador tuvo que retroceder al cordón de la vereda del parque. Con esta breve ventaja Genaro intenta meterse en un taxi, pero su agitación y actitud de fugitivo sospechoso aconseja a los taxistas no levantarlo. ¡Pero no hay un cana [un agente de policía] a la vista, manga de inservibles!, protesta jadeante; aunque justificar por qué está huyendo de esa manera no sería fácil. El otro ya está cruzando la avenida y viene hacia él. Genny entonces atina a seguir la frenética carrera hacia casa, que está a dos cuadras, donde Eusebio todavía está charlando con Paz. Cómo si lo hubiera escuchado, un policía emerge de una galería, por lo cual el cazador debe dejar de correr y disimular de algún modo.

        Minutos después Genaro irrumpe en el departamento todo agitado, abre los ojos como un personaje histriónico de Gasalla. De la agitación que trae, apenas tiene aire para hablar.

       —No me digas nada: te meabas encima y no llegaste—, le dice Eusebio.

       Genaro se mira el pantalón.

       —No,  me lo llevé puesto al portero, estaba manguereando la vereda.  ¡Me están persiguiendo! —.       Ay, Genny, qué pasa, le dice Paz azorada. Genny prácticamente se abalanza sobre Eusebio y lo tironea de la manga del buzo —: ¡Los del tatuaje hipnotizante son una mafia! ¡Me venían siguiendo con un chumbo! [pistola].

       Eusebio y Paz se quedan mirándolo, atónitos.

 

 

             

 

         Hace ya un cuatrimestre que Paula Valverde (ex de Natanael) ha dejado la carrera de Diplomado en Bibliotecología, programa de estudios corto que ofrece la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. No con poco esfuerzo había logrado completar el CBC el año anterior, y en 2022 ya cursaba materias en la sede de Puan. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que a la edad de 32 ya no estaba tan motivada para someterse al trajín de la vida académica que, según la justificación que adoptó, es más apropiado para una chica de menos de 25. Previo a su paso por la Universidad, se  había recibido de Auxiliar de Enfermería en un instituto privado al cumplir los 22, y ha vivido de la profesión hasta el presente,  incluso después de la separación con Eusebio.  El proyecto de la universidad surgió después de una seguidilla de experiencias terribles en la guardia del Hospital Piñero de Bajo Flores. Por ejemplo, una noche mientras ella ayudaba a detener la hemorragia en un delincuente que habían ingresado, ocurría un tiroteo de película a metros de  la entrada a la guardia. En otra ocasión en que se encontraba prácticamente sola, le tocó recibir a un hombre al que su pareja le había... bueno, es posible imaginar lo peor.

          Luego, cuando promediaba el primer cuatrimestre de la carrera, un compañero de clase le pidió acompañarlo a una conferencia que se ofrecía en el auditorio de la Facultad. El tema versaba, tal como figuraba en los afiches y en la gacetilla que se distribuía por email, sobre el Diseño de una nueva sociedad de acuerdo con criterios de sostenibilidad económica, social y ecológica. Paula aceptó al instante puesto que le pareció que interiorizarse de tales temas/causas altisonantes gozaban de gran adhesión por parte de la población respetable/influyente de la sociedad. Ni hablar de que tales inquietudes figuraban con apremio en los contenidos de Sociedad y Estado, y de Introducción al Conocimiento Científico (ambas, materias obligatorias del CBC), amén de que han cobrado innegable vigor a partir del 20-20. Por eso, adoptar este tipo de discursos la ayudarían a construir un perfil acorde con la de una profesional comprometida con la preservación del planeta y el favorecimiento de las energías limpias y cosas así. Además, era importante para ella sintonizar con los comportamientos y modas/actitudes sociales a los que induce poderosamente la mass media. “No quiero ser como el cerrado y retrógrado de mi ex”, se decía Paula.

         La actividad se desarrolló a imagen y semejanza —por así decirlo— de una de las famosas charlas TEDx. Cuando presentaron al segundo orador de noche, hizo su aparición, tanto en el escenario como en la vida de ella, Silvio Mazzini, quien luego de dar una deslumbrante reseña de su perfil académico y profesional, procedió a realizar una impecable presentación provisto de un Power Point de gráficos y fotografías ilustrativas. Paula quedó impresionada con Silvio desde el instante en que lo vio avanzar elegante-sport al centro del escenario. Su destreza oratoria mostraba el dominio de su campo, amén de la efectiva gestualidad corporal que explotaba para transmitirlo. De hecho, tooodos en el auditorio compraron el discurso de Silvio Mazzini. ¿Todos? No. Los Carpenters habrían estado de acuerdo con lanzar otro video promocional para Close to You usando tomas de la cara de Paula cuando observaba la presentación, porque más tarde, el compañero con el que asistió le dijo que ella no había entendido un carajo.

            Finalizada la presentación y al retirarse del escenario con el fervoroso aplauso del auditorio, Silvio pasó frente a Paula, quien, junto al compañero, se encontraba en la segunda fila, cerca del pasillo lateral. Ocurrió que justo antes de desaparecer tras la cortina recogida del escenario, las miradas de Paula y Silvio se encontraron. En ese brevísimo instante, ella sintió sus latidos a destiempo, y experimentó lo que puede causar en una mujer la atracción erótica por alguien.

            Dos semanas después, la Facultad repitió la exitosa charla a pedido de muchos alumnos. Paula volvió a concurrir, "muy interesada" en obtener esta vez con éxito esos conocimientos taaan importantes para la salud de nuestra frágil esfera celeste que vaga erraaaante a través del inconmensurable cosmos (sin derramar sus océanos debido a una causa que Newton creyó dilucidar pero que no se quiso atribuir, como dice Darío) mientras que  los nanomicroscópicos habitantes humanos de la esfera, cuya reproducción conviene detener, valen incluso mucho menos que la preservación de sus seizable materias primas, o dicho en clave de un geodiscurso kisinggeriano: recursos naturales. Sería bueno hacer una exo investigación (luego, cuando el lector lo desee) en torno de las dos palabras que están en cursiva. 

            En este segundo evento, Paula está ubicada en el medio de la primera fila. Es probable que los demás asistentes —particularmente los de las primeras filas— no hayan notado que los ojos color gélido y las sonrisas cinematográficas de Silvio Mazzini por momentos se dirigían a algún asistentx ubicado entre ellos. De hecho, hablando de la esfera celeste que tanto le preocupa también a Billy Gatos,  Paula ya había hecho suyas las dos gélidas de aquel disertante (valga la reiteración del adjetivo), sí, gélidas e  hipnóticas a la vez. Pero por favor, puesto que se está explotando metafóricamente el cuerpo geométrico pitagórico, por si acaso, se habla en este punto de las pupilas del seductor disertante, no de las ubicadas a la altura de la entrepierna. Yet. Aunque, bueno, lo que no se espoilea se puede predecir.

          Esa noche, horas más tarde, mientras se vestía, Silvio observaba a través de un espejo en la pared cómo Paula se secaba el cabello con una toalla que se teñía, ora de azul, ora de púrpura, a causa de la iluminación cambiante del cielo raso en aquella habitación que debían desalojar en breve. La música🔊que envolvía el ambiente hacía que nuestra  Luisa Lane Valverde se resistiera a aterrizar.  Ese fue el comienzo de la transformación de ella en una mujer estilísticamente aggiornada, más papista que el Papa en materia de esta nueva concepción de transformar el mundo en una aldea sustentable [a esta altura ya me estoy encariñando con la palabra, el autor], en alguien muy propensa a no darse cuenta de que “el fin justifica los medios”. Ella supo desde ese momento que jamás debería hablar de estas cosas con el “obcecado objetor” de Eusebio, alguien demasiado analógico como para comprender a tecnoprodigios como Silvio Mazzini. De aquí en más, sin embargo, ya no sería esa Paula que saboreaba la vida como lo hacía antes de que aparecieran los sellitos negros, octogonales y admonitorios “exceso en ganas de disfrutar como antes del 20-20”.  Tan analógico le parecía Eusebio ahora, que él sería incapaz de reiniciar la cama de ambos como lo acababa de hacer este  "ingenierito social" que, dicho sea de paso, luce un tatuaje exótico en el pecho.  Paula llegó a verlo antes de que él terminara de abotonarse la camisa:

        —¿No es medio tenebroso ese pájaro que te hiciste?

       Por toda respuesta, Paula atrapó una sonrisa enigmática de Silvio que le hizo juego con los ojos,  a los que un haz de luz azul ---un blue beam--- proveniente del cielo raso tornó espectrales, sin alma, por la duración de un suspiro. 


  

              





..

sábado, 24 de junio de 2023

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 14 )

 

Este relato es FICCIÓN

¿Se entiende? ¡Es solo un relato ficticio!


LINK AL CAPÍTULO ANTERIOR click⬅️




                                                                                                         



                                              

                                  14



       — Gracias, Euse.

       —¿Por?

      Paula hizo un gesto de dejalo, no dije nada , y quiso llevar la conversación a otro tema. Como yo tenía fresca la conversación que tuve con Silvio mientras ella estaba en el baño del patio de comidas con nuestra hija, la curiosidad por ese repentino agradecimiento me resultó acuciante. Insistí: Gracias por qué, pero no hubo caso. Se puso a mirar su celular. No sé si se daba cuenta de que yo la miraba fijo, expectante; tenía la sensación de  que se  escuchaba el ruido que hacía mi cabeza al especular. Seguramente el otro le debe haber contado que intenté grabarlo, pero observando el comportamiento de Paula, pareciera que no, de otro modo, ella ya me hubiera hecho algún tipo de comentario, puesto que esa noche ella parecía muy preocupada porque yo generara una situación incómoda. En caso de que el otro sí le haya contado, se deben haber cagado de la risa, los dos. El agradecimiento deber ser por mi “buen comportamiento”. No se me ocurre otra cosa. Ahora que estoy escribiendo esto, no me gusta tener que atribuirle a Silvio algún sentido de nobleza; quiero decir, reconocer que él estuvo bien en no hacerme quedar como el orto con Paula. Al tipo ese le percibí un aire de superioridad, en virtud del cual (¿por qué estoy escribiendo así?), le debe haber restado toda importancia al incidente de la grabadora de voz. Me hizo recordar una frase que le gustaba a una jefa que tuve hace años donde trabajo: “dejalo, tomalo como de quién viene”. Silvio debe haber tenido esa misma actitud. Me da bronca, no puedo evitar el desprecio que siento por el ojitos celestes. ¿Da para hablar con Mirta sobre esto? De lo que no tengo dudas es que tendría que bancarme los palos en su consultorio.  Paula está enterada de que estoy haciendo terapia, pero más que estar contenta, como me dijo, debe estar sintiendo lástima. Hmm, no me gusta nada cómo se dio esto. Todo mal.

            Ey, no puede ser que esté tipeando directamente lo que me pasa por la cabeza, que esté volcando mis reacciones en tiempo real. Mi cara está recibiendo más veces el guante del otro; yo también quiero embocar algún golpe. De todas maneras (volviendo a lo que contaba de cuando fui a ver a Paula), estaba dispuesto a enfrentar el eventual bochorno del grabador de mi celu sin echarme atrás en mi terminante no sobre el tatuaje de Nuria.

             —Bueno, si no querés decirme por qué son las gracias, entonces quiero cerrar el tema del tatuaje. Te pido que lo manejes vos, Paula. Decile a Nuria que lo hablaste con papá y que está decidido que no queremos que se haga el tatuaje.

              —El que tiene problemas con el tatuaje sos vos, no yo.   Ah, pero… con todo lo que hablamos… ¿no te dije? Ya se lo hizo.

               Si hubieran estado allí se habrían sobresaltado:

              —¡¿Cómo que se lo hizo?!  ¡Fui muy claro cuando me preguntó! ¡Le dije que yo no quería! ¡¡¡Ah, pero debe haber sido ese forro, basura sorete de mierda de tu Silvito!!!  Nuria me dijo que él le había recomenda——

              Y sí, me saltó la térmica, no lo pude evitar. Al ver la forma en que Paula me miraba, me quedé callado.

              —Calmate, ¿qué te pasa? ¿Cómo te pones así por algo tan tonto? — dijo de una manera me pareció extraña. Apenas se sobresaltó ante mi arrebato, me respondió en un tono de voz desacorde, es decir, semitonos abajo respecto del mío —. Como te dije: me alegro de que estés haciendo terapia.

         Entonces pasé sin escalas al estado anterior a que Paula saliera con lo del tatuaje de Nuria. Aun en ese momento me pareció que la transición fue demasiado instantánea como para considerarla genuina:

              —Perdoname. Es que me pone mal que Nuria no me haya hecho caso. 

          —Tranquilizate. No, no se lo hizo. Quedate tranquilo, perdoname vos por decirte eso. No pensé que te alteraría tanto — me respondió mirándome con preocupación —.  Eusebio, ¿por qué le dijiste todo eso a Silvio? ¿Qué te hizo? Pensé que habías tomado nuestra relación con espíritu deportivo.

              ¿Cómo espíritu deportivo? ¿Qué me quiso decir? A Paula jamás se le hubiera ocurrido eso del espíritu deportivo. Sin dudas, él otro la está convirtiendo en otra mujer, sí, en todos los aspectos. Debe ser como un instructor del ministerio de deportes de un país Europeo en la previa a la última guerra mundial. Ese tipo es una suerte de mitosis mengueliana. No sé ni lo que estoy escribiendo. Y por supuesto que me pregunté en ese momento por qué carajo me probó diciendo que nuestra hija se había salido con la suya. Pareciera que Paula me hubiera leído el pensamiento porque agregó:

        —Dije eso porque Nuria me contó que cuando te llamó te pusiste loco con la sola mención de Silvio. Quería saber qué te estaba pasando. No creo que sea necesario que te recuerde que, así como yo estoy con él, vos podés hacer tu propia vida.

           —Lo de tu nueva vida con tu ingenierito social me tiene sin cuidado.

       Ahora que lo pienso, haberle contestado eso en un repentino estado de serenidad debe haber intensificado la ironía obvia que cargaban mis palabras. Traté de controlarme. —Simplemente no me gusta que él le ande sugiriendo a nuestra hija sobre tatuadores y esas cosas.

             Paula me miraba sin decir nada. Era como si procesara mis palabras y al tiempo considerara alguna hipótesis que tendría sobre mí. Sentí que podría erupcionar otra vez porque noté en ella más bodylanguage inédito: mantenía la mirada perdida en algún punto de la sala como si yo no estuviera ahí con ella a la vez que intensificaba su sensualidad. [Hm, me doy cuenta de que estoy escribiendo sin filtro]. Otra vez, esa gestualidad es influencia del otro, estoy seguro, o esta mina ve demasiadas series, películas, o no sé qué carajo.  Aunque sentía que la "serenidad" se evaporaba otra vez, le hablé controlándome. —No escuchaste lo que estuve diciendo, ¿no? A la gente que usa tatuajes le está pasando cosas raras. Ni me diste pelota mientras te hablaba.

              Paula dio un suspiro de resignación. Me miró haciendo patente que la había decepcionado:

          —¿Sabés una cosa? Nuria me dijo que te olvidaste hasta de llamarla el día que fue su cumpleaños, tan susceptible que te pusiste con la play que le regalaron. —Esto me lo dijo evitando mirarme a los ojos.  Advertí el cuidado que tuvo en no volver a mencionar al otro; esta omisión le daba implícitamente la razón. Y añadió—: Al menos dejala que se haga el tatuaje…

             

              Eusebio deja de tipear frenéticamente. Se queda mirando desconcertado la pantalla, como si estuviera frente a una criatura extraña. Sus dedos regresan lentamente al teclado y se pone a repasar lo que acaba de escribir sobre la visita a Paula.  Edita vacilante algunas partes. Y después de un instante en que queda ensimismado, en un arranque de fastidio torpe, selecciona toda esa hora de catarsis espontánea plasmada en el procesador de texto de su PC para golpear en la tecla Delete. Si estuviera alguien más con él ahí en su cuarto, lo oiría rezongar Vos y tu ingenierito social de mierda. Da un resoplido y se dice que escribir le hace bien, pero no tiene por qué echarse tierra de esa manera.

              El sonido de la llave que gira en la cerradura de la puerta que da al pasillo común lo devuelve al aquí y ahora de su cuarto.  Sin levantarse de la silla de su escritorio llama levantando la voz e inclinándose para ver hacia la sala a través de la puerta entreabierta del cuarto:

         —¡Genaro, espera, no te vayas!... Genaro… ¡Genaro!

             

              En su casa, Esteban también se encontraba frente a la pantalla de una PC, en este caso escribiendo y reescribiendo un ensayo que debía entregar al día siguiente para Historia Social del Mundo Contemporáneo, una materia que Eusebio ya había aprobado el año anterior. El pequeño hijo de Esteban hacía más bulla que lo habitual jugando alrededor con un vecinito, justo cuando su papá necesitaba concentrarse. Como Lara, su mujer, llegaría en cualquier momento de hacer las compras, Esteban consideró seriamente irse a otro lugar para terminar el ensayo, aunque fuera usando el celular. Salir de casa era una buena idea, como se enteró que acostumbra Eusebio, según le contó Genny el día de la reunión en el bar con Tamara. “Pero me parece que Euse no sale a hacer sus tareas de la facultad. Sale a escribir su diario de Ana Frank", le reveló Genny ocultándose la boca con la mano en un susurro bastante audible que hizo revolver los ojos a un mozo.

              Esteban levanta su celular para contactar a Eusebio; tal vez esté En línea y pueda ayudarlo con el ensayo, especialmente, con cómo incorporar la fundamentación bibliográfica, que es la parte donde está trabado. Lo que encuentra en el wasap, en cambio, es un mensaje de Genny que había llegado hacía dos horas:

Hola Steve. Estuve pensando mucho en el tema de los tatuajes. Tengo en mente un curso de acción para saber que pasa con esos tattoo y queria consultarte algo

            Esteban sonríe sospechando que el ex cuñado de Eusebio no está solamente interesado en el tema de los tatuajes. Aunque Esteban se sabe una persona de mentalidad abierta y generalmente buena onda, como se dice, piensa que tal vez debió ser claramente desalentador, cortante, "seco como culo de perro" con este Genny desde el primer día. No está en Esteban, en realidad, irritarse o incomodarse con este tipo de personas. Lo que sí debería es enojarse más seguido como padre, viendo cómo su nene no le hace caso en nada y está jugando a tocar el piano sobre el teclado de la PC que tiene su ensayo en la pantalla. Además, ve que desparramó por el piso unos PDF que le había tomado tiempo ordenar. Justamente, el problema de Esteban en este momento es el tiempo. Esta inquietud que le trae Genaro debería pasar a un plano secundario,  aunque Esteban haya estado investigando en estos últimos años, entre otras cosas, la aplicación de la tecnología en la manipulación de la gente, descartando las opiniones de académicos y comunicadores de los medios mainstream que niegan de plano todo lo que conduzca a sospechar de la corrupción que opera a espaldas de los ciudadanos de a pie —incluso en la esfera de la Ciencia—, y que responde a la agenda que Esteban identifica con el diseño del tatuaje que tiene Tamara: “el reptil autofágico”.  Esta materia de Historia Social le está costando debido a su renuencia a las lecturas obligatorias de la cátedra. Paradójicamente se trata de una de las materias de la carrera que más expectativa le ha despertado cuando se fijó en el syllabus al comienzo del cuatrimestre. El problema, según Esteban, es la visión demasiado oficial de la cátedra, en particular de la docente, y admite que, lo que le complicó la cursada son los debates sobre las verdaderas causas que se encuentran aún más por detrás de los acontecimientos de la historia mundial, causas como no están presentadas en los textos canonizados por el sistema educativo. Porque ¿a quién se le ocurriría poner bajo el microscopio a la bacteriología que pulula en la UNESCO y otros organismos de la ONU, es decir, sobre ciertos agentes?  A la UNESCO no le preocuparía que las cátedras de materias como esta manejen bibliografía de perspectiva progresista/izquierdista, o conservadora/(pseudo)liberal, o de la intersección de ambos extremos, intersección que por tibia es igual de vomitable. Lo que procura este organismo que vela por la paz y la seguridad del mundo a través de la educación y la “formación” de docentes, profesores  y profesionales es que no haya un acercamiento a información alternativa sobre los factores efectivamente agentivos que han determinado el rumbo de la historia mundial, como tampoco el descubrimiento de la gravitación/injerencia en su real dimensión del Grupo Pilderberg, de La Comisión Tricotalateral, o del proactivo Forro Ergonómico Bestial que está localizado por las tierras de Heidi y abuelito dime tú, a más de otras madrigueras que son iniciativas de Henry `Scheme-inger. A propósito, Esteban ha visto que a este centenario personaje se lo menciona en los textos de la materia, pero que no se le da cabal crédito por el engeneering de muchos acontecimientos en la historia del Globo loco, ni se lo asocia suficientemente respecto del plan de gobernanza mundial, plan que se vienen acariciando he and the like desde hace mucho, y del cual nadie parece estar enterade ni interesade, incluida esta docente de Historia Social del Mundo Contemporáneo. ¿O sí está enterada? Es muy probable que sí, piensa Esteban; está tan enterada como algunas personas del entorno cotidiano, tanto en el suyo como en el de Eusebio, por ejemplo, en sus respectivos lugares de trabajo.

        No, en los textos obligatorios de la materia no hay suficiente información alternativa sobre estos factores determinantes del rumbo que ha ido tomando la historia mundial, merced de la inyección del poder financiero provenientes de…

          Un pim del wasap interrumpe la casi diatriba en la mente de Esteban. Se fija y encuentra que Genaro acababa de agregar Estás? El entusiasta excuñado  de Eusebio insiste con su aparente interés por estos tatuajes sospechosos. Pero el Estas? no llegó al contacto individual de Genaro sino a un grupo que creó seguramente este y al que le puso el nombre de “Cazadores del Reptil Hipnotizante”.  Genny, piensa Esteban, debe creer que el asunto es como jugar a los detectives; evidentemente no abrió los links que le mandó ni se imagina que, si realmente estos tatuajes tienen que ver con un proyecto experimental que involucra a unos tecnopsicópatas internacionales, el asunto podría llegar a ser realmente peligroso. Hay que manejarse con cautela.  

        Tiene que contestarle a Genaro pesar suyo; después de todo, Esteban mismo le pidió el número. Pero antes,  ve que Eusebio también aparece En línea. Enseguida acude a él para que lo ayude con el ensayo. Eusebio le ofrece venir a su casa y le dice que su excuñado no está ahí y que no va a volver por un rato largo debido a sus actividades. Después de asegurarse de que así será, Esteban acepta la invitación.

       

      —Tenés que fumarte la materia, te guste o no. Es la única cátedra del turno vespertino — le dice Eusebio a Esteban pasándole el mate—. Además, ¿qué podemos hacer? Capaz que, como una vez me dijiste, en esas jornadas docentes que tienen cada tanto les bajan línea sobre cómo tienen que contestar a los alumnos que están informados como Dios manda. ¡Qué forma simplista de interpretar la realidad, la historia, o la mierda que sea!   remeda a la docente poniendo vocecitas —. En otras materias te dicen lo mismo, como el chabón de Literatura. ¿Y no lo escuchaste al otro, al pelado de Filosofía? — Imita la voz del profesor—: Ataques ad-hominem, ataques ad-hominem. Dijo eso cuando lo tocaste al viejo pelado del Forro de Davros. Mirá, ¡hasta el beato de mi amigo Darío tiene razón con la Biblia! El árbol malo no pueda dar frutos buenos, dice. Una verdad tan simple.  ¡Y el doctor en filosofía ese sale con que no hay que hacer ataques ad-hominem a los de la madriguera de los Alpes!  Me hace acordar a cómo habla el pelucón de "MiLey".

         —Euse, te noto un poquitín nervioso. ¿Estás seguro de que me puedo quedar acá? A lo mejor necesitás una siestita o dar un paseo por el parque. Afuera hay un domingo precioso.

        Eusebio niega con la cabeza y sonríe. Le dice que lo disculpe y que le muestre el borrador del ensayo.  Le da feedback y también... :

       —Para mí está bien esto. Es solo que acá… la parte donde cuestionás las causas conocidas para la Gran Guerra tal como dicen los textos de mierda esos… Mirá, poné lo que dicen los textos obligatorios, y los sugeridos también. Poné lo que ella quiere, como hacen todos. ¡De última, la cátedra se mete sus versiones oficialistas en el orto y vos adelantás un paso en la carrera!

      —La verdad es que ya pensé en eso. Pero tengo que entregar mañana. No llego a leerme los textos.

     —Pero, querido, escuchame lo que te voy a decir: ya que nos vienen hinchando las pelotas con el IoT [internet de las cosas] y la Cuarta Revolución Industrial, la resilience y no sé qué porongas. También ahora tenemos a la …  AI … AI… AI…

      —“¿Ay, ay, ay?” — dice Esteban. Las mejillas se le empiezan a colorear.

   —No, no me duele nada. A I : Artificial Intelligence, papi. ¡Para qué carajo la inventaron! Sé que sabés cómo manejarla, estoy seguro. Pero por si acaso, agarrá y pasale a ese chat pijaté… — Esteban estalla en una carcajada y dice “es el chat GPT". Eusebio prosigue—: Ese mismo. Dale el nombre de los autores y que te prepare un resumen o, mejor que vaya directo al meollo del tema en cuestión, and then you go editing away the result for you to get your own thing. Capische? Después de todo, seguro que la A I nos va a cagar la salida laboral,  a todos. ¡No sé para qué carajo estamos estudiando!

       —Euse, calmate un poco, te percibo bastante calentito (no como el agua del mate) por algo que no sé  y  que si querés, contame. Pero que estás inspirado no se puede negar. Entonces me pongo ya. ¿Te puedo usar la compu? Tomá, gracias.

     —Vení, acá, ponete cómodo. Ahí voy y caliento el agua. Bolas, ni tocaste los bizcochitos. Yo también me pongo con un borrador para [Introducción a la traducción] Literaria que también tengo que mandar.

          —Che, ¿y si la mina se da cuenta de que usé la A I ?  No es ninguna boluda…

       —No la verdad que no es, tampoco es una docente con un poco de tacto en el trato de estudiantes inquietos. Pero, loco, nos están cagando con la tecnología. Hay que usar las mismas armas.

        —Bueno, siempre han ocurrido revoluciones tecnológicas con consecuencias para la gente. Ahora nos toca a nosotros. Me lo dijo ella también... — dice Esteban para aplacar un poco a Eusebio.

         —Todo lo que quieras, ¡pero esta es una tecnología de la reputísima madre! Vos mismo también me dijiste una vez que ellos tienen a su disposición herramientas, recursos y armas que nadie se puede imaginar porque nadie lo sabe. Bah, muy pocos. Y las están usando para adelantar sus movidas encubiertas. 

        —Esta profesora y el doctor en filosofía deben ser ases en el ajedrez. Algún grado, aunque menor, deben tener…

       —¡Olvidate! Aunque no sé si ella. Vos sabés mejor de esas cosas.

      Grado de graduación alcohólica de las bebidas, ¿no? —, aclara Esteban entre toses fingidas y mirando para todos lados —. ¿No viste la cara que con la que viene a veces?

      —Si le da al chupi, entonces no creo. Che Esteban, cambiando ligeramente de tema, ¿no tendrás alguna amiga para presentarme? No me digas que de la facu, que son todas pendejas…

      —¡Hubieras empezado por ahí, chabón! Me pongo con esto y hablamos bien.

        —Dele para adelante, mi querido licenciado.

       Eusebio le señala el asiento que está junto a su PC.  Los compañeros se palmean y se ríen por el pedido insólito con el que salió el anfitrión.

             


         Un día.

    Un día, hace ya unos cuaaantos años, Esteban regresaba a casa del colegio secundario en colectivo como de costumbre. Viajaba sentado en la fila de asientos traseros junto a la ventanilla, no se cansaba de escuchar Rock the Casbah🔊en su walkman Unicef, cuando se dio cuenta de que el colectivo había alterado el itinerario habitual debido a un gran choque ocurrido en las cercanías. El tráfico también iba congestionado sobre la calle que tomó el colectivo para escapar del embotellamiento. Antes de cruzar al fin el siguiente semáforo, vio a través de la ventanilla una pintada sobre una pared larga que decía "¿YA LEYÓ LOS PR-TOC-LOS DE LOS S-BIOS de SIÓN?. Junto a esta pregunta había un dibujo de un triángulo que tenía un ojo adentro. La pintada era distinta respecto de las innumerables otras pintadas que se veían en todas partes, porque era (es) común ver esas de los partidos políticos, o consignas en contra de la reciente dictadura militar en el país, o bien, en menor medida, grafitis personales de amor/insultos, o esos de los hinchas de fútbol. Pero la pregunta que habían pintado en esa pared, seguida de ese triángulo que le recordaba las caricaturas de Dios que todo lo ve le pareció a Esteban algo especial, distinto, verdaderamente llamativo sin que entonces supiera por qué. Pasaron años desde ese día pero la extraña pregunta de la pintada permaneció latente en su memoria debajo de los innumerables pensamientos y afanes que pasan por la mente de alguien en la vida.

     En uno de los primeros empleos de Esteban, había un compañero del departamento contable que era alguien inusual para lo que era el promedio de los empleados en esa empresa. Ese compañero era alguien bastante retraído, alguien al que el rebaño en todos los entornos cotidianos necesita señalar con la frase “a ese no lo quiere nadie”. Pero como Esteban siempre había sido alguien de una personalidad independiente de la influencia de los demás, solía acercarse a aquel compañero retraído y le sacaba algún tema de conversación.  Los acercamientos a veces se encontraban con cierta resistencia por parte de aquel, que prefería leer algún libro que se traía y que sacaba del cajón de su escritorio a la hora del almuerzo. Una tarde, cuando sonó el timbre de salida, aquel compañero agarró sus cosas y abandonó apurado la empresa. En la calle, a media cuadra de distancia, Esteban vio que aquel revolvía en su mochila sin dejar de caminar; aparentemente lo que buscaba era una bufanda, porque estiró una y se la envolvió al cuello. Al hacer esto se le cayó un pequeño libro, por lo cual Esteban lo llamó gritando un par de veces. Aquel no lo escuchaba y, como vio que se acercaba el colectivo, apuró el paso para no perderlo. Cuando Esteban llegó a donde había quedado el librito, lo levantó y lo metió enseguida en su mochila. Ahora bien, la libido sexual es el eje del vórtice alrededor del cual gira la energía/motivación/interés predominante de la mayoría de los chicos de alrededor de 20, según dicen los psicoespecialistas, y Esteban no era la excepción.  Explotar su apariencia de galancito inofensivo para llevarse a la cama a cuanta chica pudiera era todo lo que le interesaba por esos días; y eso explicaría por qué no se le había ocurrido fijarse siquiera en el título del librito que levantó del piso. A la mañana siguiente, Esteban se acercó al escritorio de aquel compañero raro con el librito en la mano.

         —Ibas como el correcaminos, y yo detrás tuyo ¡Claudio, Claudio!

       —Ah, gracias, Esteban. Ni me di cuenta. Tenía que llegar a la cita del dentista.

       —A ver, ¿qué es?... Los pro-lo-cotos…

        Claudio lo corrigió, pero Esteban se equivocaba igual cuando repetía la palabra.

           —Te lo regalo. Ya lo leí.

        Esteban se preguntó internamente por qué entonces lo llevaba consigo. Y viendo la ilustración de la tapa le preguntó:

         —¿Trata de magia o algo así?

          Claudio se rió por lo bajo.

       —Leélo. Después si querés te comento.

         —Pero ¿de qué trata?

        —Leelo, no es mucho, después te comento  Y si no lo querés, regaláselo a otra persona.

      —Che… — Esteban quedó de repente con la mirada perdida después del pequeño flashback que ocurrió en su memoria en ese momento — ¿Sabés que una vez encontré un grafiti con esta frase? — dijo Esteban señalando el título del librito —. Creo que por fin me voy a enterar de qué es eso de los pro-lo-tocos…

        Ante la mirada curiosa de los demás en aquella oficina, ambos se volvieron a reír por la torpeza de Esteban para pronunciar esa palabra, palabra que años después, a partir del 20-20, se hizo muy común para todo el mundo por razones que mejor lo dejamos ahí.

 

             

             Cuando Esteban vuelve a su casa con el borrador del ensayo prácticamente listo para pasar en limpio aunque seguramente habrá partes que necesitará expandir. Se acuerda de que todavía no le respondió los wasap a Genaro:

          Qué tal Genny. Disculpa que no te respondí antes. Estaba con mis tareas para la facu.

        Ah disculpa no sabía.  En otro momento cuando puedas quería preguntarte sobre el instituto de yoga al que van tu mujer y Tamara. El día del bar estuve a punto de preguntarle a Tamara pero no

         Estuviste bien Genny. No era buena idea dejarla pensando mucho en eso. 

          Genaro ahora ve que el wasap indica que Esteban está por mandarle un audio. Cuando toca play, la voz de Esteban pone otra vez en movimiento su vórtice de energía e inspiración, como un piloto con la hélice de un aeroplano de fines del siglo 19:

           Cómo andás, Genny, ¿todo bien? Mirá, la verdad no sé bien dónde queda el lugar al que va Lara. Creo que queda por la calle Estado de Israel, me dijo, cerca del Parque Centenario, pero la dirección no, no la sé bien. Espero que ella se quede en casa porque mi nene me estaba volviendo loco. [Risa --- Segundo audio:]  Averiguo y te la mando. Ahora estoy complicado con un práctico que tengo que entregar para una materia. No sé qué estarás queriendo hacer, Genny. Después contame. Bueno, te tengo que dejar. Un…  —. La voz de Esteban vacila—.   Un saludo.

 


           Esteban no podrá por ahora enterarse de qué se propone Genaro con respecto al misterio de los tatuajes. Justamente, este detective improvisado está a punto de ponerse en acción. Apenas escuchado el audio de Esteban, guarda su celular en un bolsillo y ve que se abre la puerta del local ante la cual estuvo esperando por unos minutos. Una mujer joven que tiene un aspecto intimidante a juzgar por la forma de llevar el pelo y el tipo de ropa que usa asoma la cabeza a la galería y le dice Pasá.

            Genaro entra al pequeño local y mira alrededor. Ve un diván donde se recuestan los clientes que vienen a tatuarse.

             —¿Venís por tu cuenta o… te manda alguien? — le pregunta la mujer dándole la espalda porque se pone a acomodar unos frascos y una maquinita eléctrica entre otros objetos.

           —Mirá, yo quería ver a un tatuador de este local, uno que me recomendó una amiga, a uno que le dicen Caio, ¿puede ser? —dice Genaro. Era como si le hubiese ordenado date vuelta que te quiero ver la cara porque la mujer gira hacia él. Las miradas escrutadoras son recíprocas. Ella se pone visiblemente incómoda.

              —No lo conozco. La única que trabaja en este local soy yo.

             —Hmm, el que me atendió el llamado era un chico…

             — Capaz fue mi pareja, a veces me atiende los clientes.

              —¿Sabés? Me dijo esta amiga que el tatuador es uno medio regordetón y con rulos. Y con cara de no tan… quiero decir, alguien normal…. — Genaro no termina la frase, se da cuenta de que habló de más.   Trata de subsanar el efecto que han causado sus preguntas diciendo contento que por fin podrá hacerse el tipo de tatuaje tan especial que hace ahí, que ya no podía esperar más; pero al mencionar el nombre de la vecina de Eusebio echa a perder miserablemente la investigación —: Paz se llama esta amiga. Ella se hizo un tatuaje hermoso acá.

            La mujer mira a Genaro de pies a cabeza.  Por la manera de expresarse, no es precisamente alguien con ímpetus de rockero duro. El  que tiene enfrente normalmente le habría sacado una mueca sugestiva, pero ella se olvida de respirar por un par de segundos. 

        —¿Regordetón con rulos? ¡Ni idea! Como te dije, acá trabajo solamente yo —, atina a contestarle ella, ahora con cero entusiasmo por atenderlo. De hecho, no deja de ordenar sus herramientas de trabajo.

               A través de los espacios no cubiertos de la puerta de vidrio del local, se ve a otro cliente que está parado esperando afuera en la galería. A ver, dice molesta la mujer y sale a su encuentro. Mientras tanto, la mirada de Genaro queda clavada en una estatuilla de casi medio metro de altura, menos en realidad, más bien delgada, que tiene una base de un diámetro un poco mayor que el del cuerpo. Está parada en un estante próximo a la entrada a un espacio interior del local que tapa una cortina. La estatuilla enseguida le resulta casi familiar a Genaro. Esteban y Tamara repararon en algunas muy parecidas; Esteban, incluso, dijo que un profesor suyo tenía una ilustración de un pájaro como este en una carpeta. Pero, sobre todo, le viene el recuerdo de una cosa así muy parecida que está detrás de él y de Bruce en una foto que se tomaron en un bosque en L.A. Nunca le había dado la menor importancia a ese pájaro parecido a una lechuza que se ve en esa foto, ciertamente, una imagen un tanto macabra.

              El sonido de una tos que proviene de detrás de la cortina saca a Genaro de un virtual breve estado de hipnosis. La mujer regresa al local decida a no atender a nadie; Genaro insiste:

           —Pero… ¿acá no se hacen unos tatuajes especiales que vienen en una promoción del Instituto “11 Gozos del Alma”, un instituto onda New Age que tiene solo tres sucursales en el país?

            De pronto, un hombre con anteojos negros y un gorro que le cubre totalmente los cabellos emerge bruscamente del cuartito que tapa la cortina, y le dice a la mujer: Tenemos que limpiar el local, ahora no tenemos tiempo. — Y desaparece tras la cortina.

         —No te puedo atender,  tengo que limpiar el local  dice la mujer.

        —Pero… me dijeron por celular que me iban a atender…

              Reaparece el tipo de los anteojos y el gorro.

          —Flaco, acá trabajaba otra gente pero ya no trabajan más. No tengo idea adónde se fueron, ni sé nada de ellos. Nosotros no tenemos nada que ver con los que alquilaban este local antes. Ahora no podemos atenderte. Disculpanos.

              Genaro sale a la galería y el hombre cierra la puerta con claro fastidio. Por entre unas fotos de modelos que lucen tatuajes y motivos místicos/rockeros que tapizan la pared de vidrio del pequeño local se ve que los dos ahí dentro entran al cuartito tras la cortina. El local de repente queda a oscuras pero igual Genaro puede ver el brazo del hombre que asoma para arrebatar la estatuilla del pájaro hacia el espacio interior detrás de la cortina.  Además pudo escuchar (porque los ventiletes de la puerta de vidrio están abiertos) que el hombre gruñó ¿Quién es ese putito?


            Ahora Genaro está caminando por la calle apurando el paso, tiene que dar una clase de stretching en media hora. Piensa que el resultado de la misión puede ser interesante para sus amigos. Claro que sí. ¿Qué tanto misterio hay con estos tatuadores y ese pajarraco? Esteban no podrá resistirse a los resultados de mi investigación, piensa Genaro. El calentón de Eusebio seguramente me va a poner caras raras diciendo que exagero y me va a sacar cagando. Pero si este supiera que en el local de tatuadores que me indicó Paz pasa algo muy raro... Y esa lechuza... (o la mierda que sea) tiene seguramente algo que ver en todo este misterio. Esteban seguro que me va a felicitar…

    Pero algo le dice a Genaro que la seriedad de este asunto va más allá de sus sueños sentimentales; algo así admite mientras camina apresurado hacia clase que tiene que dar en una plaza.

             





..