martes, 8 de noviembre de 2022

20-20 Y DESPUÉS (Capítulo 8)

 

Este relato es FICCIÓN










8


    —Who battered you black-and-blue? 

    —Hey, that was very idiomatic. Good use of the language, Mati!

     Lo primero que hizo Mati cuando le dije en inglés que empezáramos fue preguntarme quién me había dejado así de una paliza. Me sorprendió doblemente porque no imaginé que anduviera avanzado con inglés, y porque, así de súbito, tenía que contestar su curiosidad por el moretón que me había dejado Paz en el ojo cuando estuve en su departamento compartiendo la calabresa (voy a contar este episodio más adelante, en otra entrada, la verdad es que no me quiero acordar ahora).  Halagué a Mati por usar expresiones idiomáticas, le corregí un poco la pronunciación y le pregunté, sin dejar de hablar en inglés, qué carrera estaba cursando. Mientras me respondía entusiasmado sobre sus cosas, yo trataba de pensar en una versión distinta del incidente con mi vecina en caso de que persistiera su curiosidad. 


     Es sábado por la mañana.  Estoy escribiendo esto en el piso superior de mi bar favorito, desayunando enfrente del parque, como acostumbro, ya saben.  Lo habré dicho más de una vez: de alguna forma, escribir me ayuda a digerir las cosas que me suceden. Al que encuentre extravagante este hábito —insisto— le diría que piense en el personaje en primera persona del cuento “¿Quién Sabe?” de Guy de Maupassant y su necesidad de exorcizar aquel suceso perturbador que le había acontecido en su casa, aunque por supuesto que las cosas que me han estado ocurriendo no me quitan el sueño. Por ahora. 


    Lo habrá alentado el elogio que le hice, porque Mati volvió a preguntar por mi ojo morado usando otra expresión idiomática en inglés. Le respondí very kindly que me reservaba el asunto por tratarse de algo personal; me pidió disculpas y empezamos nuestra sesión, que le avisé duraría una hora. Mati está haciendo el Profesorado de Inglés en un instituto estatal prestigioso y ya está cursando materias de segundo año. Nada que ver con lo que yo había pensado. Su nivel es bastante bueno, es solo que aparentemente le cuesta un poco preparar textos para hacer presentaciones orales. Para mi es mejor que no se trate del chico que sabe poco y nada,  o que, más que la ayuda de alguien, lo que necesita es dejar un poco el reguetón y las redes sociales. Vino a verme el jueves porque para el día siguiente (ayer) tenía asignada una presentación sobre la novela Animal Farm, de George Orwell; necesitaba una mano para proponer una actividad en clase basada en la novela. Por suerte, como ambos la teníamos leída, repasamos los hechos y los personajes con agilidad. Le sugerí que planteara en clase un debate trazando algunos paralelos con la historia geopolítica mundial. Al principio puso cara de y eso con qué se come. Supongo que para alguien muy joven las cuestiones geopolíticas deben sonar muy alejadas de las ganas de disfrutar la vida, pero igual creo que me prestó atención de buena gana.  Pensando en las cosas que aprendí de Esteban, me hubiera gustado darle procesados los paralelos y las alusiones que tenía en la mente, mirando un poco más allá de lo “simplista” que es reducir la realidad a la ubicua y constante dicotomía de bandos enemigos: por ejemplo el Capitalismo versus el Comunismo, Cambiemos vs Todos (estos dos partidos tienen garantizada la primarias electorales en mi país),  Demócratas vs Republicanos, ateos vs creyentes, conservadores vs progresistas, River vs Boca… En fin, el ying y el yang compuesto de una lista interminable de dialécticos y multilécticos. Por eso, para el debate en clase, qué tal si  ponía la lupa especialmente sobre los agentes de afuera de la Granja, es decir, los que comerciaban secretamente con los cerdos, que eran los líderes de los animales. Estuve a punto de tirarle, como referente de la actualidad/realidad, el nombre del prácticamente centenario Henry Scheme-ingger, (bah, la cosas por su nombre: Henry Kissinger) en su lugar me pareció más acertado mencionar a Nathan Cecil David u otro de esos criptofinancistas supra-inter-nacionales. Por la cara que ponía Mati me daba a entender que sus compañeros lo mirarían raro. Para no perder de vista nuestro punto de partida, le pegamos un vistazo a su ejemplar Penguin de Animal Farm, y tomamos nota de los personajes que hacían los tratos comerciales a espaldas de los animales subalternos. Uno de ellos era Mr Whymper.  Sin embargo, pensándolo bien, decidí que era mejor concentrarnos más en las estrategias discursivas para la presentación oral que en sugerir a esos magnates proactivos de la realidad, cuya noción de existencia debe estar más oculta que la mano negra de la historia (hoy en día —a Dios gracias—  no tan oculta ya). Al chico no le conviene poner en riesgo su progreso en la carrera, si es que le tocó algunx profesorx como la mía, la que me dijo delante de todos que yo escucho a los vendehumo… ¡Sí, seguro! Imagínense si el que ayudaba a Mati fuera Esteban. ¡Se recibe el día que en el país la gente deje un poquito el sempiterno rodar de la pelotita apertura/clausura para informarse de verdad un poco. Bueno, también dicen que la culpa no es de los chanchos sino del que les da una dieta chatarra de farándula, guerras partidarias locales y payasadas frente a las cámaras. A los guionistas de Peter Capusotto les diría que el sketch de Violencia Rivas no funcionó conmigo. 

      La hora con Mati pasó volando, incluso nos quedamos casi media hora más. Al contrario de lo que había esperado, ese tiempo me resultó hasta placentero. Si no fuera porque sonó el timbre de la puerta. El chico me miró y produjo una event sentence correctamente acentuada. ¡Bien!  No sé él, pero yo tuve que recursar Fonética 2 en su momento.  Obvio que siempre que me pida algo para su carrera no le voy a cobrar.

     Vuelve a sonar el timbre. Si es esta vecina mía, no sé con qué cara está viniendo después de que me dejó el ojo así. Qué insistente, que espere. No le voy a pasar la llave como la otra vez, no, no; cada vez que deslizamos la llave por debajo de la puerta, se arma quilombo.  No quería que este chico seriecito y aplicado me viera en un escandalete con esta mujer. 

    —Euse, I should be going. ¡Nos re pasamos de la hora! Muchísimas gracias por todo —dijo Mati, levantando sus cosas. 

    —It 's OK and it’s been a pleasure —le contesté con una sonrisa preocupada porque el timbre sonó otra vez—. Debe ser una vecina del piso. Está medio loca. Puede ser que haga un poco de bardo. Kindly excuse me in advance— le dije poniendo voz de Gold Silver, y nos reímos—. Vamos, Mati, te acompaño.

     Miré por el ojo mágico de la puerta y… ¿¿¿¿Pero es que le dije hoy…???  No me quedaba otra que abrir:


    —¡Eusebio  Na-ta-naeeeel!


   Genaro cruzó el umbral dando pasos teatralizados, dejó el bolso que traía en el piso y se lanzó a mi cuello como el padre que recibía al hijo pródigo. Cuando se soltó, dio un medio giro mecánico y besó efusivamente en la mejilla al chico, que se quedó con la mano en el aire.    

    — La plandemia terminó. ¿Un alumnito?

    —¿Qué hacés acá, Genaro?

    —Genny. Don’t forget.  Euse, ¡¿quién te cagó a palos, negrito hermoso?!

    —Él es… era mi cuñado —, necesité aclararle a Mati.

    —¡Ex cuñado, mejores amigos!

    —¿Cómo entraste? Te mandás así hasta acá…

    Mati estaba tentado. Le dije a Genaro que me esperara, que yo acompañaba al chico a la entrada.


     Antes de contar sobre este loco que ahora debe estar durmiendo en el sofá de la sala y al que en realidad esperaba recibir el lunes o el martes, no quiero que pase a un segundo plano algo interesante que surgió,  que retoma directamente el motivo por el que empecé a escribir este “diario”.  Cuando redondeaba con Mati, sonó la llegada de un par de mensajes nuevos de Wasap. Solamente vi que eran audios de Esteban; los escuché recién cuando volvía en el ascensor:


    “Euse, ya mandé nuestro TP a la profesora. Quedate tranquilo que antes lo revisé y vi que estaba bien nomás. Así que ya está. Ahora, esto que hace rato te quería comentar: mi mujer me estaba contando de un caso parecido al de tu vecina, la que te garchó y no se acuerda de nada [lo dijo riéndose un poco]. Es de una compañera de unas clases de yoga que toma mi mujer. 


    "La compañera esta le contaba que tiene kilombo con el  marido porque él la acusa de haber hecho extracciones de los ahorros de ellos sin avisar. Y ¿sabés? La mina dice que no, que ella no sacó nada.  Dice que nada que ver. Y dice que el chabón ya constató que la mujer sí lo hizo. ¡Re loco! Debe haber comenzado una epidemia de amnesia".


      De veras que se trata de algo parecido a lo que me pasó con esta Paz. Y sí, como dice Esteban, debe haberse desatado alguna psicocosa entre los habitantes de la ciudad (no quiero poner psicosis porque todavía no busqué qué es exactamente). Ahora no sé cuál va a ser el tema principal que quiero conversar en terapia: si analizar qué me está afectando acerca de la nueva relación de mi ex, o este fenómeno de la amnesia que me ya no falta mucho para que empiece a obsesionarme. Una nueva epidemia… Al final, el religioso de Darío parece que tiene razón. Él cree que en los últimos tiempos se oirían de guerras y de rumores de guerra, que habría hambres y pestes. ¡Pestes! Trastornar al prójimo y después desentenderse, díganme si eso no es el síntoma de una peste, una psicoenfermedad o psicopatología, creo que es el término. Bueno, los noticieros encienden las alarmas de que están apareciendo enfermedades nuevas y que reaparecen algunas que se supone habían sido erradicadas. Ahora estoy escribiendo esto con algo de ansiedad, pero a Darío le contesté canchero en su momento que siempre ha habido enfermedades, epidemias y demás, que la fuente de su espanto no es otra que sus profecías bíblicas. Él agregó algo así como que ya salió el primer jinete, el que lleva el arco y las flechas, y que las flechas que lanza este jinete llegan hasta los confines de la tierra, hasta el último rincón. ¿De qué jinete me hablaba, de una especie de Robin Hood, un paladín de las ONGs? Porque no creo que este vaya al hipódromo.  A ver, hace dos años (estamos en 2022) explotó la calamidad que lo trastornó todo y nos llenó de miedo, un miedo que persiste, a juzgar por el bozal que lleva el mozo de este bar. Corrimos  al Estado para que nos administrara la salvación si queremos seguir bajo el sol con nuestros proyectos, para tener el pasaporte para entrar en el nuevo mundo. Esteban y Darío, aunque crean en cosas distintas (aquel es agnóstico como yo, o ateo, no estoy seguro; y este se aferra a la Biblia),  coinciden en que dicho pasaporte es extorsivo. De debates y enlightenments separados que tuve con ellos sobre el año bisagra (2020) se desprendió que yo soy otro borreguito más que se precipitó a entregar el brazo al establishment, y a abrazar la nueva normalidad que el biofactor trajo aparejada [para que el lector de mi humilde diario no se pierda: biofactor = la calamidad que explotó]; biofactor que ya había predicho con pasmosa precisión hace unos cuantos años cierto tecnomagnate anteojudo y con cara de pelotudo, proveniente de cierta corporación informática (por poner a solo a este como ejemplo de entre los otros tecnopsicópatas); anteojudo preocupado porque el mundo se está convirtiendo en lo que se lee en el cuento Billenium de J.G. Ballard; anteojudo que —ahora que me acuerdo— una profesora que tengo ¡hasta defiende!   Tenía un montón para poner acá sobre esas charlas con estos dos conocidos míos; creo que cometí el error de haberme conectado a una red de wifi del Gobierno de la Ciudad cuando estaba escribiendo. ¿Por qué lo digo? Me desaparecieron “misteriosamente” un montón de cosas (entre ellas, observaciones para Mirta), y sucede que justo trataban sobre los motivos que me habían dado Darío y Esteban para no consentir lo que yo acepté. Bueno, dicen que mal de muchos, consuelo de tontos, aunque quizás yo no tenga mucho que arriesgar o perder en comparación con la gran mayoría de la gente. 


     Sigo acá dándole sin piedad al teclado de mi tablet con un tecito verde y con la mirada a veces perdida en la copa de los árboles del parque que tengo enfrente cada vez que me quedo suspendido tratando de recopilar las cosas que se me arremolinan en la cabeza. Cuando salga del bar, voy a cruzar la avenida y voy a entrar al parque. Hace mucho que no paseo por entre los senderos o me siento en un banco debajo de un árbol. Y después del mediodía y durante todo el domingo (mañana) mi tiempo estará consagrado al mid-term exam. De acá veo que en el parque hay mucha gente… Ah, pero el domingo no será enteramente consagrado, olvidé que quedé con Nuria (mi hija) en que la voy a buscar. Tío Genaro supongo que me ayudará a administrar el día.  Ahora,  mi nena es de la generación que se queda enfrascada en su celular, en las redes sociales y con la play, lo cual me recuerda otras cosas que he discutido con Darío. Todo el mundo parece que tiene razón, menos yo.

     Lo que me va quedando para esta entrada debe ser un caos textual. Ya lo acomodaré a partir del viernes, después del examen. 

     Darío, Darío.  Las cosas que surgieron de nuestras conversaciones suelen activarse cada vez que veo el noticiero. Anoche estuve viendo un poco de tele mientras comía el delivery que pedí con Genaro (“¡ay Euse, decime Genny!”). Genny estaba enfrascado en su wasap, no le daba bola al noticiero. Lo bien que hace: la mayoría, si no todas, son noticias perturbadoras. La inseguridad y el crimen están peor cada día; antes, las entraderas ocurrían en el Gran Buenos Aires [el área circundante al distrito federal].  En cualquier momento abrís la puerta y…

   —¿Y vos cómo subiste hasta acá? —, le pregunté a Genaro cuando volví de acompañar a Mati a la puerta del edificio. Al abrir la puerta, lo encontré en el sofá de la sala posando como Francisco de Miranda en un cuadro famoso del prócer.

  —Pertenecer tiene sus privilegios— me respondió. Yo lo miraba fijo esperando que hablara en serio —. Cuando llegué a la puerta del edificio— dijo sentándose como corresponde —, pensé que quería darte la sorpresa. ¿Cómo hago?, me dije. Mientras buscaba tu departamento en el portero, apareció a mi lado una chica muy simpática que me miraba con dulzura…

  —¿Ah sí? Una chica muy simpática que te miraba con dulzura…

  —Sí, sí. Y ahí se me ocurrió — dijo, regodeándose en su picardía. Yo seguía mirando fijo a Genaro, era todo oídos.

   —Ay Euse, diríase que no te alegra el reencuentro, estás con los brazos cruzados y me mirás así…

   Me relajé para que no se sintiera mal.

   —Te escucho.

   —Prometeme que no te vas a enojar —dijo Genaro con ojitos de perro mimoso. Sacudí la cabeza sin deshacer la sonrisa —. Le dije la verdad a esta chica tan simpática de la entrada, que soy tu cuñado Genny. Ella me miró de pies a cabeza y dijo “claro, sí, sí”, como si ya me conociera—. Mi cara denotaría que me daba cuenta, y Genaro prosiguió más confiado —: Y bueno, le dije que vos ya me abriste de arriba pero que no sabrías que estaba con llave. Y que como siempre estabas en calzones, estarías buscando un jean para impresionarme.

  —Te abrió la puerta y te dejó pasar…

  — That 's right!

  — Y decime, la chica de la mirada dulce, ¿por casualidad tenía el pelo arreglado en colitas de colores, era medio rellenita y…

  —¡Y tenía unos borceguíes espantosos!

     Bueno, espero que a Paz no se le borre de la memoria esto. Ahora tengo un testigo de que dejó entrar a un extraño al edificio en caso de que lo niegue.

  —Es una vecina del piso.

—Se ve. Y dijo que sos un boludo que le tira la llave a extraños. Se nota que es una vecina que se preocupa por vos… dijo Genaro mirándome el ojo morado.

   Lo que no sabe este personaje (o quizás ya lo averiguó) es que la vecina que se preocupa por mí me revoleó una botella de cerveza a la cara. Estoy bastante seguro de que ella es consciente de que lo hizo y de que no lo olvidó. Y no me pregunten cómo, pero al ver a mi ex cuñando, que ahora estaba sentado con las piernas cruzadas sobre el sofá a lo indio, me di cuenta de que él, la mujer que extrajo de los ahorros y no lo recuerda (lo que me contó Esteban en su audio) y Paz tienen en común la afición por el yoga. Para el colmo de los distraídos que soy, estuve (modestia aparte) brillante.

  



...