sábado, 17 de diciembre de 2022

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 9)


Este relato es FICCIÓN



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                                                                                      9



No hubo caso. Por más que la reté y me burlé un poco y fingí enojarme, Nuria se salió con la suya, consiguió que el domingo pasara a buscarla por un MacDonald's en vez de ir a la casa donde viven Paula y ella.  Además, como no estaría esperándome sola en el Mac sino reunida con unas compañeras del colegio (y no quería quedar como la nena al que el papá trae y lleva), me pidió que cuando yo estuviera a una cuadra del local le mandara un mensajito, así ella salía a encontrarme a la calle.  Qué pavadas, me quejé, pero no hubo caso, si no es como quiere, se pone difícil. Está bien, seguro que yo hacía lo mismo en su momento con mis viejos.  Estaba convencidísimo de que ellos no tenían ni idea de lo que yo hacía ni de las cosas que me gustaban ni de mi música. Yo pensaba, aún así, que en nuestro caso era distinto: Nuria tiene un papá joven —bueno, yo me veo al espejo y me percibo joven en muchos aspectos—, supongo que no estoy tan ajeno al mundo de su generación, soy consciente de cómo han ido evolucionando las preferencias, las modas, la música, y de cómo y quiénes las generan y vuelven virales. ¿O los chicos de ahora creen que inventaron la rebeldía?

   Por supuesto que no iba a concederle eso de quedarme afuera del Mac para que ella saliera a encontrarme. Una vez en el local, miré alrededor y no la encontré en la planta baja, así que fui directo al piso superior. Estaban ella y dos chicas, cada cual enfrascada en su respectivo celular. Me quedé unos metros cerca, mirándolas, a ver cuánto tardaba Nuria en darse cuenta. Y pasaron fácil un par de minutos hasta que una de ellas advirtió que yo estaba ahí.  No me pareció que la presentación haya sido tan traumática, de hecho, las otras chicas mostraron poco entusiasmo cuando conocieron al papá de Nuria. Si le hubiera molestado, yo estaba resuelto a imponerme, siguiendo algo que opinaba Darío en cuanto la autoridad que tenemos sobre nuestros hijos.

   Después, veníamos charlando mientras caminábamos hacia la entrada del subte.

    —Pa, ¿qué te pasó en el ojo? ¿Te peleaste?

     Nuevamente la pregunta me tomó por sorpresa. Como el moretón estaba menos visible lo tenía casi olvidado. Pensé en lo que había contado en el trabajo, donde inventé que unos tipos peleaban en la calle cuando yo pasaba y me habían dado una piña por accidente, algo poco creíble a menos que se tratara de los Tres Chiflados. No probé eso con Nuria porque me preguntaría muchas cosas, cambié el tema de la conversación comentándole algo que observo en todas partes:

    —Me causa gracia. No sé para qué se reúnen si no se dan bola entre ustedes. Está cada una en su celular. Parece que tampoco se sacan selfis a cada rato. ¿Ya pasó de moda? — le dije tratando de no sonar tan irónico.

   —Es que ahora somos así.

    —¿No tienen cosas para contarse entre ustedes?

    —No, ya nos contamos todo antes por wasap.

    —Ya veo…

    Me reí. Era uno de esos momentos que trae las vueltas de la vida para que uno actúe su parte. ¿El eterno retorno de Milán Kundera? Bah, apenas recuerdo de qué iba esa famosa novela suya que tuve que leer hace años. ¿Cómo se llamaba? No me acuerdo, solo sé que me pareció insoportable, sinceramente.  En el test escribí apenas lo que recordaba de unas notas que me habían pasado.   

   El eterno retorno... por ejemplo, mi viejo me criticaba cosas que yo hacía o decía de pendejo. Típico. Ahora, siguiendo el curso de la progresión generacional, Nuria dentro de no mucho le criticaría a mi nieta por qué ya no se reúnen en persona con sus amigas como se acostumbraba aaantes, que por qué lo hacen solamente en el espacio virtual del Metaverso; o por qué hurgan los implantes biónicos en sus cabezas para intercambiar los Elonchip® extraíbles que contienen programas de habilidades: ¿Me prestás el tuyo? Quiero cantar como Maluma; o quiero bailar como Miley Cyrus (o alguno de esos productos de hoy, ¡no tengo idea!). Alguien del grupito diría Cuidado, hay cámaras por todos lados vigilándonos; genial, como en Gran Hermano; es que a papá se le acabó la renta básica universal y no me puede alquilar otro Elonchip®, porque no tenemos nada y somos felices…  Parece una idea sacada de los episodios de Los Simpson, ¿verdad? La verdad que no, se los aseguro. Esos muñequitos detestables al principio para mí eran lo más genial de la televisión. Ya no los soporto más, con su metralleta de gags (nihilismo encriptado) me cago en todo. Esteban  dice que en Los Simpson (y en las series y películas y muchos productos del entretenimiento mediático) se emplea una técnica llamada primado negativo, que tiene el propósito de inducir en la gente una determinada actitud frente a la información que le conviene conocer. Sugiero a los lectores que investiguen este y otros temas vinculados. ¿Y quiénes aplican esa técnica? Ya no es un misterio. Tal vez San Martín y Bolívar hayan sesionado a puertas cerradas, pero hoy en día todos los "grandes planes" se terminan destapando.

   Chips de habilidades... ¿Acaso esos chicos ya no van a valorar o creer en los dones innatos o habilidades naturales de cada individuo? Yo no soy religioso ni demasiado conservador, pero la idea del transhumanismo me parece monstruosa. ¿Cuántxs sabrán de esas “maravillas” que está desarrollando la ciencia actual, copiosa inyección de fondos públicos de por medio? Pienso que muy pocos “conspiranoicos''. Y pensar que esas cosas ocurrían solo en las películas futuristas (por eso, investiguen esa técnica que mencioné). Gracias, señores CanElon Fucks y Yeguan Noah Tarari.

      Llegué con mi hija a casa y nos esperaba el olor de una salsa que estaba preparando Genaro. Este salió de la cocina con los brazos abiertos para recibir a Nuria, luciendo un delantal de cocina que se habrá conseguido él. Mi nena, que tiene a quién salir, después de los besos bromeó sin contener la risa que parecía que yo estaba conviviendo con su tío Genny como si fuéramos una pareja o algo así. El otro se lo festejó con esa carcajada acelerada que tiene.

    Comíamos los fideos de tío Genny que, debo reconocer, cocina mejor que yo. El almuerzo fue una buena oportunidad para enterarme de algunas cosillas en detalle.

   —¿Y cómo anda tu mamá? ¿Se quedó en casa… sola…?

   —Bien —, me respondió Nuria desganada —. Estaba con Silvio.

   —Silvio Mazzini—, se metió Genaro.

   Miré a Genaro y volví a Nuria.

   —Ajá, Silvio. ¿Por eso no querías que fuera a buscarte allá? Mirá, es cosa de ella, yo no me iba a quedar.   Nuri, dejá un poco el celu, estamos comiendo.

   —Ya terminé.

   —¿Me salieron bien? Si quieren hay más. No se hagan rogar, sé que les encantó lo que aprendí en mis años de gourmet. O traigo las pegas au viñuú… ¡Nah! Peras de lata.

   —No, gracias, tío.

   Le hice un gesto a Genaro de que yo también estaba satisfecho.

   —Comé Euse. Algo me dice que desde que empezaste a vivir solo no aprendiste mucho más que hacer salchichas con puré instantáneo Billy Gatos:  te inocula con su sabor . Ah, ¡y huevos en sus variantes Eusebio!

    Ahogué las risitas de ambos lanzándole una mirada a Genaro, pero traté de no perder el humor.

   —Nuri, che, contame algo. Hace mucho que papá no te ve. Nuria, ¡dejá ese celular!

   Por las caras que ponía Genaro, era evidente mi inquietud acerca del tal Silvio Mazzini. A lo mejor, había cosas que Nuria no quería que yo supiera. Pero empezó a contar, yo iba sacándole las palabras como con un tirabuzón.

   —Nah. Pasa que hoy vino Silvio a casa para arreglarle la compu a mamá.

  —Bueno, pero ¿por eso no querías que fuera a allá? Saludaba y nos íbamos nomás…

     El poder hipnótico que tiene el celular sobre las masas es difícil de desactivar. Es lo mismo adondequiera que voy. Observen en todas partes: los transeúntes, los choferes, los pasajeros, en las salas de espera, en las aulas, en los templos, en los bares, los agentes de policía, los pobres, los ricos… En una ocasión Mirta en su consultorio reaccionó a este mismo comentario con bienvenido al siglo 21, adaptate para no quedar afuera, todos debemos, nos guste o no… Dijo eso en lugar de hacer alguna reflexión distinta de cómo se plantea en el espacio del aula, donde nos inculcan solapadamente que la Ciencia y la Tecnología son nuestros nuevos dioses, una visión excluyentemente pragmática en ambos casos, a diferencia del discurso bíblico de Darío.

   Los dedos pulgares de Nuria sobre la pantalla no paraban de hacer tiqui-tiqui- ti-tic -tiqui tictiquic. Eché la cabeza atrás contando internamente hasta diez (“Euse, los padres tienen el derecho y el deber de darles un buen chirlo a los hijos cuando es necesario…” Darío).

    —No la atoshigueish, hombre. ¡Dejala que disfrute el día! Vos andá a estudiar a tu cuarto que yo me quedo con Nuri jugando con la play. Nuri mi amor ayudame a levantar la mesa — dijo Genaro mientras levantaba su plato.

    —¡Dale!

  —¿La play? — pregunté pensando en el día que usé la frase That did the trick en una composición y la profe me dibujó una carita sonriente.

   —Me la traje en la mochila.

   —La que te regaló Silvio…

   —¡Sí!

    Pasan las generaciones y nos reinician la vida sin que nos enteremos, pero la grieta entre el mundo de los padres y de los hijos siempre estará allí y se hará cada vez más grande (“...si dejamos que el Estado y la actividad $ corporativa se metan demasiado…” Esteban).  Y peor aun cuando el padre queda empantanado en sus cavilaciones mientras los extraños ganan terreno.

   —Pero tu cumple, ¿no es la semana que viene?

  —¡Ay, Euse! ¡Estos chiques ya no esperan a Papá Noel o a los Reyes, ni son supersticiosos como vos!

   —Vamos, tío. La conecto.

   —Los platitos… llevalos a la cocina, yo lavo. 

  Iba a reconocer que la play era más divertida que salir al parque, pero me quedé callado. Cualquier comentario me hubiera salido acompañado por una melodía agridulce de violín. Nuria se fue a la cocina y yo le dije Genaro:

   —Silvio Mazzini. ¿Lo conocés?

   —Ponele. 

   Genaro se quedó callado y se hacía el interesante.  Supongo que la expresión de mi cara era el gesto no lingüístico que mejor podía compeler a alguien a que largara información sin que me se arriesgara a quedar como un chismoso o alguien con el orgullo amenazado. 

    —Papá, no encuentro el detergente — dijo Nuria desde la cocina.

  —Fijate debajo de la pileta — le dije para que se quedara ahí. Yo seguía esperando que Genaro abriera la boca.

   —Es más joven que vos. Tiene un aire a Dean Paul Martin Jr. — dijo soñador. 

   —¿Dean Martin, el que actuaba con Jerry?

  —No. ¿No mirabas Misfits of Science (Los rebeldes de la ciencia”), una serie ochentosa?

   Puse cara de perplejidad.         

   —¡Ay, no sabés nada! Era el hijo de Dean Martin, boludo. Uno que se reventó en un avión.

   Agarré discretamente mi celular y guglié rápidamente la foto. 

   —[  ] Fachero

   —Sí. Paula dijo “Basta de negros feos en mi vida”.

   No sabía si reírme o pegarle un saque a este aparato. ¿Acaso el tal Silvio se parecía al hijo de un personaje tan entrañable como Dean Martin? Mi autoestima o mi orgullo o ambos sintieron una punzadita.

  —Mirá vos.

  —Tiene un aire nomás. No me cae bien.

   Mi interés era más que absoluto, pero como Nuria ya estaba conectando la play, Genaro se fue con ella.


  Bueno, es hora de estudiar. Entré a mi cuarto y me senté frente a la PC. Mis fotocopias estaban desparramadas sobre el escritorio. Empecé a leer acerca de “The Lithium Triangle in South America”, y busqué la planilla excel con el glosario relacionado.  Ah, y recordé que tenía que considerar antes la teoría para la justificación de mis traducciones.  Apenas había tocado ese material y el miércoles teníamos el mid-term. A ver, ¿por dónde estará la marca que dejé sobre la extracción del litio? Decidí que era mejor retomar desde el comienzo del capítulo. También abrí un PDF con información adicional que había encontrado sobre el tema, avancé varias páginas y leí al azar:

 “Production of Lithium from this unique ecosystem [se refiere al Salar de Uyuni, en Bolivia] can only be environmentally damaging. Anything more than limited and very careful recovery of Lithium is incompatible with the production of ‘Green Cars’...”

    ¡Qué interesante! Me pregunté si Esteban también encontraba perlitas como esta, ya que la profe es taaan partidaria de todo lo corpiñable, perdón, quiero decir, sostenible. “Corpiñable”... jajaja: Esteban se va a prender con eso cuando se lo diga. Es que la profe compró la agendita con sueños de colores made in ONU, y además es refemi como mi vecina la amnésica.

    Oía cómo Nuria y tío Genny se mataban de la risa jugando en la sala. ¿Y si llamo a Esteban y estudiamos juntos? Vive a pocas cuadras de casa. En realidad, prefiero prepararme solo cuando vienen los exámenes, pero sentía que no iba a aprovechar bien la tarde del domingo. Parece que el tal Silvio era un galancito que no le cayó bien a Genaro, eso era de por sí significativo. Además,  hacía rato que Paula no daba señal alguna, siquiera por wasap [últ. vez hoy a las ...]. No, no. Solo no voy a poder concentrarme.  ¡Era tiempo de cambiar mis hábitos! 

     Esteban respondió al instante el wasap aceptando la invitación.

    Hay algo que estoy pasando por alto. Antes de que el apego de mi hija al wasap me irritara, ella insistió en que le contase por qué tenía el ojo así. Tuve que improvisar torpemente que Paz —a quien mi hija conoce— me había dado un codazo sin querer mientras yo la ayudaba a instalar unas alacenas en la cocina de su casa. Mentí reconstruyendo la escena con mímicas y contando que yo estaba detrás de ella sosteniéndole los tarugos y los tornillos y el destornillador eléctrico… “como esta chica es feminista, no acepta que un tipo haga eso por ella, viste cómo son… Y  así fue como bla bla bla". Mi nena y su tío me miraban raro; ella no preguntó más, él ponía caritas.

   Lo que ocurrió en realidad (qué vergüenza) fue así: yo había aceptado compartir la pizza calabresa que Paz había pedido por delivery. Estábamos en su departamento, sentados en el mismo sofá de la sala donde la encontré el día que ya saben. La conversación no fue exactamente como la reproduzco a continuación, porque la gente que se tiene confianza dice muchas cosas insustanciales, se superpone al hablar y demás:

   —Che, creo que no está tan buena como la última vez que pedí de este negocio— dijo ella, aunque se chupaba los dedos.

    —Nah, para mí está bien.

    Levanté la tercera porción. 

  —Traigo otra birra [otra botella de cerveza]. 

  Paz se levantó y entró a la cocina. Y me pasó que en ese momento recordé vívidamente cómo había empezado aquel incidente que ella negaba. Cuando entré al departamento con la llave que me había mandado por debajo de la puerta, la encontré recostada sobre el sofá. Estaba bien vestida para lo que es su estilo normal, un vestidito. Parecía dormida, sin embargo, me estaba mirando…

    Oí que Paz me decía desde la cocina, Ay, qué tarada, no me queda cerveza, tengo Coca ¿Te va? Le dije que sí. Y dijo algo así como que los vasos que tenía estaban medio chotos, que los iba a lavar, que un segundo.

   Volví a las imágenes de mi memoria: la había levantado del sofá y la cargaba en mis brazos hacia su dormitorio. Recuerdo el perfume de su piel, un brazo suyo caía como si ella estuviera inconsciente.  Ya en la cama cuando quise arroparla me tomó del cuello y acercó mi cara a sus labios. Los ojos entreabiertos, la sonrisa enigmática… todo era muy extraño; ella estaba sumida como en un éxtasis… la veía embriagada de… parezco un novelista barato, me cuesta describir el momento. Y ahí nomás… No lo voy a contar otra vez, si gustan pueden ir al capítulo 5.

   Cuando Paz volvió al sofá con una botella de Coca en la mano, me encontró recostado a lo largo, con un brazo mío tapándome parcialmente la cara [este uso del gerundio es incorrecto, pero igual lo dejo así], tal como yo la había encontrado esa mañana.

   —Necesito que me lleves a la cama, me pasé con la cerveza— le dije con una voz mal actuada de alguien adormilado.

   Se rió. Dejó la Coca sobre la mesita y se quedó parada mirándome.

   —Viste que yo no saqué el tema de que estás últimamente raro. Con confianza, Euse: ¿qué te está pasando? ¿Seguís yendo a la terapeuta?

    Me acuerdo de que una vez se lo tuve que contar (en realidad, yo no quería) para desalentar uno de sus avances conmigo porque, como dice Genaro, yo soy un cavernícola al que no le gusta cuando las mujeres toman la iniciativa. Es decir, le di a entender que me analizaba para superar lo que sigo sintiendo por mi ex.

    No le respondí. Ella debió notar que el brazo cubría poco mi cara contraída por la tentación de reír. Entonces se sentó casi pegada a mí y me retiró el brazo para mirarme a los ojos. De pronto me puse serio y le tomé la muñeca con firmeza.

   —Estoy bien, Paz. Solo quiero refrescarte la memoria. Ese día que me llevaste con artimañas a tu cama para cojer, ni vos ni yo estábamos borrachos. Así, como ahora.

    Créanme, lamento la forma en que actué. Es que yo venía bastante obsesionado con el incidente del que esta chica se desentendía totalmente. Necesitaba que pusiéramos en claro todo, que ella lo admitiera, así dejábamos el asunto atrás y podríamos seguir con nuestra relación de vecinos, en la que yo no lo habría hecho con ella a no ser por la trampa que me tendió. Y no, no crean que no sé que se están riendo: ay, qué pretende usted de mí, cómo se atrevió, soy un hombre de su casa, qué ultraje y etcétera. No se lo puedo relatar a los que me conocen sin quedar en ridículo, en el hazme reír entre los muchachos que tenemos mentalidad tradicional.

  Bueno, otra vez me rehúso a ser explícito o específico con lo que pasó a continuación. La tenía sentada bien cerca de mí, ella me miraba desconcertada, diría que incapaz de hacer nada. Para sacarla de ese estado, apoyé una palma de la mano sobre uno de sus muslos que la falda corta dejaba bastante descubierto. Retiró mi mano bruscamente y se puso de pie. También me levanté y dije señalando la puerta entreabierta de su habitación: “si querés lo hacemos otra vez, pero después no te desentiendas, que yo no soy un boludito”. 

    En realidad, yo no quería, estaba sacado.  Paz me respondió que yo estaba perdiendo la cordura, que no sé qué me estaba pasando pero que, aunque admitió que le gustaría, jamás, JAMÁS tuvo sexo conmigo, que yo lo había inventado. Fue lo más enfática que una persona convencida de algo puede ser. Y entonces le dije algo de lo que me avergüenzo y que no voy a escribir literalmente acá. Le pregunté si aquella mañana, más tarde, no había notado algo … un vestigio de que… porque yo… dije algo presuntuoso sobre mis cualidades anatómicas.   ¡Salí de acá! ¡Te vas!, tronó señalando la puerta. Y hecha una furia, repentinamente levantó una botella vacía de cerveza de la mesita y me la revoleó (menos mal que era una botella chica). Reaccioné con la mano a tiempo y pude amortiguar un poco el impacto en la cara, aunque sí, me había alcanzado un ojo. El estallido de la botella contra el piso la hizo volver en sí. Se quebró y me pidió disculpas, que no tuvo la intención. Yo también le pedí disculpas, me deshacía pidiéndole perdón por haber provocado la situación. Ella quería ver mi ojo, pero le dije que no se preocupara, que mejor me iba a casa, que tenía hielo. No me costó nada convencerla. Salí al pasillo para desaparecer lo más pronto posible tras mi puerta. Por suerte, no me vio ningún vecino.

    Bueno, por fin lo conté en este diario. Por suerte no fue tan grave. Pienso que Paz pudo haber llamado a la policía y yo terminaba en la cárcel. En España me hubieran arrojado al calabozo de por vida. Qué horror. Creo que Paz aún siente algo por mí, aunque piense que no estoy bien de la cabeza. Desde que pasó el escándalo no he vuelto a cruzármela.

   Se asomó Genaro avisando que Estaban estaba abajo; le pedí que fuera a traerlo. Esteban y yo enseguida pusimos manos a la obra organizando nuestras fotocopias, abordamos los textos yendo al punto con las guías de preguntas y nuestras notas de clase, cotejamos los glosarios de términos que habíamos trabajado por separado, y discutimos cuestiones que tienen que ver con los criterios de justificación para las traducciones. La verdad, fue un golazo haber llamado a Esteban, él es un tipo muy práctico y a tierra, mi concentración en cambio es como el humo.

    Cuando vimos que habíamos hecho suficiente, nos relajamos y pasamos a las otras cuestiones que nos habían quedado pendientes. En vez de gaseosa como le invité al principio, ahora podíamos tomar una cerveza. Recién entonces le mostré ese párrafo sobre el litio que transcribí más arriba; él no pudo contener su monólogo/cascada de información anti-establishment, tal como esperaba.

   —Prestame esto. ¡Lo voy a leer en clase para todos!

  —Dale, dale. Servite, che. Y ahora contame lo de la compañera de yoga de tu mujer.

   Levantó la botella.

   —Uh, se acabó.

   —Ah, ahí lo llamo a mi cuñado para que nos traiga otra.

   —Euse, vos todavía no me contaste cómo fue lo del ojo…

     A Esteban se lo conté con mayores detalles que lo que escribí arriba. Me merece confianza. Particularmente, me gustó que no se haya burlado, aunque la tentación y la cerveza le ponían la cara casi del color de la chomba que usaba. Todo bien. El caso de la otra amnésica ahora cobraba un interés todavía mayor; era un caso aparentemente muy parecido. En realidad, Esteban ya tenía un interés a priori por este tipo de fenómenos psicológicos o lo que fuera, a juzgar por las cosas que me contó sobre los experimentos secretos que condujo cierta agencia de investigación norteamericana vinculada con cierto anciano que está más allá del bien y del mal, y que es demasiado influyente alrededor del globo.

    Me asomé a la sala y llamé a Genaro, pero no me dio bola hasta que lo llamé Genny. Al rato entró trayendo otra cerveza. Miró a Esteban, le hizo una caída de ojos y se fue rápido. Esteban sonreía para sí. Le hice un gesto de que contara, pero indicó con la cabeza que no tenía importancia.

    —Es el hermano de Paula, mi ex— le dije.

   Se ponía cada vez más colorado de la tentación.

   —Veníamos caminando hacia el ascensor y escucho que por detrás dice Paáaapii. Me doy vuelta y lo miro así, y este me dice Es que me acordé de papá.

    Nos reímos más que mi hija y su tío que jugaban en la sala. Esteban me empezó a contar lo de la compañera de yoga de su mujer, continuó mientras lo acompañaba a la planta baja al despedirlo, e incluso mientras caminábamos unas cuadras en la calle. No puedo contar eso acá ahora, al menos hasta que pase el mid-test. Solo diré que relacioné el interés por la práctica de yoga de la gente que conocía con unas noticias raras que había escuchado en los noticieros.

   Ya había oscurecido cuando estaba regresando al edificio. Tenía pensado apagar el videojueguito para que decidiéramos qué íbamos a cenar, si en casa o afuera. Me llevé una flor de sorpresa cuando oí que Paula me llamaba desde un auto estacionado a la entrada. El que iba al volante debía de ser el carilindo hollywoodense; en realidad, no lo sabía, no podía verle bien la cara. Mi ex lucía rutilante; sería el peinado o la manera de sonreír como en la época anterior al nacimiento de Nuria. 

   Sentí que me iba a ser difícil retomar más tarde la lectura de los PDF para el mid-test.




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