sábado, 25 de febrero de 2023

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 12)


 

Este relato es FICCIÓN


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                                  12

  

Un grupo de cuatro mujeres vestidas adecuadamente para la actividad física llevan esperando quince minutos a que llegue el instructor de stretching en una sala del Carson's Lofty Lifetime Institute, aquí en Los Angeles.

   “Maybe he cannot make it. They are letting us know anytime, I expect,” dice una alumna que aparenta unos sesenta años. Otra bastante más joven y de fisonomía latina le responde en un inglés con un acento notorio:

   “I think so. It is strange because the teachers are rarely late.”

    “Look! There he is.”

   Pero el que llega a la sala es un joven gracioso que se aproxima a ellas caminando como un bailarín de ballet que se apresta a alzar a su pareja por sobre sus hombros para dar ambos un giro elegante; se toma las manos en un gesto de pedir disculpas, y en un inglés de aparente acento británico antiguo, avisa que el instructor no puede venir. Las mujeres se quejan de que entonces van a perder la clase; los fees que se cobran por adelantado en el exclusivo instituto no son baratos.

     “Ouh, bats iú dont jaf tu uarri. Aiam a gud frend of míster Yonstons. Bai de wei, mai neim is Genaro. Iú can col me Genny if iu cant espik mai biutiful langüich . Míster Yonstons tol mi tu cam jiar and coverap for jim(1)” les dice Genaro totalmente confiado en que todas le entienden perfectamente. Y si bien se defiende con el idioma, un par de ellas bien nativas (por no decir netamente yankis,  con respeto, of course) ponen cara de what??? La mujer con acento latino les explica lo que dijo Genaro, quien va a pararse en frente del grupo:

    “Oukei, mai diars, lets guet estartid, den!(2), ” dice Genaro agarrando un control remoto que apunta a un equipo de música,  y comienza el tema More than a Woman. Rápidamente les da la espalda para sacarse el jogging holgado que lleva puesto y queda en un short ajustado de tela brillante, bastante llamativo. Gira hacia ellas, y con las piernas separadas  comienza a indicar unos ejercicios, abre y mueve los brazos de arriba hacia abajo y viceversa, coordinándolos con una cierta manera de inspirar y expirar.

   Las del grupo se miran entre sí sin saber qué hacer. La mujer latina es la primera en ponerse en acción alentando a las otras. Si este instructor suplente es amigo de un hombre tan fascinante y tan culto como Mr. Bruce Johnston, yo debería apoyarlo, piensa la alumna latina. La alumna mayor, sin embargo, le dice a otra que el instructor no suele empezar así.

   Después de unos minutos, las mujeres están tratando de imitar unos movimientos que hace Genaro que nos recordaría a John Travolta cuando se desplazaba majestuoso a través de aquel piso que emitía luces de colores. Una de ellas no se une a la “clase” sino que se dispone a acercarse a la dirección del instituto. Al abrir la puerta, irrumpe Mr. Johnston que se queda azorado al encontrar a Genaro y a sus alumnas haciendo una coreografía difícil de describir. Johnston no dominará el español pero sabe qué debe decirle al instructor suplente, quiere mostrar de paso a las alumnas que él habla el idioma:

  —¡Jhenarou! Quéi demounios significa estei? (3)

  Johnston marcha hacia al equipo de música y lo apaga. Las mujeres se quedan congeladas.

  —Bruce, no te esperaba. Pensé que ibas a seguir descansando — dice Genaro sorprendido.

  —Cóumo te achreviste a diri-hir mai clase? Y de-este mahnera! (4)

  —¿Cómo? ¡Vos me dijiste antes de ponerte a dormir cuando te pregunté si me dejabas dar la clase de stretching! Estábamos recién en el precalentamiento, el  ourmingg-áp.

   Las mujeres están perplejas mirando a los dos.

  —Esou nou pu-éde ser, ez imposilblei. Ió no dejharía a-alguien que nou está entrenadou a que thóme mi luggar!"(5)—, se indigna Bruce. Genaro mira abochornado a las mujeres y mira al instructor. Levanta su jogging del piso y, de espalda a todos, se lo pone —. Despuéis habblamos, ahjora ve-te, Jhenarou (6)—, le ordena Bruce.

 —Cuando estuvimos juntos en el jacuzzi con el Malbec me dijiste que sí… — se queja Genaro entristecido antes de cruzar la puerta.

  La mujer latina abre bien los ojos y mira escandalizada al instructor; este aclara en español para seguir impresionando a su alumna “en el iacuzzi del institiutou…”

    Comienza recién la verdadera clase de streching, ahora musicalizada con un tema tipo Vangelis retro. Sentado en el piso con las piernas separadas, el instructor indica que deben alcanzar la punta de los pies con las manos. Una de las mujeres americanas, contenta de que sus clases de español le están sirviendo porque entendió lo que se dijeron el instructor y el “suplente”, le susurra a la latina:

  “Did you know that the institute’s jacuzzi has been out of order for a month now?”

   “I know. So?,” le responde la latina.

   “El seni-or Johnston es phúto…” 

 


  1- Ah, pero no tienen que preocuparse. Soy un gran amigo del señor Johnston. Me dijo que venga a reemplazarlo. A propósito, mi nombre es Genaro. Pueden llamarme Genny si no saben hablar mi hermoso idioma.

  2 - Bueno, mis queridas, entonces ¡comencemos!

  3- Genaro, ¡qué demonios significa esto!

  4-¿Cómo te atreviste a dirigir mi clase? ¡Y de esta manera!

 5-¡Eso no puede ser, es imposible! ¡No dejaría que alguien no entrenado tome mi lugar!

 6- Después hablamos. Vete, Genaro.


   Bueno, ya terminé con las traducciones que tenía de tarea para esta semana donde estudio y escribí además el report con las reviews para Language. Antes de enviar estas cosas les voy a pegar una revisada más hoy a la noche o mañana temprano, pero seguro antes del mediodía. Ahora puedo continuar escribiendo para mi diario. OK, ya sé que dejé de ponerle fecha a las entradas y lo sigo llamando diario.  ¿Dónde había dejado? Ah, anoche estábamos en el bar con Tamara, Esteban y con este que ahora está roncando en el sofá como no lo había escuchado antes.

    Se me está antojando un cortado en jarrito con alguna boludez dulce que suelen tener en mi bar favorito enfrente del parque, así que voy para allá con mi tablet, aunque la verdad es que me resulta más cómodo escribir en la vieja PC que tengo en casa. En fin, me voy. 

   ¡Pim! Mensaje de texto. Es Paula. ¿Qué pasará? A ver… Ah, es algo sobre el tatuaje que se quiere hacer Nuria, pero ya le dije a esta chica que no. Le voy a responder más tarde. No, mejor me doy una vuelta para verlas, les caigo de sorpresa. No creo que Silvito vaya a estar de visita también, debe estar trabajando con otros vampiros en sus ideas benefactoras para salvar al mundo, flor de soretito. Justamente, voy a tener que mencionar al carilindo recomendador de tatuajes cuando hable con Paula de este capricho de nuestra hija. Ah, pero me van a escuchar. Me voy en puntas de pie así este personaje sigue roncando en el sofá.

        

     

   —Muy entretenida tu anécdota en ese instituto de yankilandia, pero ¿qué tiene que ver con el tema que nos interesa, Genaro? — le dije mirando a Esteban y a Tamara por si también estaban perdiendo la paciencia. No me pareció.

   —Cuando Bruce llegaba a la sala, lo primero que hacía era sacarse la campera para quedar en una musculosa y así lucir los brazos de gimnasio — contó Genaro, tratando de explicarnos la conexión —. Algunas alumnas se pillaban. [Esteban reprime una risa,  las mejillas se le ruborizan a cada momento]. Ah, lo sé porque por un tiempo fui alumno en la clase del viejo.

  —¿¿Y?? — dije procurando no exaltarme mucho. Oí que Esteban preguntó ¿Era viejo?

  —Es que en uno de los hombros redondeados por los vuelos laterales con mancuernas, más tirando al brazo — prosiguió Genaro—, tenía el mismo tatuaje que le encontré a Paz el otro día. Es un tipo de tatuaje bastante vistoso porque da la impresión de que tiene relieve. ¡Muy parecido a este! ¿Ven? Los colores resaltan. ¡Es algo realmente artístico! — Genaro llevó el dedo índice al tatuaje en el brazo de Tamara.

  —¿Pero estás seguro? Es mucha casualidad que sea el mismo tipo, modelo…— reaccionó Esteban y admitió —: Bah, tampoco hay que sorprenderse. Hoy en día todas las modas, tendencias y boludeces se viralizan. Lo que se hace en Estados Unidos enseguida se copia por acá —dice Esteban, y mirando a Tamara—: Disculpame, no quise ser mala. Hablo en general: todos nos prendemos en las cosas que se viralizan. —Tamara le sonríe. Es realmente hermosa. Y acercándose al tatuaje de Tamara, Esteban le pide permiso para palpar la textura.

   —Sí, sí, sí, es el mismo diseño, que parece un dragón o una víbora gorda que se quiere morder la cola— insiste Genaro algo ofuscado. Capaz los colores son un poco diferentes en el de Tamara, y ah, y creo que está invertido como en un espejo. Es casi idéntico. Me acuerdo de que yo se lo tocaba a Bruce.

    —Ah —, escuchamos decir a Tamara. 

   Una sonrisa débil le iluminó la cara a esta chica. Sin duda, la reunión ayudó a que saliera de su estado de angustia. Y no era para menos, porque Esteban me había contado que ahora Tamara y el marido estaban prácticamente separados. 

  —Hhmm. Igual, estamos hablando de un tatuaje que viste en Los Angeles. El de Tami (¿te puedo decir Tami?) … ella está acá… no veo cómo… me parece medio remoto que...—, trataba de explicarme. Sentí que había que ser escéptico al considerar la conexión —. Quiero decir, puede haber cosas idénticas en distintas partes del mundo— le dije a Genaro. No exactamente eso sino algo más canchero como para hacer que no perdiéramos el tiempo.

   —Para mí es una serpiente con alas. Ah, mirá, estas deben ser las patitas — dijo Esteban —. ¿Qué es, Tami?

    —El tatuador me lo explicó, me dijo que representa la concreción de los objetivos de uno en la vida. Algo así, no me acuerdo bien. No le presté mucha atención. Me fascinó el tatuaje en sí.

     —Pero Tami, Tami — intervino Genaro—: no podés dejar que te tatúen cualquier cosa. Tenés que averiguar bien.  A ver si no te tatúan una, una…

     Este desubicado estuvo a punto de gesticular algo con las dos manos. 

      —¡Genaro!   

     —...una cosa que simboliza algo negativo, algo que produce malas vibras…

    —Puede que tenga razón él — dijo Esteban. La cara de Genaro también se iluminó—.  Esta figura me recuerda algo que vi una vez en internet, algo que simboliza la concreción de un plan. Y no cualquier plan.  En realidad, lo que vi yo se parece más a una serpiente. Lo que tiene Tami es... ambiguo, parece una serpiente, pero es más gorda. El diseño es más elaborado que lo que se hace la gente de la calle. 

     Esteban nos mostró unos tatuajes que se había hecho "cuando era pendejo" en las caras internas de los antebrazos. La verdad que no se compraban con el de Tamara, que era la obra de un verdadero artista. Yo no tengo ninguno; y a Genaro mejor no preguntarle para que no saliera con algo zarpado.

   —Simplemente me gustó. Quería sorprender a Cristian [el marido de Tamara] porque él se manda la parte con que su tatuaje no lo tiene nadie más. Este es el único que me hice — dijo Tamara mirándonos a la cara, aunque deteniéndose en Genaro porque puso cara de Newton justo cuando la manzana acababa de golpearle  la cabeza.

   ¡Es que Eusebio no me deja terminar! Sigo lo que les contaba. Bueno, cuando uno está en otro país tratando de sobrevivir, necesita el apoyo de gente que uno va conociendo. Bueno, este Bruce Johnston me consiguió trabajo en ese instituto, para limpiar. ¡Llegué a hacer masajes también! Bueno, Bruce y yo…    L.A. puede llegar a ser una ciudad muy solitaria si bien excitante…

   Genaro ponía caras de tímido. Yo me tentaba. No me extraña que haya incursionado además en la actuación. Ah, nunca lo conté pero según él, trabaja dando clases de inglés a domicilio, además hace justamente de instructor de stretching al aire libre en un parque, y también imparte "sesiones de armonización de los husos energéticos del cuerpo", por las cuales veo que lo buscan bastante. Sabrá Dios qué hará el caradura. 

      —Nos podemos imaginar cómo te sentías. Al punto, Genaro — dije.

      Me miró y continuó:

    —La tarde esa antes de la clase de stretching que yo quería dar en el instituto, él y yo estábamos relajándonos en un… en un…

  —Con el shock de miedo que nos meten los noticieros día y noche estamos preparados para todo. ¡Seguí, Genaro!

    —Después de consumado el hecho, dijimos de quedarnos un rato en el, en el…

   —Jacuzzi — apuntó Esteban —. Lo contó él, eh.

   —Tomando un Malbec — aportó Tamara.

  —Mejor... mejor se lo cuento al traductor gruñón acá presente y que él se los adapte.

    Estuve a punto de golpear sobre la mesa, pero Esteban, diciéndole que él —el traductor bueno— estaba para apoyarlo, consiguió que por fin Genaro fuera a lo esencial.

    —Estábamos en ese jacuzzi con el agua caliente que revolvía, y veo que de repente Bruce se queda con los ojos abiertos como si fuera un zombi y mira un punto fijo en la habitación. Me acerqué y le pasé la palma sobre la cara como en las películas [hace la mímica]. ¿Qué estás viendo?, le pregunté. No me contestaba. Dejate de joder, che, le decía yo. En realidad dije dom pul mai leg.

    — Ah, Don’t pull my leg… Capaz mejor era decir …

    —A ver si el maestro ciruela Eusebio me deja seguir. Bueno, Bruce me dice que tiene mucho sueño y que va a dormir hasta la noche. Yo le recordé que en una hora él tenía la clase de stretching. ¿Clase de stretching?, me preguntó. Era como si se hubiera olvidado de su trabajo, de todo en realidad, porque me preguntó quién era yo. Le dije que cómo te pegó mal apenas unos sorbos de vino. A mí no me hizo nada. Este de pronto puso la mirada en blanco. Se levantó en bolas del jacuzzi y se fue a tirar a la cama. Yo le decía, Hey, tu clase, te esperan tus alumnas, ¡te espera la latina! No podés quedarte a dormir acá. No me daba bola. Aproveché para insistir en que me dejara mostrar mis conocimientos sobre meditación, yoga y otros saberes. Le pedí que me dejara suplantarlo. Este me echaba a la mierda, Fak of, fak of, ¡Liv mi aloun! [fuck off, fuck off, leave me alone], y se acomodaba mejor en la cama para dormir. Mirá que voy y te reemplazo, le advertí, y este me gritó FAKING GOU AND DU AZ IÚ FAKING PLIS! LIV MI ALOUN!  Y bueno, lo demás ya lo conté.

    —Estaría en pedo por el Malbec… — dijo Esteban.

    —No. Te digo que apenas tomó un par de sorbos. Literalmente. Este Bruce no era de ponerse en pedo así nomás. Es que como conté: de pronto entró como en un trance… Después de esa clase, cuando lo encontré, le conté lo que pasó en el motel y no me creía. En realidad, me dijo que no recordaba nada; decía que estuvo durmiendo en su casa y que se levantó para venir corriendo al instituto. A pesar de que yo insistía en hacer que recordara todo lo que había pasado, era evidente que tenía una laguna más grande que la de Otario. [Esteban se rió]. Y después…

     Mientras seguía con su historia, me vino lo de la encamada inducida por Paz, que ya conté muchas veces. Y regresando mi atención a la mesa, oí que Esteban preguntó qué pasó con Bruce después. Genaro contó que antes de cortar la relación, Bruce hablaba mal de un par de tipos de ese instituto, de uno en particular que fue el que lo había seducido para que se hiciera el tatuaje. Al decir esto, señaló el dragón o serpiente autofágica que tenía Tamara, y siguió contando guiado por la curiosidad de Esteban:

      “...Las últimas veces, antes de dejar de ver a Bruce, él hablaba además de un par de tipos que sabían cómo manejar la voluntad de las personas usando unas ondas electromagnéticas, creo que era, que se activaban a distancia. Eran unos tipos que encontró sin querer un día que bajó a un sótano del instituto para conseguir más colchonetas o cosas así para su clase…”  

     Estoy resumiendo lo que contó Genaro cuando por fin dejó de boludear. Algo de eso se me había ocurrido en casa cuando vi La Pistola Desnuda. Esteban me había contado sobre Black Mirror, serie que no he visto. Si lo comentaba ahí no podía no ser pertinente. Lo digo porque justamente de Esteban aprendí qué es la programación predictiva, una técnica desarrollada por el investigador Alan Watt,  sobre la cual sugiero al lector que busque en internet, como así también sobre otra técnica relevante: el primado negativo, que ya mencioné en una entrada anterior. Técnicas de manipulación que se usan en el mundo del entretenimiento, Hollywood, principalmente.

    Creo que Genaro produjo una cadena clicks con lo siguiente:

    “...Bruce me dijo que uno de los tipos que encontró en el sótano ese día era su anterior pareja, justo, este que le había sugerido que se hiciera uno de sus tatuajes.   El tipo era un artista tatuador. Trabajaba en el instituto haciendo tatuajes que estaban incluidos en ciertas promociones de descuentos en las cuotas y cosas así. Bruce se dio cuenta de que el tipo era medio codicioso, y Bruce era un tipo de guita… Ese tatuador fue el que le habló de un experimento secreto que se estaba desarrollando en el instituto, disfrazado de nueva terapia new age psicotrónica o algo así. Al principio yo no le daba bola a Bruce con esas cosas.  Pronto noté que andaba nervioso porque el tatuador se había ido de la ciudad sin dejar rastros al mismo tiempo que le desapareció una buena suma de dinero de su cuenta bancaria, o sea, de Bruce. Él sospechaba de su ex y de que lo estaban manipulando con ese experimento raro. Lamentaba haberse puesto ese tatuaje por algo que decía. Yo no le entendía un carajo,  pensé que veía demasiado Netflix. Pronto se encontró con que los directivos del instituto ya no lo querían. Le decían que se había vuelto paranoico. Creo que tengo una foto con él…”

     —Estoy escuchando re atenta porque es muy parecido a lo que me pasó en el centro de yoga al que voy con Lara…— interrumpió Tamara, que seguía el relato de Genaro como una niña a la que le cuentan una historia de terror.

    —A ver, mostranos la foto — dijo Esteban y le hizo una seña al mozo para que trajera otra cerveza. 

   Genaro sacó su celular de mi campera, la que él había tomado para venir al bar, buscó la foto y nos la mostró a todos. Estaban él y el tal Bruce en una playa famosa de California.  En otra foto estaban  posando en un bosque. En esta, detrás de ellos había una especie de escultura del tamaño de una persona que parecía una lechuza. No, en realidad era un búho. Tamara le pidió el celular para agrandar la imagen.

    —El que me hizo el tatuaje tenía un póster en su taller con este pájaro o no sé qué es… ¿Un logotipo? — dijo Tamara.

   —Algo así. Creo que es… simbología — respondió Esteban —. Algo parecido le vi una vez al profesor de Filosofía donde estudiamos con Euse. Lo sé porque estaba en una carpeta que el profe se olvidó en el aula y que yo le alcancé. — Esteban nos sirvió más cerveza a todos —. ¡El encuentro está resultando muy productivo! A esta altura debemos estar pensando más o menos en lo mismo.   

    —Esperen, esperen. ¿Hay gente que manipula la mente, los actos y la memoria de los demás? ¿Una red internacional de criminales? — preguntó Tamara perturbada. 

    —Y...   Bueno, no hay que conjeturar demasiado ni precipitarnos a creer en algo...— dijo Esteban mirándonos incómodo a todos.  De pronto palmea afectuosamente a Genaro —: ¿Así que el bosque? Jajaja qué chabón este. No más preguntas, Genny.   

    El encuentro no solo estaba resultando productivo. Obviamente capté la maniobra disipatoria de Esteban porque habíamos llegado a una parte truculenta en la historia de Genaro. Y tuve que guardarme algunas preguntas más que quería plantear.  No debíamos hacer la mínima especulación sobre cómo funcionaban esas cosas  para no preocupar aún más a Tamara, y estaba listo para patear a Genaro por debajo de la mesa en caso de que abriera la boca. 

    Tamara se alejó un poco para contestar un llamado. Esteban aprovechó:

   —Después pasame tu Wasap, si querés — le dijo Esteban a Genaro (para qué, jajaja) — te mando unos links con información muy interesante relacionada con estas cosas. Euse, algunos ya te pasé a vos. Y fijate un mail mío con el título: Yuval Garcari (sic)

    Era cierto, pero entre la facultad, mi trabajo y este diario, creo que apenas vi uno de esos links. Sin dudas me iba a poner al día. Tamara volvió a la mesa.

     —Acá falta que Paz esté con nosotros  dije. 

    Tamara me escuchó decir eso, estaba con cara de preocupada. Genaro de pronto se puso serio.  Hasta me pareció que era mejor que Genaro largara todo lo que me pasó con mi vecina, incluso que se divirtiera con eso como lo hizo en casa, para alejar a Tamara del terror que empezaba a asomarse. 

     —¿Pasa algo?  — le pregunté a Genaro. 

     En ese momento Tamara contestó otro llamado. Esta vez no se alejó sino que lo hizo ahí en la mesa, pero como sería algo personal (creo que hablaba con la madre) se levantó para alejarse otra vez.

       —Un par de meses después de cortar con Bruce, me enteré de que murió  — me respondió Genaro.

       —¿Ah sí? ¿Qué le pasó?

       Menos mal que Tamara no escuchó lo siguiente, estaba atenta a su conversación por celular.

     —Salió en todos lados contó Genaro —.  Este iba en auto por esa autopista de Los Angeles por donde andaba Poncharello. Se bajó y se puso a caminar en medio de los autos, en dirección contraria al tráfico. Dijeron que aparte del desconche de choques que provocó, lo agarró un camión y lo hizo mierda. El caso fue muy sonado en los medios porque los testimonios de sus conocidos y otras investigaciones dijeron que Bruce no andaba con ganas de suicidarse ni se comportaba raro. Todo lo contrario, lo recuerdo centrado, no sé cómo me soportaba.     

     —Es lo que me pregunto yo  — me oí murmurar.

     Tamara se reincorporó al grupo.

    Melancólico, Genaro inclinó la cabeza y la apoyó sobre un hombro de Esteban. Este lo consoló con unas palmaditas en la cabeza.

    —Sí, yo creo que tenemos que hablar con esta chica Paz. Hay elementos en común, muy llamativos — dijo Esteban, y Genaro se irguió en su silla como tirado por una cuerda:

   —¡Sí! Tenemos que hablar con Paz, y no va a costar nada, Euse. ¡Paz sigue calentita con vos!  

    —¿Y por casa cómo andamos? — le retruqué.

    —En casa no hacemos nada. ¡¿Qué van a pensar ellos?!


    Le voy a preguntar a Esteban qué afección cutánea tiene en la cara cada vez que le dan ganas de reír. Me gusta que Esteban tenga buen sentido del humor porque estoy seguro de que entendió que lo estábamos involucrando en las locuras de mi ex cuñado. Reconozco que fue bueno que este último se haya autoinvitado a la reunión en el bar: además de sus aportes reveladores, las boludeces que decía parecieron ahuyentar en Tamara el miedo y la ansiedad que producirían enterarse de esos ciber experimentos de psicópatas.

 





 

Este fue uno de los links que Esteban le envió a los otros. ⬅️click 



Cuando los científicos hacen que algo altamente cuestionable parezca  algo fantástico ⬅️ click



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lunes, 20 de febrero de 2023

20 -20 Y DESPUÉS (Capítulo 10 + 1)

 


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                       11

 

   —Bueno, capo, los dejo. Me pone contento que te haya ido bien con tu assignment. Ya sabés: cuando necesites que te ayude en algo, mandame un Wasap y combinamos — le dijo Eusebio a Mati mientras se despedía de los otros con un beso.

    El entusiasmo imparable de Mati lo hizo lucirse otra vez con sus conocimientos de inglés para agradecer al amigo de su papá, aunque en la opinión de este, le faltaba trabajar un poco la pronunciación.

   —Che, Dari —dijo Eusebio, despeinando cariñosamente el jopo crecido que se dejó Mati —:  la verdad que no me necesitás para aprender inglés, eh. Mati la tiene reclara. 

     —Si, me doy cuenta de que este sabe. No sé por qué, pero es imposible que entre los familiares se enseñen, viste. ¡No le tiene paciencia a su papá! —, le respondió Darío pegándole en la cabeza a Mati en broma.

    Hey, have mercy on me.

   —¡Estos chicos, che! Con mi nena pasa lo mismo. ¿A qué no sabés cuál es la única materia que le cuesta un montón? Y es dura, no quiere que la ayude  — dijo Eusebio y miró su reloj—: Muchachos, los tengo que dejar.

     Después de una última palmada afectuosa a su amigo, que tenía cara de apurado, Darío lo vio alejarse casi a las zancadas por el sendero diagonal que conduce a la entrada del subte, aunque al llegar ahí, Eusebio cruzó la calle y dobló por la avenida comercial del barrio.

   Las luces del parque comenzaron a encenderse una a una hasta que adquirió una atmósfera, se podría decir, romántica. O mágica, por qué no, dependiendo del corazón o del estado de ánimo de quién estuviera allí para apreciar la llagada de la noche, cuando se entreteje con las copas de los árboles, las plantas, y cae sobre los senderos que van quedando iluminados artificialmente y desiertos, porque los manteros levantan sus mercancías y se retiran. Antes de cruzar la calle, Eusebio también había percibido lo hermoso que se pone el parque al encenderse los faroles. Cuántas veces habían venido a este lugar Paula y él aquellos primeros años cuando empezaban a salir y el parque  no había sido enrejado aún; cuántos besos interminables, esos que quedan sellados en la vida porque los primeros besos son los mejores. Además, años más tarde, Eusebio se pasaba horas leyendo cuentos o novelas a la sombra de algún árbol los fines de semana; a veces venía desde temprano a la mañana.

   La tranquilidad que se solía hallar en el parque no era exclusiva del anochecer como hoy. Después de los encierros y el terror que vivimos todos el 20-20, y sobre todo este último año, ese ambiente relajante casi de santuario que solía haber durante el día se convirtió en un recuerdo de la época en que “éramos felices y no nos dábamos cuenta”, como dicen algunos. El continuo deterioro de la economía y el empobrecimiento de la gente hicieron que, en distintas zonas de la ciudad, y principalmente en lugares como este los fines de semana, fueran instalándose los manteros. Los que llegaron al parque eran pocos al principio, una docena, hasta veinte tal vez. Se ubicaban solamente a lo largo del mismo sendero por el que Eusebio se acababa de alejar. Hoy en septiembre de 2022, apenas se puede encontrar un lugarcito donde se pueda disfrutar un poco de quietud. Y tampoco en el invierno, como antes, cuando el parque se asemejaba en algunas partes a un páramo por su estado de abandono y desolación.  Y ni hablar de encontrar un banco libre cuando es de día los fines de semana. Eusebio exagera cuando tiene suerte, dice que conseguir un banco desocupado es como sacarse la lotería. Los manteros coparon prácticamente todos los senderos y las franjas de césped aledañas, se apropiaron de los bancos mejor ubicados, incluso los del área central donde está la gran fuente que lanza agua desde el piso y que los niños disfrutan como locos en el verano, y también los asientos alrededor del mástil de la bandera. Al que de todas maneras quiera venir a pasar un rato aquí donde se pueda, le conviene traerse un banquito o una reposera. Los espacios no abarrotados que quedan son mayormente los canteros de césped donde no hay árboles, o los sectores periféricos que se encuentran, por distintos motivos, bastante alejados de las partes preferibles. Porque en todo otro espacio están exhibidas las mercancías que venden los manteros. Todo lo que uno pueda imaginar y tal vez más: ropa de diverso tipo, zapatos (a veces no precisamente nuevos), libros usados, obsoletas enciclopedias coleccionables, vinilos viejos (algunos podrían ser hallazgos sensacionales, por ejemplo desde Billy Cafaro hasta Los Parchis),  cassettes en sus cajitas originales, CDs, una amplia gama de artículos para celulares, aparatos de teléfonos que hoy en día son piezas de museo, herrumbamientas (es decir, herramientas) de toda índole, artículos de ferretería y plomería que hacen juego con las herrumbamientas, artículos de limpieza (adulterados como las Escrituras en las manos del enemigo que opera en las sombras), juguetes anacrónicos que habrán hecho dichosos a los niños de antaño en Navidad y el día de Reyes, y todo género de chuchería e insólita memorabilia que haría experimentar un emocionante viaje en el tiempo al más improbable y exigente nostálgico que pueda existir en estos tiempos. Ah, y algún tipo de comida, también.

      En una ocasión, para salir del paso, a Eusebio se le ocurrió comprar un cargador de celular de uno de los manteros especializados en esas cosas. Como suele pasar, el artículo era realmente barato comparado con uno de un negocio regular, pero de una calidad llamativamente sospechosa. Cuando Eusebio lo enchufó en casa, ocurrió tal explosión que Genaro pegó un grito de horror breve aunque demasiado dramático que le habría arrancado una risita maliciosa a quien estuviera también allí. Las puteadas y casi imprecaciones de Eusebio para el que le había vendido eso mientras trataba de restablecer la corriente eléctrica en el departamento fueron aplacadas por un Genny insólitamente sensible, que reconocía que los manteros no tenían la suerte de tener un empleo estable "como otros", y que tenían que rebuscárselas para sobrevivir y dar de comer a sus familias. Y eso le dio pie al excuñado para que contara las cosas que tuvo que hacer para ganarse la vida cuando anduvo viajando por el mundo. Para ahorrarse los detalles de alguna de sus historias  bizarras, Eusebio llevó la conversación al hecho de que en todos lados está la inflación, la pérdida de poder adquisitivo combinado con la falta de empleo. ¡La por-siempre-presente inflación!  A veces nuestros seres queridos van pasando irremediablemente a mejor vida, pero la inflación está concebida para que nunca nos abandone.

    “Hijo, tenés que ser alguien en la vida, estudiá”.

   “Sí, mamá. Ya sé lo que quiero ser: voy a ser economista. O si no… abogado… o si no… ¡astrónomo!... o… “ministro de la fe” …. o… ¡infectólogo!  ¡No! Mejor economista, artífice financiero. ¡Me encanta dibujar, me encantan los números!

   Y después el gran ganado deberá cargar a cuestas con el féretro en el que metieron a la verdad, ese cadáver que se lleva consigo a otras víctimas como ella misma. ¡Qué difícil es resistirse a vender el alma al cornudo! El cornudo, sí, el que a veces se presenta a través de algún portal favorable del universo. Os ofrezco riquezas, fama, prestigio, poder y el mundo que veis, si os postráis delante de mí y me servís.  Es que el cornudo es irresistible, es más lindo que Paul Newman o quien se les antoje de la pantalla de los sueños plateados, ya sea la grande o la chica, o la más chica, la que vibra en nuestras palmas asida por nuestros dedos adonde quiera que estemos o vayamos.

    Volviendo al parque y a los manteros, un candidato de uno de los partidos políticos que cortan el bacalao hizo su infaltable acto de campaña en el cantero central, próximo al mástil de la bandera durante la víspera de las últimas elecciones legislativas. Más de lo mismo: el clásico discurso demagógico que aparentemente nunca deja de motivar y dar esperanza a la gente con promesas y consignas agotadas, con el discurso que astutamente se pronuncia empleando el nosotros inclusivo, cuando en realidad estos mesías sofisticados no pasan las mismas necesidades que su electorado target. Por supuesto que no es ningún misterio que el aparato partidario paga los autobuses que transportan a los que tocan los bombos, paga a los que entonan marchas, paga los volantes y su distribución, paga a los que llevan banderas, carteles, pancartas, paga a los que pegan, y a los que manejan el sonido de los parlantes.  También que hay que señalar el cómo, el por qué y de dónde surge/proviene la financiación, y que en el proceso, el pueblo mismo queda atrapado en el círculo vicioso de los intereses creados. El aparato partidario que moviliza a la gente también tiene la función de las ovejas de Animal Farm que refirió Mati en su clase de Language, porque su misión es persuadir a la gente a que vote por Snowball o Napoleon, que en definitiva terminarán siendo lo mismo. ¿Cómo lo sabemos?: El enorme crecimiento de sus patrimonios, y porque hay bolso$ repleto$ que se van (bah, ya lo saben). Ojo, que no significa entonces que los que están a favor del Felino, es decir, los (aparentemente) bienudos y (aparentemente) chetos estén en lo correcto. Porque no basta solo con escuchar a los periodistas que señalan los pecados de los "representantes" del pueblo trabajador. Es que el Felino y los otros gatos como él que votan los bienudos también han aportado lo suyo para llevarnos al precipicio porque han entregado el país a la esclavitud del megaendeudamiento,  mientras seguimos tragándonos los cuentitos fabricados por los que estudiaron para ser algo en la vida, entre otros, el cuento de que somos libres y votamos por el rumbo que tomará el país. Campañas pre electorales… una y otra y otra vez, prometiendo que las cosas van a mejorar con el trabajo y el compromiso de todos, que ellos están para proteger a nuestros abuelos y nuestras abuelas... Si tan solo la gente supiera que lo que procuran no es precisamente eso. ¡Ah, pero falta mucho para que seamos viejos! solemos dar a entender con espíritu de ácido hialurónico.  Ni siquiera sospecha la gente que estos candidatos les están diciendo en la cara en un lenguaje diseñado que en realidad lo que se proponen es poner en práctica las medidas que les agenciaron los agentes de la agenda… Suena a un juego de palabras barato, a una especie de aliteración graciosa, ¿no? Por algo existen los mundiales de fútbol, las series y películas en casa por streaming y los famosos de la televisión con sus paneles de opinólogos. En realidad, no es imposible descubrir --por ahora-- quiénes escriben el libreto de esta obra llamada “realidad”,  quiénes manejan los hilos de estas marionetas que generan emoción de telenovela usando el nosotros inclusivo. Las marionetas ya saben cómo van a explicar el fracaso después, un fracaso que ya está anunciado, porque siempre es más de lo mismo, porque los partidos de la grieta viven tirándose la pelota entre sí, en los debates no paran de pasarse facturas recíprocas sobre la "herencia" a los gritos y así jamás queda algo en claro; porque nunca se mira qué hay tras bambalinas o se sospecha de quiénes manejan los hilos. La persona que manifiesta a otras lo que pudo averiguar más allá de la pantomima político-partidaria será objeto de hostilidad, rechazo o indiferencia. Ay, ahora se te dio por fijarte en la geopolítica¿Acaso podrá algún día la gente zafarse de la garganta de metal que les sujeta la cabeza de tal forma que está obligada contemplar las sombras que desfilan delante de sí?  Si pudiera de algún modo zafarse de esta garganta de metal podría entonces girar la cabeza para poder ver a sus espaldas a los que están moviendo unas figuras de cartón delante del fuego que está un poco más atrás para que se proyecten esas sombras artificiales que siempre se han visto y en las que cuesta dejar de creer. Quizás no fue conveniente para Esteban que fuera tan directo cuando le dio esta misma interpretación al profesor de Filosofía de las Ciencias en una oportunidad en que se discutió la Alegoría de la Caverna de Platón en clase. Nadie en ese momento, ni siquiera Eusebio, entendió de qué hablaba Esteban en su intervención. Lo que sí entendieron y sabían todos es que para aprobar la materia y llegar cuanto antes al título de la carrera es mejor no complicarse con “ideas raras”, como dejó muy en claro la reacción del profesor, Doctor en Filosofía de la Universidad del Salvador (o de la UBA, qué más da).  Es que hay algo fuerte, muy fuerte que garantiza que la gente se comporte así: el gran engaño del que participamos todos, a veces a sabiendas y de buena gana, porque es lo que conviene para no quedar afuera y perderlo todo. Y considerando  que es reiterativo mencionar otra vez  las pantallas y pantallitas que miramos día tras día y que no paran de llenarnos la cabeza, lo otro que impide que zafemos de la garganta de metal es… Ay no, no quiero que el grupo me deje afuera. No quiero que me digan que pienso raro. Mejor sigo al borrego líder que siguen los demás en este corral...

       Mi queride borregue, si te votan los de la tribu, estás nominade.

 





    —Dale, pa, dejame hacerme el tatuaje —, le decía Nuria por celular a Eusebio mientras este caminaba al encuentro de Esteban, que ya podía ver a través de la vidriera del bar que acordaron. Esteban lo esperaba sentado a una mesa. Parecía que no estaba solo sino con alguien que se levantó y desapareció de vista. 

   —.... Nuri, mi amor. No es lindo eso. El que se lo hagan tus amigas no significa que te lo tengas que hacer vos también. Sé un poco original, Nuri. Que las chicas vean que vos tenés tu propia personalidad. [...Nuria le contesta - - Eusebio sigue:] Sí, es cierto, es cierto. Como vos decís: yo me hacía los cortes de moda, pero después me crecía el pelo, y seguro que después me hacía el próximo corte de moda. Pero un tatuaje es distinto, ¡te queda para toda la vida! Un día capaz que ya no lo querés más, ¿me entendés? [...Habla Nuria - - Eusebio le contesta:] Cuando seas viejita, con la piel toda arrugada y caída vas a tener en el cuerpo un dibujo descolorido y feo… [...Le responde Nuria - - Eusebio ahora levanta un poco la voz:] Nuria, dije que no. ¡Que no! Bueno, tengo que cortar … [Habla Nuria - - Eusebio responde:] Que ¡¿queeé?! … ¡Acá Silvio no tiene por qué sugerirte nada ni recomendarte a ningún tatuador!  Ahora sí: te prohíbo terminantemente que te hagas el tatuaje, ¿me entendiste? … Nuria… Nuria… ¡Nuria!

    —¿Cómo andás Euse?

   —Cómo estás, capo —. Eusebio saludó con un beso a Esteban y se sentó en enfrente en una de las dos otras sillas que había en la mesa. Del respaldo de la silla desocupada colgaba una campera que le resultaba familiar  —. Perdoná, me demoré en el parque cuando venía para acá. Me crucé con un amigo y los hijos. Nos pusimos a charlar un poco. Ah, sabés, al mayor de los hijos lo ayudé a preparar Animal Farm

    —No pasa nada.  ¡Animal Farm!

   Eusebio le cuenta a Esteban la historia de lo que pasó en la presentation que tuvo Mati. Esteban se mostró maravillado y enormemente complacido, la cerveza lo hacía ruborizarse. Le sirvió a Eusebio también y brindaron como si celebraran una victoria. Eusebio fijó la vista en la campera de la otra persona que no estaba ahí con ellos. 

    —¿Estás con alguien?  —, preguntó Eusebio mirando alrededor en el bar  —. Che, te juro que tengo una campera idéntica a esta. La uso solo cuando salgo…

    —Ah, pensé que venían juntos….  Mirá, ahí vienen Genny y Tamara.

    —¿¿Genny?? 

   Eusebio se da vuelta y ve a Genaro que se acerca acompañado de una mujer joven y  sumamente atractiva, que si bien fuerza una sonrisa debe sentirse angustiada.

   Tamara se presenta besando a Eusebio. Evidentemente ya conocía a Esteban y ya se había presentado con su excuñado. Eusebio no entiende qué hace ahí Genaro, le cuesta disimular la mirada perpleja que le lanza; este consigue hacerle un gesto discreto tranqui, después te explico que Esteban y Tamara no ven porque están intercambiando unas palabras entre ellos.

     —Pero sentante, Tamara —le dice Esteban.

    Eusebio se levanta para agarrar una silla de otra mesa, pero Genaro ya le ganó de mano y está ofreciéndosela a Tamara. El primero se pregunta, ¿tanto me demoré en el parque? La velocidad con que pasa el tiempo es un verdadero misterio, o su excuñado es el superhéroe Flash que al desplazarse deja una estela de arcoíris.

    Apenas unos instantes después del usual intercambio de palabras que se da entre personas que se acaban de encontrar o conocer, el Flash multicolor señala un punto en el brazo de Tamara cerca de hombro, y exclama con gracia:

    — ¡Increíble! Este tatuaje es igual a uno de los diseños que vi cuando estuve en L.A. trabajando en un instituto integral de espiritualidad — dice Genaro, satisfecho de haber logrado que la atención de Esteban quede atrapada.  Todos, hasta Tamara misma, miran el tatuaje. Genaro no puede contener su excitación (entusiasmo) y declara casi exultante —: ¡Es parecido al que le vi a Paz hoy! Del que te comenté, Euse. 

     —Paz es una vecina del edificio—. Eusebio tiene que contarle a Tamara aunque Esteban ya le adelantó algo, motivo por el cual Tamara aceptó la invitación a venir al bar. Eusebio continúa hablando consciente de lo embarazoso del episodio con su vecina; sabe que no tiene que contarlo todo, todo —: Esta vecina casualmente... pasó por un episodio... en el que... perdió totalmente la memoria, como te pasó a vos.

    — La verdad que olvidarse de una cosa así... — dijo Genaro, pero se calló al ver la  cara de su ex cuñado. 

    —¿Les gusta? Me lo hizo un artista que conocí en la escuela de yoga al que voy con Lara (la mujer de Esteban)  dice Tamara con una voz apagada. De hecho, las sombras que tiene debajo de los ojos indican que no está atravesando una buena situación anímica.

   Tamara ve que los tres que están con ella se quedan callados con la mirada perdida. Ninguno sabe lo que está pasando en ese momento por la cabeza del otro. En la de Esteban ocurre una suerte de “sinapsis” entre piezas de información que había encontrado sobre ciertos experimentos del campo de las neurociencias en los Estados Unidos y que se están replicando por otros países, que se relacionan de forma alarmante con el caso de Tamara y Paz, y con lo que le adelantó Genaro mientras esperaban a Eusebio. A Genaro le vuelven recuerdos enterrados debajo de los innumerables afanes e intereses de su vida, recuerdos de incidentes extraños que ocurrieron en ese centro integral de vida espiritual donde trabajó como masajista  cuando vivió en Los Angeles. Eusebio, por su parte, piensa en el pedido insistente que le hacía Nuria por celular unos minutos atrás. Se acordó además de las cosas raras que escuchó se cree empezarían a ocurrir en la gente cuando las redes de wifi empiecen a operar con mayor poder. Y también se acordó de aquella película que lo había hecho reír tanto en su momento: La Pistola Desnuda.

   Ante la mirada fascinada de todos en esa mesa, el tatuaje que tiene Tamara pareciera agrandarse como si sobre él se hiciera un zoom in gradual, hasta que el ícono místico "ocupa toda la pantalla" en esta historia.

   Esta otra familia también tiene la misma cuestión respecto de esta moda que ha adoptado mucha gente. Mientras regresan a casa de la peluquería y el paseo, Darío le responde a Mati que prefiere que no se haga ningún tatuaje, pese a la tremenda insistencia del joven. Darío quisiera decirle por qué no le gustaría esas cosas en el cuerpo de sus hijos. Lamentablemente ellos son fanáticos de Los Simpson, serie que se mofa de lo sagrado y lo que es objeto de culto, lo cual hace difícil que Darío les transmita ciertos conocimientos relacionados con las marcas en el cuerpo que se hace la gente. Es que Darío se convirtió hace poco a su nuevo enfoque de fe. Él solo. 

    Mientras tanto, Paz abre la puerta y sale de su departamento al pasillo del piso, apenas envuelta en una toalla y con el cabello húmedo. Camina lentamente hacia el ascensor y se detiene frente a la puerta del departamento de Eusebio. Acciona el picaporte perilla con vigor y empuja la puerta, pero esta no se abre, entonces retrocede hacia su puerta. Llega el ascensor y sale de él una vecina anciana llevando una bolsa de las compras. Al girar después de cerrar la puerta plegadiza, la vecina ve a Paz justo cuando está entrando a su departamento. La anciana observa las huellas mojadas en el piso del pasillo, se dirige caminando lentamente hacia su puerta, se detiene frente a la de Paz, y casi le da un síncope porque la puerta se abre de golpe y, como eyectada del interior, Paz se abalanza sobre ella, aunque sin derribarla. La cara de Paz es como la de alguien que despierta de una pesadilla en las películas. Está jadeando, mira alrededor como diciendo dónde estoy, qué está pasando. 

     —Tranquila, Paz. ¿te sentís bien?  ¿Qué te pasa, querida? Ay, ¡acomodate esa toalla que vas a quedar desnuda!

    Paz mira absorta a su vecina, parece que recién vuelve en sí; el ritmo de sus palpitaciones disminuye pero en la frente aún tiene gotas de sudor. Entonces, gira bruscamente, entra a su departamento y cierra la puerta de un portazo, dejando a la vecina totalmente anonadada.

   

 





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